domingo, 18 de febrero de 2018

JURAMENTO DE FIDELIDAD AL MAGISTERIO DE FRANCISCO

Circulan insistentes rumores de que el Autócrata de Blanco estaría por exigir a los clérigos de toda la redondez del planeta un juramento de fidelidad a sus impares enseñanzas, una a modo de parodia del juramento antimodernista que san Pío X reclamara a los nuevos sacerdotes en la ceremonia misma de su ordenación. Se ha querido ver un anticipo de esto en cierto pasaje de la reciente exhortación apostólica Veritatis gaudium, que en su numero 26, y a grupas de la constitución Lumen gentium del Vaticano II (§ 25), establece que
los que enseñan materias concernientes a la fe y costumbres, deben ser conscientes de que tienen que cumplir esta misión en plena comunión con el Magisterio de la Iglesia, en primer lugar con el del Romano Pontífice,
exigencia obvia en tiempos en que el romano pontífice era católico sin mengua, pero que al día de hoy parece una broma macabra. Por lo demás, ¿cómo congeniar el Magisterio de la Iglesia con el del Romano Pontífice en días en que quien oficia de tal es uno que, ante la acusación recurrente de hereje de que es objeto de parte de un creciente número de católicos, no responde otra cosa que «cuando en estas personas, por lo que dicen o escriben, no encuentro bondad espiritual, yo simplemente rezo por ellos» (fuente aquí), sin preocuparse en absoluto por aventar la gravísima acusación? ¿Cómo hacerlo, insistimos, en tiempos en que la compulsa del Denzinger y el Bergoglio, en doble columna, entrega algo así como el agua y el aceite, el día y la noche, los opuestos sin mestizaje posible? Porque es innecesario recordar que, en materia de fe y costumbres, ora recurramos al mingisterio escrito de Francisco, ora prestemos oído a su chapurreo homilético de Santa Marta, a sus vociferadas confidencias con Bonafini o con Scalfari, mismo a su logorrea aeronaval, encontraremos casi sin excepción una labor de zapa aplicada no contra las malas hierbas sino contra el trigo sano, en un tan insidioso como incansable cuestionamiento de la enseñanza perenne de la Iglesia con consecuente exaltación de la ética de situación, del naturalismo, de las patrañas progresistas, de la bolsa gorda de todos los errores coyuntados que la Iglesia supo combatir cuando aún era su estilo el anathema sit.

Refiriéndose a aquella tercera parte de las estrellas del cielo que el vidente de Patmos vio precipitarse a tierra por la cola del dragón (12, 3 ss.), imagen en la que numerosos exegetas creyeron ver la defección de un tercio del clero en los tiempos finales, el estadounidense padre Herman Kramer sugirió, en su Book of destiny (1956), que el demonio inspiraría a los clérigos apóstatas «la aceptación de morales no cristianas, doctrinas falsas, transigencia con el error u obediencia a gobernantes laicos en violación de conciencia», y que «el significado simbólico de la cola del dragón puede mostrar que los clérigos que se disponen a apostatar conservarán sus influyentes posiciones en la Iglesia, después de haberlas alcanzado por medio de hipocresía, fraude y adulación.» El clero rendido al dragón estaría conformado por aquellos que «dejaron de predicar la verdad o de amonestar al pecador por medio de un ejemplo eficaz, y que, por el contrario, buscaron la popularidad por su tibieza y por ser esclavos del respeto humano». Dicho a distancia de sesenta y tantos años, resulta un calco de lo que ahora vemos. Un identikit de Bergoglio y de su fauna predilecta, de sus alcahuetes, de sus entenados y satélites.

No sabemos cuánto haya de cierto en las hablillas que anticipan la imposición de tal "juramento de fidelidad" -o de infidelidad, según se tenga por objeto del mismo a Francisco o a Nuestro Señor. Papeleta urdida para doblegar la resistencia de los que resisten, para vencer la indecisión de los indecisos y para sellar la defección de los traidores, su sola circulación podría apurar el paso de la latencia a la patencia de la apostasía en un número que a priori asoma tan abrumador, que ojalá fuese sólo de un tercio del clero, lo que parece una proyección asaz benévola para estos tiempos brunos. Porque está visto que las razones del capataz camandulero de la parábola («cavar, no tengo fuerzas; mendigar, me da vergüenza») pueden hoy día suponerse en los labios y en las mentes de una muchedumbre de consagrados asustadizos que demuestran querer conservar sus canonjías antes que rendir cristiano testimonio. 


Lo que sí podemos anticipar es el tenor de los ítems confluyentes en la infausta cartilla de rendición de las conciencias, que podrían decir algo así como:
- siguiendo los pasos -las zancadas- del Pontífice gloriosamente reinante, no me negaré al contubernio con terroristas, impulsores del aborto y la eutanasia, yuntas de bufarrones y políticos archicorruptos, ni le haré asco al besuqueo de pies musulmanes, ni al uso de la kippah en francachelas con los deicidas, todo para ecuménico ejemplo de la grey vacilante y escarmiento de los protestones. ¡Ah...! Y también haré buenas migas con los protestantes.
- Juro acordar toto corde con el Santo Padre, santo e ínclito varón, en lo concerniente a la perenne indeterminación de los principios y de las conclusiones en todo quehacer especulativo. Pues «el teólogo que se complace en su pensamiento completo y acabado es un mediocre. El buen teólogo y filósofo tiene un pensamiento abierto, es decir, incompleto» (Veritatis Gaudium, 3), lo que consuena maravillosamente con las premisas antimetafísicas de la filosofía moderna y del "pensamiento débil" preconizado en nuestros días. Ya lo había voceado algún neo-teólogo por los días del Concilio: vivre c'est perdre la foi. Lo que, en lo tocante a nuestras ideas y tradiciones, se traduce en renunciar «a la pretensión de que sean únicas y absolutas» (Francisco, Mensaje para la XVIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 1-VI- 2014). 
- Juro rechazar con garras y dientes, a imitación del Obispo de Roma, que quiere «una Iglesia pobre para los pobres», toda manifestación de la excelencia del sacerdocio. Pues si ya nos era permitido deshacernos del molesto traje talar, hoy debemos vestir zapatos raídos y camisas apolilladas para no ofender el sacro principio del igualitarismo. Este pauperismo afín al profesado por el Iscariote en la célebre escena de la unción en Betania, se extienda al alma misma de nuestro ministerio, donde no habrá nada que nos distinga del común de los mortales, nada que estorbe la inmanentización extrema de la religión: «evitemos encerrarnos en estructuras que nos dan una falsa protección, en las normas que nos transforman en jueces implacables. Nuestro deber es trabajar para hacer de este mundo un lugar mejor y luchar. Nuestra fe es revolucionaria por un impulso que viene del Espíritu Santo» (Francisco, discurso al clero italiano en Florencia, 10-XI-2015)
- En línea con el magisterio entre líquido y vaporoso de Francisco (no del de Asís, sino de aquel que habla hasta por los codos), no dejaré de censurar la aplicación de la pena de muerte aun en los casos de violadores cien veces reincidentes y de delincuentes que se destacan por la inhumanidad para con sus víctimas, ni de condenar toda guerra como anticristiana, incluyendo aquellas Cruzadas emprendidas para la liberación del Santo Sepulcro profanado por los pacíficos islamitas. Estos arrechuchos ante el mero olor a pólvora y a dignidad, irrastreables en el Magisterio de la Iglesia y que proscriben la noción misma de «guerra justa» de un plumazo, confirman en boca de un utopista Francisculus aquel profundo deseo que latía en nuestras bonachonas entrañas: «hay que poner fin a todos los conflictos, grandes o pequeños, antiguos o recientes» (Francisco, Mensaje de Pascua, 20-IV-2014), análogo en punto a realismo al compromiso por alcanzar la «pobreza cero» en los notos eslóganes de Cáritas S.A. 
- Juro, al precio de mi pellejo, defender la más amplia multiplicidad de las traducciones litúrgicas a instancias de las Conferencias Episcopales, según lo dispuso el perito químico Jorge Mario Bergoglio en su motu propio Magnum Principium, dando lugar a un creativismo desbordado que, así como ya transmutó el Credo y el Paternoster, así podrá alentar diferentes versiones incluso de la fórmula consecratoria a un lado y otro de las fronteras nacionales. Pues como lo asienta allí nuestro sapientísimo escanciador, «para los creyentes que celebran los ritos sagrados (sic) [...] la palabra es un misterio», y lo será cada vez más abstruso e impenetrable en la medida en que esta Jerarquía siga obstinándose, con santa obstinación, en configurar a la Iglesia con Babel. 
- Juro, y créanme, aplicar con la mayor diligencia el principio supremo de la tolerancia y el respeto, el mismo proferido por el Reinante en su discurso de julio de 2013 en el Teatro Municipal de Río de Janeiro ante distintos representantes de la sociedad civil de Brasil cuando, en respuesta al consejo que éstos le reclamaban como a celestial oráculo, Bocazas redondeó: «mi respuesta siempre es la misma: diálogo, diálogo, diálogo». Trisagio éste pronto incorporado al «Repertorio de sentencias de los máximos benefactores de la humanidad» editado por la Masonic Press, que cobija otras tantas perlas labradas por hombres de la talla de Nelson Mandela, Paulo Freire y Walt Disney.
- Juro, sin sombra de vacilación, secundar al Gran Khan Francisco en sus excursiones punitivas de todos los institutos de vida consagrada aferrados al "se ha hecho siempre así", allí donde se huele incienso y se musitan latinajos o, peor, se celebra esa Misa de antaño, y me comprometo a aplaudir la aplicación de la guillotina sobre los fundadores de tales casas, así sean éstos nonagenarios. Esto sin merma de que luego podamos nosotros mismos dar ánimo a nuestros damnificados atribuyendo sus cuitas a «persecución diabólica».
- Juro y rejuro, y que me vaya en ello la saliva y sus hontanares, desalentar junto con el Sátrapa Mayor de Roma todo esfuerzo misional a fuerza de epítetos, llamando al celo por la salus animarum una "solemne tontería", y haciendo de san Francisco Javier y del padre De Foucauld unos agentes del odioso imperialismo occidental. Pues, en palabras del propio Francisco, «si la educación de un chico se la dan los católicos, los protestantes, los ortodoxos o los judíos, a mí no me interesa. A mí me interesa que lo eduquen y que le quiten el hambre» (entrevista con el periodista brasileño Gerson Camarotti, de la cadena Globo News, 29-VII-2013).
- Juro profesar, en consonancia con el Payaso Malvado, una apocatástasis casi sin mancilla, donde aun el «pobrecito Judas» tenga su lugar entre las Jerarquías celestes y donde el infierno vacío de Von Balthasar contenga, por razones de congruencia, sólo una exigua minoría de réprobos: los católicos "fundamentalistas". Y para no contradecir la enseñanza perenne de la Iglesia acerca de la necesidad de la gracia para alcanzar la gloria, afirmaré, con ese nobilísimo tratado de las concupiscencias (Amoris Laetitia, 301), que «ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada 'irregular' viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante».
- Asumidos todos estos puntos, juro, a lo último, con pacata y asnal docilidad, prestar mis lomos a la montura que sobre estos dispongan otros extender para que, perinde ac cadaver, Francisco me lleve así ensillado donde él juzgue conveniente, incluso al precio de que caigamos ambos en el hoyo ultramundano. Me quedará al menos la tranquilidad de haber practicado la obediencia hasta el heroísmo. 

No hace falta acotar que estos puntos del juramento pueden ser ampliados o sustituidos por muchos otros de similar inspiración: tanto los ágrafa como los documentos de Francisco surten sugerencias a raudales.  Cuanto al uso que los sacerdotes fieles pudieran hacer del texto del juramento cuando éste les sea extendido, acá consta uno el más apropiado:


                                       
                                       

15 comentarios:

  1. Es un gusto volver a leerlo, estimado Flavio. Hago votos para que nos deleite con su prosa con mayor frecuencia. En efecto, juramento de fidelidad muy probable que iría de la mano con la canonización de los papas conciliares, para que los despistados fieles se crean eso del "Pentecostés" de Vaticano II, pretendido "signo de los tiempos" y "soplo del Espíritu Santo" para impulsar a la Iglesia hacia su indispensable "aggiornamento", el abandono de la Cruz, el desprecio de la verdad revelada y el maridaje espureo con el espíritu del mundo...

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    1. Y ahora el Guasón de Roma salió con que después de canonizar a Pablo vI quedan Benedicto y él en la lista de espera...

      Una broma llena de cinismo, está diciendo que la Roma conciliar se convirtió en una fábrica de canonizaciones exprés, una especie de máquina de hacer chorizos para el cielo .

      Claudio

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  2. Don Flavio: ¿sabe dónde está el anillo papal de Benedicto XVI? ¿Fue pulverizado acaso? Reflexionen sobre esto: ¿Qué ha sido del anillo? Es de vital importancia. ¿dos papas? ¿o tal vez tres? (lo digo por Gregorio XVIII, el sucesor de Siri)

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    1. Lo de Gregorio XVIII es una caricatura. La hipótesis "Siri papa" parece negada por el propio cardenal Siri, que después del cónclave de 1958 no tuvo empacho en ser nuevamente candidato en el de 1963 y en los dos de 1978, con conocidos resultados.

      Sobre el anillo papal de Benedicto, no sé decirle más que -para mayor confusión de la que hoy campea- se lo ha visto numerosas veces después de su abdicación vistiéndolo como si nada. Creo que existe el propósito de enloquecer al pusillus grex: los modernistas, alcanzado el gobierno eclesiástico, se han revelado unos ironistas consumados.

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  3. Sr. Infante:

    No creo que el tema relativo a Siri se pueda tomar tan a la ligera. Una de las visiones preclaras de Ana Catalina Emmerick bien hablaba del "papa prisionero" (el cautiverio de Siri fue muy real), lo mismo que La Salette confirmaba el "eclipse" de la Iglesia (partamos de la base de que la Neo-Iglesia no es pues la Iglesia). Surgen por lo demás dos preguntas pertinentes:
    - Una, la relativa a la primera fumata blanca del Cónclave del 58. Un espacio de tiempo suficiente para que la masonería hiciera la propio, imposibilitando la coronación de Siri en la plaza de San Pedro, estando no obstante ya proclamado papa como Gregorio XVII. Y permitiendo en consecuencia que entrara el masón "Juan XXIII" como nuevo actor en escena.
    - Otra, la que respecta a las declaraciones efectuadas por el propio Siri en 1988 a un prelado vietnamita sobre la conspiración de que había sido objeto; Siri moriría al año siguiente (¿asesinado?).
    En fin, circula un audio por la red, datado en 2015, que ofrece algunas informaciones bastante inquietantes, por fidedignas, de todo este entramado siniestro:

    https://www.youtube.com/watch?v=luW0-Qk_H4E

    Juzgue usted, Sr. Infante, este audio.

    Gracias por su esfuerzo,

    UNO QUE ESTÁ DE PASO

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    1. Bien lo dice la conclusión del audio que Ud. trae a cuento -audio, por cierto, algo confuso, con palabras que se superponen y notorios solecismos y tropiezos sintácticos: sólo Dios sabe si..., etc. Se citan informes que luego desaparecieron, la confesión del propio Siri a un sacerdote vietnamita de quien ni siquiera se revela la identidad, etc. No deja, por lo demás, de señalarse que el cardenal Siri reconoció siempre como papas a los elegidos en 1958, 63 y 78. ¿En qué quedamos? ¿El solo temor a morir ("no temáis a los que pueden matar el cuerpo...") habría sellado los labios del auténtico papa para permitir el triunfo de una impostura de tal relevancia, de tan terribles consecuencias para la Iglesia?

      Todo puede ser, pero en este terreno se debe ir a lo seguro. La visibilidad de la Iglesia así lo exige: imaginar papas y colegios episcopales que permanecen en algún recodo ignoto durante lo menos sesenta años (al día de hoy, podrían ser más si la historia siguiera su curso), desconocidos de todos, parece poco seguro. La crisis y la defección de los últimos papas deben explicarse al margen de elucubraciones fantásticas.

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    2. Sr. Infante:

      Me permito enviarle otro audiovisual más preciso que el anterior sobre la cuestión capital, donde se desvelan identidades como la del prelado vietnamita:

      https://www.youtube.com/watch?v=jPS6wmh_hZE

      La voz del confuso audio compete a un robot-lector. De ello su artificiosa lectura del texto.

      EL QUE ESTÁ DE PASO

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    3. La intromisión de la masonería en el cónclave, en vistas de todo lo que vino a partir de aquel que consagró a Juan XXIII (en vistas, v.g., de la Ostpolitik de éste y de Paulo VI, por citar uno entre muchos estropicios) es hipótesis verosímil, por cierto. Pero no basta con la verosimilitud para conocer la verdad histórica. Apuntar a una tesis fidedigna exige exponer una serie de datos incontrovertibles que la fortalezcan. Sigue resultándome endeble e insuficiente lo que se muestra en el audiovisual a propósito del sacerdote vietnamita. Estos audios no responden satisfactoriamente a las objeciones que le propuse antes. La demora de 31 años para matar a Siri (según éstos, habría muerto asesinado), a quien durante nada menos que tres décadas se le habría concedido guardar un lacerante secreto que lo tenía por involuntario protagonista, es proclama cuanto menos hilarante. Comparar -como lo hace el audio- el conocimiento que Cristo tenía de las intenciones criminales de Judas sin exponerlo ante el colegio de los Apóstoles para que se cumpliera Su misión, comparar, digo, este misterio de Nuestro Señor con el supuesto silencio tresdecenal del cardenal Siri ante la impostura que el enemigo habría urdido, es excesivo y fantochesco.

      Mucho más creíbles me parecen las razones que aduce en el siguiente link

      https://www.youtube.com/watch?v=7SQ8pJi4wCk

      el fatimista padre Gruner, quien admite que el cardenal Siri pudo ser probablemente electo por más de los 2/3 de los votos, pero que (sin negar en esto lo que toque a la presión masónica) no habría aceptado su elección -siendo la aceptación libre y voluntaria elemento indispensable para la validez de la elección del nuevo papa. De ser así, Siri no habría sido nunca papa en absoluto.

      Pero trae un dato más: un hombre francés que sostenía la "tesis Siri" interrogó al mismo poco antes de su muerte (fines de los '80) acerca de si había ciertamente sido elegido papa, a lo que éste respondió cubriéndose la cara con ambas manos y permaneciendo en esta postura en silencio por varios minutos. Finalmente se descubrió para decirle: "no puedo responderle porque estoy sujeto al voto de silencio del cónclave". De donde el padre Gruner concluye que «esto demuestra que Siri no fue nunca papa, porque el papa tiene el poder de infringir el voto de silencio del cónclave».

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    4. Si aceptó, si fue papa. Mentira, Gruner no llegó a esa conclusión, esa versión de lo que dijo el padre Gruner está falseada, como todo lo que maquillan los modernistas.

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    5. La suya es una argumentación prolijísima, digna de una disputatio de alto vuelo.

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    6. ¿Y el cónclave de 1992? ¿Curioso año, verdad? Año de la reforma posmarxista. Tras la caída del muro y el desmantelamiento de la URSS, la remanente católica sólo podía poner a limpio la estructura interna no visible. Este singular efecto de simultaneidad entre la Neoiglesia y la Iglesia eclipsada hacen comprensible lo anómalo de esto. Las al menos 5 hipótesis sobre el proceder de Siri bien pueden estar vinculadas con la amenaza atómica. No sobre su sacra testa, sino sobre el eje del Kremlin refractario a Roma. Antes de su hundimiento en las cloacas del estado de bienestar, claro.

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    7. las cloacas del estado de bienestar...jaja buena esa.

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  4. Una observación: la Iglesia será eclipsada en el final de los tiempos. ¿Son estos los tiempos finales? Un buen prelado amigo mío así lo cree. El APOCALIPSIS. PRIMERA TROMPETA. No sería por tanto descabellada esa tesis. Precisamente por lo retorcida que es. "Creo porque es absurdo", dijo el gran Tertuliano.

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  5. La cosa es tan opaca que nos hará no ver viendo.

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  6. thepopeinred/ cardenal Siri y su elección como Papa Gregorio xvii

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