miércoles, 25 de octubre de 2017

AUTONOMÍA SÍ, PERO DE DIRECCIÓN OBLIGATORIA

por Cesare Baronio
(traducción del original por F.I. 
Fuente aquí)

Todas las utopías anticristianas, sean las religiosas que las políticas, se presentaron bajo la apariencia de un movimiento popular desde abajo, mientras que en realidad se inpusieron con los métodos de la tiranía: fueron una tiranía la Pseudoreforma luterana, el cisma anglicano, la Revolución francesa, el Risorgimento, el comunismo, el nazifascismo, el Concilio Vaticano II. Lo son hoy las democracias en las cuales se impone a las masas la teoría gender, el matrimonio homosexual y la invasión islámica. No constituye una excepción la neo-iglesia, cuyo princeps demuestra en los hechos un autoritarismo y una arrogancia en el ejercicio del poder del todo opuestas a los pretextos de democratización y colegialidad que nos llegan desde la curtis.

Heredero y servil ejecutor del Vaticano II -diga lo que diga Socci-, Bergoglio está hoy llevando a cumplimiento lo contenido in nuce en aquella infausta junta, que impuso  a la Iglesia las decisiones de conventículos de expertos progresistas con la complicidad y la connivencia de sus Papas. Puesto que aquello que las bellas almas del Concilio llaman excesos no son otra cosa sino la coherente aplicación de la voluntad partisana y facciosa de una élite.

El grotesco documento Amor laetitiae demuestra que la pretendida autonomía del Episcopado y de las Conferencias Episcopales en clave colegialista y parlamentarista, lejos de tomarse a pecho la salvación eterna de concubinarios y adúlteros, debe leerse ad mentem Bergollei, es decir, con la decidida intención de admitir a los sacramentos a quienes resulten indignos de ellos. Y si por un lado hay algunas Conferencias Episcopales que confirmaron la disciplina tradicional, por el otro la praxis asumida es que los divorciados pueden comulgar en el Sagrado Banquete y participar de la vida sacramental de la Iglesia. Lo prueba la entusiástica acogida de Amor laetitiae de parte de la Conferencia Episcopal alemana y de la maltesa, la censura de no pocos obispos para con los clérigos refractarios a la novedad y las expulsiones de docentes críticos con aquel documento en ateneos nominalmente católicos. Es inútil decir que dentro de las Murallas Leoninas la simple sospecha que un oficiad de Congregación pueda no estar alineado alcanza para decidir su despido. En las barbas mismas de la parrhesia. De poco valen los Dubia y las correcciones filiales, las peticiones y las recolecciones de firmas, ignorados con tiránico desprecio por Bergoglio.
El motu proprio Magnum principium no es la excepción. Otra vez más, con el pretexto de una mayor democratización y de una más difundida participación del episcopado en el gobierno de la Iglesia, es evidente que la libertad y la autonomía concedidas a las Conferencias episcopales y a los obispos pueden ejercitarse sólo y exclusivamente si están en línea con la voluntad del Príncipe. 

Y he aquí la prueba.

Imaginemos por un absurdo que sea posible delegar a las Conferencias episcopales nacionales la disciplina litúrgica, y que la Santa Sede quisiera realmente que toda traducción de los textos litúrgicos sea congruente con la sana doctrina, aunque más no sea en la diversidad de las lenguas vernáculas.

Imaginemos que una Conferencia episcopal o un Ordinario, a instancias del motu propio de altisonante incipit Magnum principium, legisle en sentido tradicional, estableciendo, por ejemplo, que las palabras de la consagración pro multis sean fielmente traducidas, aplicando aquello que había mandado -sin ser escuchado- Benedicto XVI en la Carta al presidente de la Conferencia episcopal alemana del 14 de abril de 2012.

Imaginemos que los obispos de un hipotético Estado, acaso apelando a la Sacrosanctum concilium, decidan que de ahora en más será obligatorio celebrar la Misa en lengua latina -usus linguae latinae in ritibus latinis servetur-, limitando el uso del vernáculo a casos específicos y esporádicos.

Imaginemos que éstos, aplicando el motu proprio Summorum Pontificum y sus normas anejas emanadas por la Santa Sede, impongan al clero nacional el saber celebrar en la así llamada «forma extraordinaria». Imaginemos que dicha Conferencia episcopal establezca que en cada parroquia por lo menos una Misa dominical se celebre en rito antiguo.

¿Creéis que Bergoglio -según sus palabras, tan respetuoso de la descentralización y de la autonomía de las Conferencias episcopales- aceptaría que en esa nación el motu proprio Magnum principium se entienda en sentido tradicional? ¿Creéis realmente que no intervendría? ¿Creéis que dejaría impunes a los obispos de aquella nación? ¿O no usaría más bien el propio poder y la propia autoridad directa, inmediata y absoluta, para restablecer la Babel litúrgica y doctrinal, desautorizando la decisión de los obispos?

Por otra parte, si no tuvo escrúpulos en corregir públicamente al Prefecto de la Congregación para el culto divino, cardenal Sarah, con mayor razón no tendría problemas en hacerlo con el obispo de una diócesis o de una Conferencia episcopal, cosa por lo demás ya verificada anteriormente en otros clamorosos casos, empezando por el indecoroso escándalo de la Orden de Malta o, más recientemente, con las subterráneas interferencias en la  discrepancia planteada por la Conferencia episcopal polaca a propósito de Amor laetitiae.

He aquí entonces demostrada la facciosidad del documento papal. El cual usa como pretexto la autonomía de las iglesias nacionales con el único objetivo de delegar en éstas -como ocurre ahora con Amor laetitiae- la introducción de normas laxistas y permisivas, la aprobación de praxis cada vez más progresistas y ecuménicas, con la certeza de que en los lugares de poder hay personas que secundan la voluntad del soberano absoluto.

Y justamente como con Amor laetitiae hay muchas Conferencias episcopales que admiten a los concubinarios a los sacramentos y sólo algunas que confirman la praxis católica tradicional, así en el ámbito litúrgico tendrá que haber Conferencias episcopales que supriman el aspecto sacrificial de la Misa para introducir la intercomunión con los protestantes, mientras sólo algunas -mal toleradas, y apenas de momento- siguen no autorizándola, siquiera oficialmente. Y ciertamente sin tener ninguna posibilidad de obligar a los propios clérigos a obedecer, desde el mismo momento en que a éstos les bastaría posar sus piececitos en el refectorio de Santa Marta para verse reintegrados en las propias funciones.

¿Otro ejemplo? Tomemos a los cismáticos de Oriente: los únicos puntos en común sobre los cuales versa el diálogo ecuménico son aquellos que debilitan el primado petrino, mientras que en lo tocante a la sacralidad de los ritos se calla obstinadamente, en vista de que no avanzan en la dirección querida por Bergoglio y amenazan con dar crédito a aquellos que piden una liturgia más decorosa. Y viceversa, con los heréticos protestantes se dialoga de intercomunión -por ahora sólo en ciertos casos, pero ya sabemos cómo terminan estas cosas-, al paso que ésta es impracticable y conduciría a la distorsión del edificio doctrinal católico en su totalidad.

Lo mismo vale para el jus soli. Si gracias al mismo se concediera la ciudadanía italiana a inmigrantes católicos como los filipinos, nuestra Italia no tendría que temer una pacífica convivencia con estos nuevos ciudadanos que, por su parte, harían un precioso aporte a la defensa de la común tradición cristiana y de los comunes valores morales y espirituales.

Pero éste no es el objetivo por el que Avvenire y los políticos promueven el jus soli: ellos quieren que vengan a Italia mahometanos e idólatras y paganos y ateos, de modo de borrar los últimos restos de catolicidad de nuestro país. Y si ocurriera de veras que un contingente de filipinos tuviese que desplazarse hacia Italia, se les exigiría de inmediato el juramento de fidelidad a la laicidad del Estado y se condicionaría la concesión de la ciudadanía a las aceptación del aborto, la eutanasia, las parejas gay, etc.

Verba volant -las palabras llegan a todas partes- y scripta manent -las cosas escritas quedan en el papel. Que lo tengan en cuenta quienes creen poder obtener ope legis aquello que en los discursos de ocasión y en las intemperantes telefoneadas de Santa Marta se pone diariamente en tela de juicio.

miércoles, 18 de octubre de 2017

DIÁLOGO ENTRE PRÓFUGOS

Resulta que en otra de sus excéntricas premáticas, S.S. Francisco ordenó la salida de veinte convictos para llevarlos a cenar consigo al interior de una parroquia boloñesa convertida a la sazón en taberna, y que dos de ellos, aprovechando la confusión nocturna y la increíble confianza concedida por los guardiacárceles a instancias de la proverbial misericordia del romano pontífice, se dieron a la rauda fuga. ¡Desagradecidos! Un testigo privilegiado pudo escuchar la siguiente conversación entre los prófugos, mientras ambos fumaban reposadamente sus toscos cigarros al pie de la torre degli Asinelli.


- ¿Este pontífiche é así porque é arquentino, o porque está imbebido de modernismo hasta el tuéstano, me podés decire? ¿É cierto lo que alcuno dícono, que hay dos Franchesco, que uno é el que anda con lo arrumacos a maometes e cudíos, el que dice "quien soy cho para cusgarre" ni que sea a lo mosesuales, e que el otro é un temíbile tirano e un "compadrito", como le dícono en Bóeno Sáeres a lo buscapleitos? ¿Sono dos persona distinguíbiles, o é un caso quilínico de "disdoblamiento de la personalitá"? ¿O más biene é un histrione, un hypokrites, un hombre de teatro? ¿É como un Cano bifronte por enfermedade, o por cárculo?

- E cho que sé... Dícono que así hacía el quenerale Perón, que quería hacerse amigos a destra e sinistra, que no le negaba sonrisa e embeleco a nadies, pero que era como un nene malecriado en lo íntimo de su reales aponsentos. Lo sicólogo háblano de "narchisismo patolóquico", e que é piore que la peste. Sono personalidade que paréceno piola, macanuda, como dícono lo porteños, quente que le gusta andare con la quente, pero que úsano a lo otros para su proprio fines. Sono manipuladores muy astutos e temíbiles, e se rivélano como realemente sono cuando se enocan, e se enocan cuando alcuno les estorba lo planes.

- Mamma mía... Meno male entonce que nos escabuchimos del convíteno. Cho que no le tengo miedo a nada, que maneco el revólvere da cuando tenía dódiche años, le veo a éste un risplandore feo en lo' ocos que me da terrore. Parece el caporale de la camorra.




- Aparte, cho no voy a entrare en la iglesia así nomase. Despué de mi primera comunione, que vino mi tía Assunta de Calabria a verme, e que vinieron mi primos de la campaña, despué de eso no entré más, e cho sé que esiste el pecado y la mala voluntade por espiriencia propria, anque lo cura modernos me dícano que no, que somo todo buenos. E sé que hice mucha cosas que a Dios no gústano, e no soy tanto fachatosta e caradura de sentarme a comere sangüichitos delante del sagrario. Cho robo a punta de pistola, pero en mi casa me insegnaron el rispetto. No sé cómo se lo permítono al Franchesco ése, no sé como Dios no le manda un lampo o relámpasgo del cielo.

- Lo deca que colme la medida para que pase lo que se diche de la grande puttana en el Apocalinse, «el cáliche que os dio a bebere, que se lo beba tresdoblado». Esto se créeno que uno é idiótano, que uno no tiene conciénciano, que uno no sabe que hace el male líberamente, e que uno no tiene ni un poquito así de vergoña como para ir a profanare la casa de Dío. É la machore paradoca de esta cabezas confundidas, que háblano del primado de la conciénciano e despué la niégano nei fatti.

- Tiéneno todo revuelto en lo sesos, donde la natura y la gracia les parece la mesma cosa. Despué le dícono pelaquianos a los que trátano de secundare a la gracia, a los que se mortifícano e háceno alcuna penitenza. Sus enchíclicas, ópera magnas del equínvoco, dícono cosa come: «mediante la encarnacione, el Hico de Dios se ha unito en cherto modo con cada hombre, con cada uno se ha unito Cristo para sempre camás». E la vita, de drama qu'era, se converte ora en una comedia o un entremese. La questacione o el nacimento del hombre é iguale a su redencione, e'l batismo non é masse nechesario. Toda la reliquiones condúcheno a Dío.

- Que se lo cuénteno a su agüela. Esta quente, como todo lo hicos de la rivoluzione, cospírano contra sí mísimos, son autodistrutivos. Despué de toda esa querga pseudo-psilosónfica viene la apostasía de los sencichos, la baca tasa de batismo e de matrimonios, e la siete redomas del Apocalinse. E cho digo más: l'aumento de la criminalitá en la sociedade, e de lo sucidio, e toda la miseria cunta, todo eso tiene por causa formale la defezione del clero. Sígano escribiendo macanas que van a empezare a volar lo misile intercontinentales.

- Franchesco con su ocurrencias é un equemplo vivo de ese apetito aniquilatore. Que nos largue a nosotro, que fuimo calificados de "socialemente periglosos", é todo un signo. ¿O qué se creíbano? ¿Que despué de la funcione para la cámaras íbamo a volvere tranquilamente tra la recas? ¿Que íbamo a prestarle a Franchesco nostra traquinada humanitá para que lo apláudano en todo el mundo sin recibire más que un po' de comídano y un vaso de vino? Piensa iguale que lo demagongos del conurbano, pero acaba liberando periglos en la vía pública, pior que Pandora. No tuvo en cuéntano que nosotro somo más furbi que su votantes.

- Aparte del rédito que espera ottenere de su questos demagóquicos, cho creo que lo hizo esprofeso. L'abolicionismo é consecuenza de toda la dotrina envelenada que suscríbono. Si no hay inferno o está vacío, ¿para qué castigare a lo malandrines aquí en la terra? La nocione de custicia é anticuada, ossolenta, e debemo andare avante con lo tempos, que córreno como la liebre y el galgo, como el vento. E éste é un ventarrone que abre la cárceles e suelta a lo convíctonos a disfrutare del futuro promisorio. Su macaderías evolucionistas asimílano su famoso Punto Omega con el Magno Chaos.

En este instante de sus animadas pláticas, una mano robusta se les posó en los hombros, reclamándoles la vuelta al presidio.

- [El agente de policía] No me dígano que no son ostedes, lo prónfugos Rino Pipistrelli y Salvatore Costacurta. Los reconocí por l'identiquís. Hay que volvere a la ergástola, donde los confinó la legalitá burlada ma non troppo. Vamo, vámose... [empujones]

- ¡Eh, eh...! Si estamo aquí, aprovechando la fresca, é por el auspicio de Papa Franchesco, qui solvet vincula. Osté tiene que sabere que entramo en lo tiempos de la misericordia, e que Papa Franchesco nos dio un salvoconduto para ire a fumare un cigarro al esteriore cuando queremo, libre como lo pácaros. ¿No sabía osté que Franchesco incorporó a la dotrina católica l'enseñanza de Michel Foucault sobre la cárcele, e que la hizo ojeto de una síntesi amirábile con la teoría de las tres edade del de Fiore, todo el concunto respaldado en su ghost writer, el Tucho Frenández? ¡Eh! [más empujones]

Y aunque por conveniencia intentaran ahora el panegírico de Francisco los mismos que un momento antes lo ponían en sus trece, todo por ver si esto surtía algún efecto favorable a su amenazada libertad (este camaleonismo también lo mentaba al pontífice), el agente no parecía dispuesto a dejarse influenciar por el joaquinismo de un par de reos ni por las pamplinas del clero conciliar. Más bien a empujones, palos y puntapiés bien asestados, les demostró la congruencia de la pena con el delito, y los devolvió a aquel oscuro rincón tan representativo del purgatorio, de donde ciertamente no se sale hasta haber pagado el último centavo.

miércoles, 11 de octubre de 2017

CON VOZ DE DRAGÓN

Nuestro amigo y colaborador Alejandro Sosa Laprida acaba de publicar una obra que compendia sus dos anteriores sobre Francisco, ya reseñadas aquí y aquí. La novedad mayor de esta edición es que es argentina (las anteriores eran francesas), lo que supone una mayor facilidad de adquisición de la misma en nuestro medio.

Se lee en la contratapa: la obra devastadora perpetrada por Francisco supera lo imaginable: necesidad de una conversión ecológica; pedido de perdón a los «gays» por haber sido «discriminados» por la Iglesia; construir una «nueva humanidad» a través de la «cultura del encuentro»; la Iglesia y la Sinagoga poseen la «misma dignidad»; María y la Iglesia tienen «defectos»; Lutero no se equivocó con la doctrina de la justificación; los Estados católicos son incompatibles con el sentido de la «Historia»; los musulmanes son «hijos de Dios»; la pena de muerte para los criminales es «inadmisible»; la especie humana «se extinguirá» algún día; no existe un Dios católico; la multiplicación de los panes no tuvo lugar; Dios se sirve de la evolución y no hace «magia»; el matrimonio cristiano no es más que un «ideal»; transmitir la fe en el lenguaje de los luteranos o de los católicos es «lo mismo»; la Iglesia en el pasado tuvo «comportamientos inhumanos» pero gracias al CVII aprendió el «respeto» hacia las otras religiones... La lista es interminable. Este estudio no se propone ser exhaustivo (pero, ¿cómo podría serlo, sin adquirir proporciones enciclopédicas?): sólo tiene el modesto objetivo de pasar someramente revista a las principales aberraciones y estragos consumados por este hombre idolatrado por los medios de comunicación del sistema y adulado por todos los enemigos de la Iglesia. Las iniquidades de este pontificado son de una tal amplitud e indecencia que no puede uno impedirse el decir con el salmista: 

«¡Levántate, Juez de la tierra! ¡Da a los soberbios el pago de sus obras! ¿Hasta cuándo, Señor? ¿Hasta cuándo triunfarán los malvados? ¿Hasta cuándo hablarán con arrogancia y se jactarán los malhechores?» (Sal. 94, 2-4)

Ejemplares disponibles en Librería Club del Libro Cívico, Marcelo T. de Alvear 1326/48 - local 147, Teléfono/fax: 4813-6780, 1058 Capital Federal - República Argentina. Atención: lunes a viernes de 12:00 a 20:00.

Un extracto de la obra puede leerse aquí.

lunes, 9 de octubre de 2017

LA PESTE SEPARATISTA

Así como el demonio hace las ollas pero olvida las tapas, así los organizadores de la nauseabunda intentona secesionista en Cataluña deben haber omitido el carácter de la fecha escogida para iniciar la marcha hacia la ruptura: el 1º de octubre, desde los tiempos del papa León XII y por petición del infausto rey don Fernando VII ya libre del cautiverio napoleónico, ha sido el de la conmemoración del Ángel Custodio de España.

Que hay ángeles protectores de las naciones como los hay de los individuos es cosa que está en nuestro acervo religioso, con suficiente fundamento escriturístico en el capítulo X de Daniel, donde se habla de Miguel como del protector de la nación israelita, y donde se hace también alusión al ángel de Persia. A partir de este dato revelado y de las posteriores y fecundas indicaciones paulinas, la angelología tributaria del Areopagita situará en el séptimo coro angélico a los principados como guardianes de las naciones. Que esta lección haya sido olvidada, soterrada bajo múltiples estratos de indiferencia, ignorancia, memez y vacuidad, es consecuencia más que apropiada a tiempos como los que corren, de consumada idolatría de las pasiones y de un desborde de la superbia vitae tal de ignorar el gobierno providencial del universo, del que los ángeles resultan agentes los más eficaces. No menos providencial (hacemos votos) puede resultar la amnesia que a este respecto han demostrado los demoledores de la unidad de España, con el ángel concitado a lidiar, envuelto en piel de toro, contra el antiguo enemigo y sus actuales personeros. Y aunque nos parezca bien poca cosa apelar a la constitución y a la democracia para oponerse adecuadamente a la Revolución, y aunque disuene no poco la presencia de un Vargas Llosa como orador de la salutífera reacción, la convocatoria a «recobrar la sensatez» resulta poco menos que balsámica en estos días que son los de la cosecha de los frutos del solipsismo cultivado a lo largo de toda una era histórica, días del nec plus ultra de la atomización de las sociedades, en los que la autoafirmación confluye con la autodestrucción en paradoja más aparente que real.

Los "rostros" del independentismo.
Todos degenerados y, para colmo, anglófonos
Se presagia un "efecto contagio" en muchas otras regiones del globo afectadas de parecido morbo secesionista, justo al tiempo que los misiles intercontinentales se han vuelto objeto de exhibición. Las «guerras y rumores de guerra» en todas las esferas, desde la doméstica hasta la supranacional, se han vuelto el sino invariable de la demencia antropolátrica. Más acá de toda facilista remisión del caso a la naturaleza humana, queda clarísimo, a quien escrute la historia con un mínimo de acuidad, que las guerras se han multiplicado extraordinariamente desde que las élites en el poder decidieron lo mismo que los judíos hace dos mil años: «no queremos que Éste reine sobre nosotros». No es utópico afirmarlo, porque tendrá lugar con la Parusía: de este horror se sale instaurando todo en Cristo.