viernes, 15 de diciembre de 2017

EL CINE CUENTA LA CRISIS

Parece que hay un viejo proverbio jasídico (pero no tan viejo que se anticipe a la rutilante era de la publicidad y la propaganda) que afirma que "cuando el Mesías venga, saldrá en los periódicos". Palabras suficientes para desmentir el bergoglema que sostiene que judíos y cristianos esperamos al mismo Señor: si cuando Éste vuelva se detendrá la mismísima fábrica del cosmos, quedando suspenso el ciclo del sol y el de la luna, ¡cuánto más lo harán las rotativas! Un mesías fotografiado y entrevistado en los medios, o capaz de conceder conferencias  de prensa, no puede ser sino un anticristo, y el esperado de la judería ínfida y de la renegada Jerarquía.

Lo que no impide que, pese a la apostasía galopante y al universal olvido de las verdades de la fe, un medio tan favorecedor del emocionalismo y de las adherencias (que no adhesiones) todas todas transeúntes, el cinematógrafo, pueda ahora interesarse por la crisis que cunde en la Iglesia, retratando la prevaricación que -en creciente ritmo desde hace décadas- desciende desde el vértice como un manto de tinieblas. Se diría que hasta la gran pantalla ha dado la voz de alarma, señalando que la perplejidad ante la deformación sistemática del catolicismo ha tomado estado público, y que la consonancia entre ésta y el caos de las naciones no debe ser fortuita.

The Vatican Deception, que se estrenará en salas de cine el próximo 18 de enero, «es una poderosa investigación concerniente al siglo pasado a través de la lente de las profecías de Fátima, y ofrece visiones sobre la crisis en vigor en el Vaticano, cómo esta crisis se vincula con sucesos mundiales-clave, y porqué vige una batalla en el Vaticano para anular las profecías [...] El filme también enseña a quien intente comprender nuestros turbulentos tiempos que si atendemos a todos los desastres naturales, terrorismo, tiroteos masivos, fraude, violencia, codicia y "guerras y rumores de guerra" (Mt 24, 6) en el contexto de estas profecías, alcanzaremos una perspectiva aleccionadora de por qué el mundo parece estar girando fuera de control». Pues en el conflicto «entre quienes custodian los secretos de Fátima y aquellos que los suprimen descansa el destino de la humanidad, ya que su resultado determinará si el mundo sufrirá calamidades inimaginables o si gozará de un notable período de paz» (fuente, aquí).





La paz del mundo, la paz política -como lo recordó el padre Roger-Thomas Calmel, O.P., en un notable ensayo dedicado a las apariciones marianas en Fátima- es un don de Dios y del Corazón Inmaculado de María: tal la enseñanza que debe deducirse sin dificultad de las palabras de Nuestra Señora a los tres pastorcitos de Cova de Iría. Pues aún las buenas instituciones de las que se esperaría una contribución decidida a la paz del mundo, así como sostienen a las personas en el bien, son recíprocamente sostenidas por la justicia de las personas que las conforman, y esta justicia personal depende de la gracia de Dios. La que, para derramarse, requiere a su vez de la conversión -empezando por la conversión de los cristianos sumergidos en un naturalismo que ha inficionado completamente las conciencias. Si se quiere evitar las calamidades anunciadas en las profecías conminatorias proferidas y escritas desde antiguo y que ahora encuentran el escenario más propicio a su realización merced al materialismo de Estado y al hábito universal del hedonismo urge, pues, la conversión de las almas y de la sociedad: es Cristo Rey, proclamado por las sociedades, y no la ONU, quien convierte las lanzas en arados y ahuyenta los horrores de una guerra nuclear.

Que los hombres de Iglesia ya no reconozcan esta verdad primarísima y no reclamen al mundo esta adhesión necesaria equivale a empujar a la humanidad entera al abismo. Así, al tiempo que se bate el parche de la misericordia, se renuncia patentemente a las tres principales obras de misericordia espiritual, resultando en un crimen incomparable en magnitud, por lo orbital, y una traición a la propia misión capaz de causar pavor al firmamento. Una aceleración vertiginosa de los tiempos con el sello de Caín y de Judas.


4 comentarios:

  1. Alguien que traduzca el ensayo du Pére Calmel S'il vous plaît!

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  2. ya que mencionaron a Calmel
    ¿leyeron este otro libro?

    Roger-Thomas Calmel, O.P.: El Canon Romano

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  3. Correcto, la paz vendrá cuando sean obedientes a los pedidos del cielo de hacer la consagración, parece que algunos necesitaron leer a Calmel para darse cuenta, mis ladridos no les eran suficientes para reaccionar..... jeje
    y eso que en mis ladridos les dí varias publicaciones hablando del tema pero no, se ve que tuvieron que encontrar al que más confianza les ha inspirado para creer en la verosimilitud de la conclusión.
    ¡endlich bitte!!!

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  4. Aparcero: ni que sea nos confíe su gracia para identificar sus ladridos, que si no...

    Sobre el tema en cuestión (consagración de Rusia) habrá, D.m., una breve y próxima entrada. Para tocar algunas connotaciones nomás.

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