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Zurbarán, La Inmaculada |
Debió ser sin desmayo subidísima
-allí donde urde el Trino su designio-
la hora, previa al tiempo, en que el aliño
se aparejó para la flor santísima.
Dealbado lampo, aurora toda lis, y más
que el ojo sepa, al par lo ebúrneo y lo ígneo.
Tomó Madre el Criador para su Niño,
de entre sus maravillas, la honestísima.
Previstos culpa y pena, y prevenido
el santo precio del rescate nuestro,
Dios se quedó suspenso en su criatura
y, al cabo de un eterno tris, sin ruido
dio forma al mundo, y su cincel maestro
posó sobre la que es nuestra ventura.