lunes, 24 de diciembre de 2018

EN LAS VÍSPERAS

Murillo, Adoración de los pastores, ca. 1650

Como en el pasaje del Cantar de los Cantares, en que el propio Esposo le advierte a su amada

si no sabes, bellísima pastora,
el valle, dó apasciento el mi ganado,
toma tus cabritos, y á la hora
seguirán el camino más hollado;
caminando por él vernás dó mora
el tu dulce pastor, y desposado;
allí podrán pascer los tus cabritos
entre los de los otros pastorcitos
(1, 7, versión de fray Luis de León),


así fueron conducidos los pastores de Belén al estrecho sitio donde hacía mora el Deseado de las naciones. El mismo que «apascienta el su ganado», sus fieles todos, ante el misterio entrañable de su Nacimiento, objeto de una contemplación gozosa que no puede sino dejar algo de su estela y carácter aun en este mundo en densas sombras. Porque así como los réprobos y los demonios no pueden evitar doblar sus rodillas -malsugrado y en el hondo abismo de su presidio- ante el santo nombre de Cristo, del mismo modo el emputecido mundo post-cristiano sigue otorgándose por estas fechas una alegría profanada que es vestigio último de la fe de otras edades. Y pese al otrora abortado intento de la Revolución de alterar el uso de los tiempos y las calendas, las naciones y pueblos todos continúan numerando sus años a partir de aquel Acontecimiento que principia nuestra Redención.

Los cabritos de nuestras facultades irán prestos a adorarlo, allí por el camino previamente hollado por los patriarcas, los profetas, los Apóstoles, los mártires, los doctores y todos los santos, por la Iglesia en la admirable suma de sus enseñanzas. Irán a pacer en la rendida contemplación de este misterio que nos alegra en los hondones e instruye nuestro ánimo en la expectación del definitivo Adviento. 

Se canta hoy esa antífona que nos recuerda el modo como sólo Dios sabe hacer las cosas: orietur sicut sol Salvator mundi, et descendit in utero Virginis sicut imber super gramen; «saldrá como el sol el Salvador del mundo, y descenderá al seno de la Virgen como lluvia sobre la pradera». Porque pese a la variedad de las tesis naturalistas, de un cosmos cerrado sobre sí mismo cuya autosuficiencia no es sino el embozo de su autofagia y de su desesperación, la gloria del sol no se limita al noble cometido de iluminar y caldear el mundo, sino en significar la Providencia divina. Ni el rocío fue creado sólo para humedecer la tierra febriscente, sino para ser feliz analogía del misterio de la Encarnación y el Nacimiento. La tierra para el Cielo, porque hoy es Navidad.