miércoles, 6 de junio de 2018

LA SELECCIÓN ARGENTINA DE FÚTBOL REHÚSA REUNIRSE CON FRANCISCO

Otros tiempos, cuando integraba la albiceleste
En un episodio que los medios reportan con indisimulado desconcierto, los jugadores de la selección argentina de fútbol decidieron suspender hasta mejor sazón la visita que tenían programada con Francisco en su residencia de Santa Marta. El relevante encuentro ya había sido anunciado urbi et orbi por el parlero vaticano acreditado ante los medios, que debió recular a poco hecho el anuncio ante el sorprendente cambio de planes de los amansadores de pelota. El plantel argentino, actualmente en Barcelona, tenía previsto pasar por Roma para recibir la bendición papal antes de viajar a Rusia a disputar el mundial. Es más: a la cancelación de la audiencia con Francisco -debida, según la comunicación oficial, a «problemas de logística, porque la delegación debía viajar al día siguiente a Israel [a disputar un encuentro amistoso con la selección local], por lo que la visita al Vaticano implicaba un desgaste enorme»- se sumó la anulación del compromiso sucesivo con los hebreos, que incluía la visita guiada al muro de los lamentos, con un Messi que vestiría la kippah para apoyar publicísticamente a la causa israelí en su inocente masacre de palestinos. Parece que el capitán de la selección fue intimidado en plena concentración barcelonesa por manifestantes de aquella nación árabe, que exhibían camisetas con los colores argentinos teñidas de sangre mientras le pedían a viva voz que desistiera de ir a Israel con sus compañeros. Por lo visto, la admonición surtió efecto.

Pero con o sin partido con los judíos (que en estos momentos está concitando toda suerte de intercambios de cancillería entre las dos naciones involucradas para instar a los jugadores a revisar su terrible decisión), interesa destacar que los futbolistas argentinos "gambetearon" el compromiso con El de Blanco por motivos que desconocen los charlatanes de prensa, pero que desde aquí podemos revelar dando a conocer en exclusiva la comunicación enviada a Francisco por uno de los futbolistas -aquel que sus propios compañeros reconocieron como el más idóneo en el manejo de la diplomacia-, cuya identidad mantendremos bajo sigilo. Su notificación a Bergoglio reza lo siguiente:


Santidad:
sabemos de su afición por el balompié, vulgo fóbal, que tantos desvelos provoca a nuestra vocinglera gente y a los empresarios que parasitan este espectáculo mega-circense. Y aunque los protagonistas no estamos exentos de ganancias astronómicas (lo que nos exige cuidar nuestras piernas más que a nuestras almas), aún conservamos suficiente apetito de gloria (la terrena, se entienda), y estamos ávidos de volvernos a nuestra querida patria con la Copa. Según aquello de Ii qui in stadio currunt, omnes quidem currunt, sed unus accipit bravium, no queremos descuidar detalle alguno para que el triunfo sea al fin nuestro.
Ahora bien: no podemos pasar por alto la memoria que guardan aquellos nuestros compañeros que participaron del anterior mundial, cuando, habiendo visitado a Su Santidad según efusiva invitación que Ud. les formulara poco antes del certamen, un agorero Jorge Mario les comprometió el máximo galardón, con el noto resultado posterior de la final perdida contra los alemanes en tiempo de alargue, para desazón de todos nuestros connacionales. Le confieso que alguno de los partícipes de entonces supo echar más de una sonora maldición a Su Santidad, con inclusión de sus parientes más próximos, en especial su madre de Usted, responsabilizando a su entero árbol genealógico del insuceso. A más, ahora viene otro que nos trae un extenso elenco de hechos que lo tienen a Ud. como propiciador (yeta o mufa, en rioplatense), y que, sin pretender reseñarlos por completo, incluyen:
- la vez que soltó dos palomas blancas desde el balcón de San Pedro, y fueron atacadas por una gaviota y un cuervo;
- o cuando viajó a Río de Janeiro, y un rayo azotó un dedo del monumental Cristo Redentor de la ciudad carioca;
- u otra vez cuando, al celebrar Misa al aire libre en su visita al Paraguay, catorce feligreses fueron mordidos por víboras venenosas; 
- o su encomio público del pastor protestante Tony Palmer, seguido de la muerte de éste, con intervalo de pocos días, en un accidente de tránsito;
- o su apoyo al referéndum por el en Colombia, con el consiguiente triunfo del no;
- o sus críticas frontales a Trump en la última campaña presidencial de EEUU, con el posterior triunfo de éste;
- o su notorio espaldarazo a Cristina Kirchner y a su candidato antes de las últimas elecciones presidenciales en la Argentina, y el triunfo consecutivo de Macri;
- o la audiencia concedida al presidente ecuatoriano Rafael Correa, que fue seguida (con diferencia de minutos) por un terremoto desatado en el país andino;
- o el incendio sufrido por la Basílica de la Natividad, en Belén, a menos de dos días de que Ud. la visitara;
- o la caída de una imponente cruz de Juan Pablo II en Brescia, Italia, con la consiguiente muerte del joven aplastado por la misma, pocos días antes de que Ud. procediera a la canonización del polaco pontífice;
- o la caída de parte del techo de la basílica de San Pedro a poco de que Ud. hubo pronunciado su memorable negación de la condenación eterna y su teoría de la "aniquilación de las almas" de los réprobos;  
 (habría que añadir otras de su cosecha cuando era Ud. arzobispo de Buenos Aires, como cuando el "Coco" Basile lo echó del vestuario de San Lorenzo que Ud. visitaba antes de cada partido con el saldo de una imparable seguidilla de derrotas del equipo de sus amores, suerte que cambió radicalmente después de su expulsión). 
Usted sabe de sobra, Santidad, cuánto en nuestro gremio somos proclives a la "cábala", debiendo entenderse por esta inexacta expresión las supersticiones de todo tipo, estableciendo causalidades imaginarias entre algunos gestos que practicamos con el mayor rigor (como atarnos los cordones delante de la tribuna, o tocar la cabeza de un compañero designado para tal ritual) y el subsiguiente éxito deportivo. No queremos ofenderlo, pero creemos que ese "Dios de las sorpresas" que Ud. invoca asiduamente (y no sabemos si con este inaudito alias se refiere al Dios Uno y Trino) ha ofrecido tal acumulación de signos no tanto para sorprendernos como para suscitar nuestra advertencia. De modo que adscribirlos a superstición -por muy mala y merecida fama que tengamos los futbolistas a este respecto- ya resulta poco realista y evasivo. Cábala, por lo demás, y stricto sensu, hallamos en sus enseñanzas sobre el Espíritu Santo como «desastre», o sobre las presuntas disputas en el seno de la Trinidad Beatísima, palabras que recibimos más con horror que con "sorpresa". Motivos todos que nos compelen, Santidad, a no querer hallarnos en las manos que Ud. estrecha, en las frentes que Ud. bendice. Queremos ganar el mundial, lo que nos obliga a poner proa a Rusia prescindiendo del favor que Ud. entienda concedernos.
Lo saluda, orando ante el Omnipotente por Ud. y por nuestro éxito,
XX,
marcador lateral por ambas bandas,
 también volante tapón de esos que salen con los tapones de punta,
y aun cabeceador de adoquines
y utilero, cuando lo precisan.