Es la pregunta obligada. Porque si hay algo que despierta comprensibles sospechas es la puntillosa selectividad del blanco de las sátiras. Charlie Hebdo -o la revista «Barcelona» entre nosotros- no atacan a cualquiera. Y tienen la salida y la distribución aseguradas, lo que habla de una solvencia económica poco usual en medios que brindan solaz a un público tan minoritario, compuesto por la hez y el detrito, por los agentes más virulentos, el eslabón último en la progresiva degradación de conciencia que caracteriza a esa interminable agonía que llamamos «modernidad».
La viñeta es elocuente. Ya lo supo el infame Voltaire: para saber quién te gobierna, procura hallar a aquel que no estás autorizado a criticar. Pese a la diferencia de estilo con tantos otros medios aparentemente más circunspectos y aplomados, en algo coinciden con éstos: en que con la kippah no se meten nunca, los muy gallinas. Y aun, si vamos al caso, en el fustigar mucho más a la sotana que al turbante, quizás porque la Iglesia aggiornata terminó por bendecir a la libertad de expresión, y así le pagan.
No se requieren, pues, dotes de detective para verle la pata a la sota. Podemos formular entonces una hipótesis a la pregunta por el ¿quién es? sin temor a ser temerarios. Pero... ¡si ya está, son ellos mismos quienes lo confiesan sin recato!
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(Debemos esta ilustración al blogue Castigat ridendo mores) |