martes, 13 de diciembre de 2016

FRANCISCO, COMUNISTA Y EXCOMULGADO

porAlejandro Sosa Laprida
(puede leerse en formato pdf aquí)

Misa pontifical en la plaza de la Revolución, en La Habana, 
con Jesucristo junto al Che Guevara

« Francisco », el actual ocupante del Trono de San Pedro y supuesto Vicario de Cristo, concedió una nueva entrevista el 7 de noviembre pasado a su confidente y portavoz oficioso, el periodista italiano laicista y abortista Eugenio Scalfari, el cual fue publicado, como de costumbre, en el cotidiano izquierdista La Repubblica[1], del cual Scalfari fue uno de los  fundadores y el primer director. Uno ya ha perdido la cuenta de los reportajes, entrevistas y conferencias de prensa en los que « Francisco » ha sembrado el caos y la confusión entre los católicos con su pseudo magisterio mediático, y la verdad es que no le quedan ya a uno ni ganas ni energía para continuar analizándolos y denunciándolos públicamente.

Y esto, por dos motivos principales. En primer lugar, porque se trata sin cesar del mismo discurso naturalista archiconocido que busca transformar el catolicismo en una ONG laica y derecho-humanista en conformidad con el objetivo de la masonería. En segundo lugar, porque uno supone que quien todavía no haya abierto los ojos, tras casi cuatro años de aberraciones bergoglianas al por mayor, difícilmente lo hará por leer una enésima crítica de su enésima entrevista. Si, a pesar de esto, me he decidido a hacerlo, es porque en ésta queda establecida sin atenuantes la adhesión de Bergoglio al ideal socialista, por la cual incurre en la excomunión automática -latae sententiae- según declara el decreto de la Congregación del Santo Oficio del 1 de julio de 1949, que citaré más abajo, luego de las palabras de Bergoglio afirmando que « son los comunistas los que piensan como los cristianos »[2] A continuación transcribo una parte de la entrevista:

Scalfari:  Santidad -le pregunté- ¿qué opina de Donald Trump?

Francisco: « Yo no opino sobre las personas ni los políticos, sólo quiero entender qué sufrimientos provocan con su manera de actuar a los pobres y excluidos. »


Amigo de los enemigos de Cristo y de la Iglesia, 
Francisco sostiene públicamente al tirano comunista Fidel Castro
                                                                                                                                
« Francisco » pretende no opinar sobre los políticos pero, de hecho, los condena de manera tajante por, supuestamente, provocar sufrimiento en « los pobres y los excluídos ». Querer preservar la identidad de un país y cuestionar la doxa multiculturalista e inmigracionista dominante, es objeto del inmisericorde escarnio bergogliano, mientras que reivindicar desvergonzadamente la contranatura,  es merecedor de un indulgente y complaciente« ¿quién soy yo para juzgar? ». Recordemos,a este respecto,sus palabras sobre Donald Trump en la conferencia de prensa aérea luego de su visita a México: « Una persona que sólo piensa en hacer muros, sea donde sea, y no construir puentes, no es cristiano[3]. »

No nos detengamos, en aras de la brevedad, en el aspecto desopilante del Mandamiento Nuevo bergogliano (« construir puentes y derribar muros »), completamente ajeno tanto a la revelación divina como a la doctrina y a la práctica bimilenarias de la Iglesia, sino en el grado de enjuiciamiento y de condena inapelables que pronuncia contra aquellos que se oponen a las invasiones migratorias en sus países respectivos, a los que recusa, lisa y llanamente, el título de cristianos. Es verdad que, para Bergoglio, el mundialismo inmigracionista, multiculturalista y ecologista es más importante que los mandamientos de la ley de Dios y los preceptos de la Iglesia, sin duda insuficientemente « misericordiosos » e « inclusivos »…

Scalfari: ¿Cuál es pues, en este momento tan difícil,  su principal preocupación?

Francisco: « Los refugiados y los inmigrantes. Sólo una pequeña parte son cristianos, pero esto no cambia la situación en lo que a nosotros respecta. Sus sufrimientos y sus angustias. Las causas son muchas y hacemos todo lo posible para eliminarlas. Desgraciadamente, con frecuencia se trata de medidas rechazadas por la gente que tiene miedo a perder el trabajo o a que disminuya su salario. El dinero está en contra de los pobres, y además en contra de los inmigrantes y los refugiados, pero también están los pobres de los países ricos, que temen que se acoja a sus similares provenientes de los países pobres. Es un círculo vicioso que hay que detener. Hay que derribar los muros que dividen: intentar aumentar el bienestar y hacer que sea más difundido, pero para lograr esto necesitamos derribar esos muros y construir puentes que permitan disminuir las desigualdades y aumentar la libertad y los derechos. Más derechos y mayor libertad. »

Resulta pues que, en un mundo totalmente descristianizado, en el que la violación de la ley de Dios se ha vuelto la norma (aborto, « matrimonio » homosexual, adopción « homoparental », pornografía, divorcio, contracepción, eutanasia, ateísmo e indiferentismo religioso masivos, « educación » sexual en las escuelas y un larguísimo etc.), lo que más preocupa a « Francisco » es que las corrientes migratorias de masa hacia los países occidentales no sea interrumpida ni detenida, en perfecta consonancia con los designios mundialistas y multiculturalistas de las Naciones Unidas. Los calificativos de « grotesco » y « absurdo » se quedan cortos, ya que nadie ofende a Dios ni se condena por buscar regular, y en caso de necesidad, por impedir, el flujo migratorio hacia su país, lo que sí es el caso de las aberraciones morales arriba mencionadas…
Según Bergoglio, entonces, lo más importante es aumentar y difundir el « bienestar », « derribar muros y construir puentes », fomentar indefinidamente la consecución de nuevos « derechos » y « libertades » que satisfagan los reclamos caprichosos y las reivindicaciones interminables de una sociedad apóstata e inmoral que no busca sino satisfacer sus bajos instintos y sus pulsiones más perversas de manera ilimitada y, sobre todo, que puedan hacerlo con total impunidad y tranquilidad de conciencia…

Scalfari: Le pregunté al papa Francisco si tarde o temprano se acabarían las causas que obligan a las personas a emigrar. Es difícil comprender por qué un hombre, una familia, y comunidades y pueblos enteros quieren abandonar su tierra, los lugares donde nacieron, su idioma.- Usted, Santidad, a través de los puentes que se construirán facilitará el reagrupamiento de los desesperados, pero las desigualdades nacen en los países ricos. Hay leyes que tienden a disminuir esto, pero no tienen mucho efecto. ¿Nunca va a terminar este fenómeno?

Francisco: « Usted ha escrito y hablado a menudo sobre este problema. Uno de los fenómenos que las desigualdades fomentan es el movimiento de muchos pueblos de un país a otro, de un continente a otro. Después de dos, tres, cuatro generaciones, esos pueblos se integran y su diversidad tiende a desaparecer del todo. »

Scalfari: Yo lo llamo un mestizaje universal, en el sentido positivo del término. 

Francisco: « Muy bien, es la palabra correcta. No sé si será universal, pero será más generalizado que hoy en día. Lo que queremos es luchar contra las desigualdades, este es el mayor mal que existe en el mundo. El dinero es lo que las crea y lo que está en contra de las medidas que tienden a nivelar el bienestar y favorecer, por lo tanto, la igualdad. »

Búsqueda del « bienestar », supresión de las « desigualdades » sociales, positividad del « mestizaje universal »: nos hallamos ante el falso evangelio bergogliano expuesto en toda su crudeza naturalista y su horizontalidad inmanentista…

Scalfari: Hace tiempo me dijo Usted que el mandamiento « Ama a tu prójimo como a ti mismo » tenía que cambiar debido a los tiempos oscuros que estamos atravesando, y convertirse en  « más que a ti mismo. » Así que anhela Usted una sociedad dominada por la igualdad. Como Usted sabe, ése es el programa del socialismo de Marx y después, del comunismo. ¿Piensa, por lo tanto, en una sociedad de tipo marxista?

Francisco: « Se ha dicho a menudo y mi respuesta siempre ha sido que, en todo caso, son los comunistas los que piensan como los cristianos. Cristo habló de una sociedad donde fueran los pobres, los débiles, los marginados, quienes decidieran[???]. No los demagogos, no los Barrabás, sino el pueblo, los pobres, independientemente de que tengan o no fe en el Dios trascendente, es a ellos a los que debemos ayudar para que logren la igualdad y la libertad. »

Bergoglio, afirmando que los comunistas piensan como los cristianos, contradice formalmente el magisterio eclesial en la materia, legitima esta ideología anticristiana y antinatural y hace pública profesión de fe comunista al reivindicar su ideal utópico y revolucionario de una sociedad igualitaria, sin que importe en lo más mínimo que sus miembros « tengan o no fe en el Dios trascendente »[!!!]…

Estamos hablando de la sociedad sin clases marxista, del « paraíso en la tierra » comunista, de la utopía revolucionaria bolchevique, laica e internacionalista, sin religión ni fronteras, al estilo de la célebre y subversiva canción Imagine de John Lennon : « Imagina que no hay países, no es difícil hacerlo. Nada por lo que matar o morir, ni tampoco religión. Imagina a toda el mundo viviendo en paz […] Imagina que no hay posesiones, […] una hermandad de hombres.»

Ése es el ideal bergogliano, el de un mundo unificado, sin distinción de clases y exento de desigualdades sociales, un falso paraíso terrestre de una humanidad supuestamente « reconciliada » y « fraterna », viviendo en paz, sin que nada le falte a nadie,  pero huérfana de Dios y construída por el esfuerzo humano, de un modo puramente natural e inmanente, mediante la « cultura del encuentro », la « inclusión » y el « diálogo », el « construir puentes » y el « derribar muros » y la integración social de las « periferias existenciales »...

El ideal de « Francisco » coincide perfectamente con el de Karl Marx y el de John Lennon, situándose en las antípodas de la revelación divina y del magisterio de la Iglesia, los cuales nos enseñan, por un lado, que la paz y la fraternidad humana son utópicas, falaces y perversas si se persiguen prescindiendo de Dios, y, por el otro, que la Jerusalén Celeste, en la que ya no habrá más « lágrimas y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor » (Ap. 21, 4), es un don gratuito y sobrenatural recibido directamente de manos Dios a través de su intervención personal y manifiesta en el desarrollo de la humanidad…

Cito ahora el decreto del Santo Oficio de 1949 declarando la excomunión automática de los adherentes a la doctrina comunista, y muy principalmente, de quienes la difunden:

« A esta Suprema Sagrada Congregación le ha sido preguntado lo siguiente: […] Cuarto: los fieles que profesan la doctrina comunista y principalmente los que la defienden y propagan, ¿incurren ipso facto en la excomunión reservada especialmente a la Sede Apostólica, como apóstatas de la fe católica? Contestación de la Congregación del Santo Oficio: [4]. »

Con lo cual queda claro que « Francisco » no profesa la fe católica, dado que, en virtud de sus doctrina heterodoxa en relación al comunismo, ha  incurrido en excomunión latae sententiae, es decir, automática, sin que se requiera la declaración previa de una autoridad eclesiástica para que se haga efectiva.

Me apresuro a aclarar que, en realidad, este nuevo episodio en la lista interminable de herejías bergoglianas no añade ninguna información substancial ni modifica en absolutamente nada su situación eclesial, harto conocida por quienes seguían con atención su escandalosa trayectoria en la Argentina y también, desde hace casi cuatro años, en el Vaticano. No, ésta no es sino una más de las innumerables pruebas de la no catolicidad de Bergoglio, la cual es, por cierto,muy anterior a su elección al pontificado en 2013[5], pero que, no obstante, considero útil destacar, pues podría ayudar a que algunos desprevenidos pudieran por fin abrir los ojos con respecto al falso profeta argentino…[6]

[…] Scalfari: Nos despedimos con un abrazo muy cariñoso. Le dije que descansara de vez en cuando, y él me contestó: « Usted también tiene que descansar porque un no creyente como usted tiene que mantenerse lo más lejos posible de ‘‘la muerte corporal’’. »

La impiedad de esta última frase es sencillamente incalificable. En vez de preocuparse por la salvación eterna de su impío interlocutor, en lugar de invitar al ateo Scalfari a convertirse a Jesucristo, realizando una verdadera obra de misericordia espiritual, Bergoglio, dando muestras de un cinismo a toda prueba y de un humor negro que produce escalofríos, simplemente lo incita a diferir lo más posible el instante de su muerte y, por consiguiente, el de su condenación eterna. Estas palabras, saliendo de la boca de un supuesto Sucesor de San Pedro y Vicario de Nuestro Señor Jesucristo en la tierra, son, lisa y llanamente, diabólicas…


Francisco recibiendo sonriente el crucifijo comunista 
de manos del presidente boliviano Evo Morales





[2] No es la primera vez que Bergoglio miente desvergonzadamente sobre la cuestión del comunismo, procurando hacer creer a la gente que esta ideología diabólica y anatematizada sin cesar por la Iglesia coincidiría, en sus lineamientos fundamentales, con el mensaje evangélico : « Tuve una profesora de la que aprendí el respeto y la amistad, era una comunista ferviente. A menudo me leía o me daba a leer textos del Partido Comunista. Así conocí también esa concepción tan materialista. Recuerdo que me dio el comunicado de los comunistas americanos en defensa de los Rosenberg que fueron condenados a muerte. La mujer de la que le hablo fue después arrestada, torturada y asesinada por el régimen dictatorial que entonces gobernaba en Argentina. » -¿El comunismo lo sedujo? - « Su materialismo no tuvo ninguna influencia sobre mí. Pero conocerlo, a través de una persona valiente y honesta me fue útil, entendí algunas cosas, un aspecto de lo social, que después encontré en la Doctrina Social de la Iglesia . » Entrevista con Eugenio Scalfari el 24 de septiembre de 2013,  publicada el 1 de octubre en La Repubblica.
[6] Presentar de manera exhaustiva los documentos magisteriales que condenan sin miramientos el comunismo es algo que excede el marco de esta nota. Se recomienda vivamente, cuando menos, la lectura integral de la encíclica Divini Redemptoris de Pío XI, de la cual transcribimos el siguiente pasaje a modo de ilustración, para convencerse definitivamente de la incompatibilidad radical existente entre la enseñanza de la Iglesia y las elucubraciones bergoglianas: « Condenaciones anteriores. 4. Frente a esta amenaza, la Iglesia católica no podía callar, y no calló. No calló esta Sede Apostólica, que sabe que es misión propia suya la defensa de la verdad, de la justicia y de todos aquellos bienes eternos que el comunismo rechaza y combate. Desde que algunos grupos de intelectuales pretendieron liberar la civilización humana de todo vínculo moral y religioso, nuestros predecesores llamaron abierta y explícitamente la atención del mundo sobre las consecuencias de esta descristianización de la sociedad humana. Y por lo que toca a los errores del comunismo, ya en el año 1846 nuestro venerado predecesor Pío IX, de santa memoria, pronunció una solemne condenación contra ellos, confirmada después en el Syllabus. Dice textualmente en la encíclica Qui pluribus: « [A esto tiende] la doctrina, totalmente contraria al derecho natural, del llamado comunismo; doctrina que, si se admitiera, llevaría a la radical subversión de los derechos, bienes y propiedades de todos y aun de la misma sociedad humana ». Más tarde, un predecesor nuestro, de inmortal memoria, León XIII, en la encíclica Quod Apostolici muneris, definió el comunismo como  « mortal enfermedad que se infiltra por las articulaciones más íntimas de la sociedad humana, poniéndola en peligro de muerte », y con clara visión indicaba que los movimientos ateos entre las masas populares, en plena época del tecnicismo, tenían su origen en aquella filosofía que desde hacía ya varios siglos trataba de separar la ciencia y la vida de la fe y de la Iglesia. Documentos del presente pontificado. 5. También Nos, durante nuestro pontificado, hemos denunciado frecuentemente, y con apremiante insistencia, el crecimiento amenazador de las corrientes ateas. Cuando en 1924 nuestra misión de socorro volvió de la Unión Soviética, Nos condenamos el comunismo en una alocución especial dirigida al mundo entero. En nuestras encíclicas Miserentissimus Redemptor, Quadragesimo anno, Caritate Christi, Acerba animi, Dilectissima Nobis. Nos hemos levantado una solemne protesta contra las persecuciones desencadenadas en Rusia, México y España; y no se ha extinguido todavía el eco universal de las alocuciones que Nos pronunciamos el año pasado con motivo de la inauguración de la Exposición Mundial de la Prensa Católica, de la audiencia a las prófugos españoles y del radiomensaje navideño. Los mismos enemigos más encarnizados de la Iglesia, que desde Moscú dirigen esta lucha contra la civilización cristiana, atestiguan con sus ininterrumpidos ataques de palabra y de obra que el Papado, también en nuestros días, ha continuado tutelando fielmente el santuario de la religión cristiana y ha llamado la atención sobre el peligro comunista con más frecuencia y de un modo más persuasivo que cualquier otra autoridad pública terrena. »                                                                                                                                                     http://w2.vatican.va/content/pius-xi/es/encyclicals/documents/hf_p-xi_enc_19370319_divini-redemptoris.html