(tomado
del artículo Francisco, Teilhard de
Chardin y el panteísmo,
por Miles
Christi)
versión pdf, aquí
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Siniestra iconografía del neo-santo |
Ahora bien, es menester recordar que el culto del
hombre y de su conciencia erigida en valor absoluto -quintaesencia del
modernismo- no es exclusivo del pontificado de Francisco[2],
como ingenuamente lo imaginan los “conservadores conciliares” escandalizados
por las impiedades bergoglianas, sino que fue proclamado orgullosamente por
Pablo VI en el mensaje de clausura del CVII. He aquí sus palabras:
« El humanismo laico y profano
ha aparecido, finalmente, en toda su terrible estatura y, en un cierto sentido,
ha desafiado al Concilio. La religión del Dios que se ha hecho Hombre, se ha
encontrado con la religión -porque tal es- del hombre que se hace Dios ¿Qué ha
sucedido? ¿Un choque, una lucha, una condenación? Podía haberse dado, pero no
se produjo. La antigua historia del samaritano ha sido la pauta de la
espiritualidad del Concilio. Una simpatía inmensa lo ha penetrado todo. […]
Vosotros, humanistas modernos, que renunciáis a la trascendencia de las cosas
supremas, conferidle siquiera este mérito y reconoced nuestro nuevo humanismo:
también nosotros -y más que nadie- somos promotores del hombre[3].
»
Este
culto del hombre, concebido como un “dios” en devenir por vía evolutiva, es
propio de la gnosis luciferina. Me permito citar aquí un texto poco conocido
del cardenal Montini, extraído de una conferencia intitulada Religión y trabajo, pronunciada el 27 de
marzo de 1960 en Turín, en el teatro Alfieri, que puede leerse en el volumen de
la Documentation Catholique del año
1960, en la página 764, correspondiente al número 133, y publicado el 19 de junio
de 1960. Doy la referencia con lujo de detalles para quienes no pudieran dar
crédito a sus ojos, y no sin razón, tan sorprendentes resultan las afirmaciones
del cardenal Montini. He aquí las palabras de aquel que tres años más tarde
llegaría a ser papa y que promulgaría los documentos revolucionarios del CVII
en 1965:
« ¿Acaso el hombre moderno no
llegará un día, a medida que sus estudios científicos progresen y descubran
leyes y realidades ocultas bajo el rostro mudo de la materia, a prestar oídos a
la maravillosa voz del espíritu que palpita en ella? ¿No será ésa la religión del mañana? El
mismísimo Einstein previó la espontaneidad de una religión del universo[4].
»
El
espíritu que « palpita » en la materia, la « religión del mañana », que sería
una « religión cósmica », una « religión del universo »: aquí están los
fundamentos de la gnosis evolucionista teilhardiana, con el culto del hombre en
vías de divinización. Como si esto no fuera suficiente, que un cardenal de la
Iglesia invoque en materia religiosa la autoridad de un judío socialista que
reivindicaba una « religiosidad cósmica » fundada en la contemplación de la estructura del
Universo, compatible con la ciencia positivista y refractario a todo dogma o
creencia, es para quedarse atónito.
Cuando
en 1929 el rabino Herbert S. Goldstein le preguntó: « ¿cree Ud. en Dios? »,
Einstein respondió:
« Yo creo en el Dios de Spinoza que
se revela en el orden armonioso de lo existente, no en un Dios que se preocupa
por el destino y las acciones de los seres humanos[5].
»
Y
en una carta dirigida en 1954 al filósofo judío Eric Gutkind, Einstein
escribió:
« Para mí, la palabra Dios no es
sino la expresión y el fruto de debilidades humanas y la Biblia una colección
de leyendas, por cierto honorables, pero primitivas y bastante pueriles. Y esto
no lo cambia ninguna interpretación, por sutil que sea[6].
»
Lo
que equivale a decir que el Dios de Einstein no es otro que el Deus sive natura del filósofo judío
Baruch Spinoza, que en su doctrina panteísta identificaba a Dios con la
naturaleza. Tal es la « religión del universo » que profesaba Einstein y que
evoca con admiración el Cardenal Montini en su conferencia, y en quien el
futuro pontífice se inspira para vaticinar una « religión del porvenir »
destinada a ocupar un día el lugar del cristianismo. Cuando se piensa que este
hombre pronto será elegido Sucesor de San Pedro, y que es él quien más adelante
promulgará los documentos novadores del CVII, abolirá la Misa católica,
inventará una nueva[7]
con la contribución de « expertos protestantes » y modificará el ritual de
todos los sacramentos, es de veras como para quedar petrificados...
He
aquí otra declaración de Pablo VI que va en la misma dirección, pronunciada
durante el Angelus del 7 de febrero
de 1971, con ocasión de un viaje a la luna, y que constituye un verdadero himno
al hombre en camino hacia la divinización:
« Honor
al hombre, honor al pensamiento, honor a la ciencia, honor a la técnica, honor
al trabajo, honor a la audacia humana; honor a la síntesis de la actividad
científica y del sentido de la organización del hombre que, a diferencia de los
otros animales, sabe dar a su mente y a sus manos instrumentos de conquista;
honor al hombre, rey de la tierra y hoy también príncipe del cielo[8]. »
Este culto de la humanidad y del
progreso ha sido condenado numerosas veces por el magisterio. Cito un extracto
de la encíclica Qui pluribus de Pío
IX, de 1846, seguido de una proposición
condenada en su Syllabus de 1864:
« Con
no menor atrevimiento y engaño, Venerables Hermanos, estos enemigos de la
revelación divina, exaltan el humano progreso y, temeraria y sacrílegamente,
quisieran introducirlo en la Religión católica, como si la Religión no fuese
obra de Dios sino de los hombres o algún invento filosófico que se perfecciona
con métodos humanos[9]. »
« V. La revelación divina es
imperfecta, y está por consiguiente sujeta a un progreso continuo e indefinido
correspondiente al progreso de la razón humana[10]. »
Pío
IX es muy claro en relación a los « progresistas »: emplea la expresión «
enemigos de la revelación divina ». ¿Qué calificativo mejor podría hallarse
para designar a un cardenal y arzobispo de la Iglesia que aprovecha su eminente
dignidad eclesiástica para difundir la idea blasfema y herética de que una
pretendida « religión del mañana » llegará un día a suplantar al catolicismo? Este
hombre se llama Giovanni Battista Montini. A él -junto a Juan XXIII, cabe
recordar- se deben el nefasto CVII y su espurio “magisterio”, la devastación de
la liturgia romana y la terrible crisis doctrinal, litúrgica y disciplinar que
azota a la Iglesia desde hace más de medio siglo…
[2] Para mayor información sobre las
innumerables herejías y blasfemias de Francisco, se pueden consultar los libros
Tres años con Francisco: la impostura
bergogliana y Cuatro años con
Francisco: la medida está colmada, publicados por las Éditions Saint-Remi en cuatro idiomas (castellano, inglés, francés
e italiano):
Recomendamos
igualmente el libro Con voz de dragón,
publicado por las Ediciones Cruzamante:
[4] Traducción francesa de la Documentation Catholique: « L’homme
moderne n’en viendra-t-il pas un jour, au fur et à mesure que ses études
scientifiques progresseront et découvriront des lois et des réalités cachées
derrière le visage muet de la matière, à tendre l’oreille à la voie
merveilleuse de l’esprit qui palpite en elle? Ne sera-ce pas là la religion de
demain? Einstein lui-même entrevit la spontanéité d’une religion de l’univers.
» Texto
original italiano: « Non capiterà
forse all'uomo moderno, mano mano che i suoi studi scientifici progrediscono, e
vengono scoprendo leggi e realtà sepolte nel muto volto della materia, di
ascoltare la voce meravigliosa della spirito ivi palpitante? Non
sara cotesta la religione di domani? Einstein stesso intravide la spontaneità
d'una religione dell'universo. » Ver
en la página n° 3 del documento siguiente, activando la función T (« Show text »):
[8] « Onore all’uomo! Onore al pensiero! Onore alla scienza! Onore
alla tecnica! Onore al lavoro! Onore all’ardimento umano! Onore alla sintesi
dell’attività scientifica e organizzativa dell’uomo, che, a differenza di ogni
altro animale, sa dare strumenti di conquista alla sua mente e alla sua mano.
Onore all’uomo, re della terra ed ora anche principe del cielo. » https://w2.vatican.va/content/paul-vi/it/angelus/1971/documents/hf_p-vi_ang_19710207.html
[9] « Né con minore fallacia certamente, Venerabili Fratelli, questi
nemici della divina rivelazione, con somme lodi esaltando il progresso umano,
vorrebbero con temerario e sacrilego ardimento introdurlo perfino nella
Religione cattolica; come se essa non fosse opera di Dio, ma degli uomini,
ovvero invenzione dei filosofi, da potersi con modi umani
perfezionare. »