lunes, 3 de noviembre de 2014

LA VICTIMIZACIÓN DEL LOBO Y LA IGLESIA AVANT-GARDE

Anda circulando por la internete, a través de correos electrónicos, un texto que podría tenerse por conmovedoramente ingenuo si no fuera porque evidencia más bien la avidez por encubrir, con las peores artes, la escala del daño que Francisco y sus cómplices están infligiéndole a la Iglesia. Según muy previsible esquema, pretende revelar la existencia de una conspiración de carcamanes contra el Papa, intentos a mezclarle al pontífice algún poco de estricnina en el mate y despacharlo al más allá, como se supone que ocurrió otrora con Juan Pablo I. El pasquín es demasiado torpe como para reproducirlo íntegro: mala y vulgar redacción, pésima secuencia de las ideas, etc. Baste con traer las ideas principales. A saber, que 
sectores radicales conservadores de la Iglesia Católica Romana han iniciado duras críticas y feroces ataques contra el Papa Francisco, a través de medios de comunicación, sitios web y redes sociales por su actitud reformista
imputándosele, en primerísimo lugar, el haber violado el rito romano
al realizar el lavado de pies del jueves Santo fuera de los muros vaticanos, en la prisión de menores "Casal del mármol" en Roma, incluyendo a dos musulmanes y dos mujeres no católicas.
Como si se tratase del principal de los escándalo que podrían imputársele a Francisco. Pero no sólo eso: los férreos guardianes de la ortodoxia que desfilarían por los pasillos vaticanos, por otro risible nombre «el alto poder enquistado en la cúpula vaticana», es
totalmente opuesto a los planes del Papa Francisco de reformar, eliminar, modificar la pompa, el ritualismo y el lujo y ostentación de la Iglesia Católica Romana (Francisco tiene un deseo y pensamiento secreto y es el de permitir que la mujer pueda acceder al sacerdocio católico, lo cual tendría un efecto tipo terremoto a lo interno de los ensotanados)
¿Reformar para eliminar? ¿Y luego modificar, qué? ¿Lo previamente eliminado? Pónganse de acuerdo, señores, para hacer más creíble la diatriba. Lo de la pompa y el ritualismo da risa: se diría que el pamphlet fue redactado antes de la reforma litúrgica de Bugnini. También trascendió que
la Curia Romana y los grupos de poder rechazan que el Papa Francisco haya hecho un llamado público a la Iglesia Católica a estrechar el diálogo y las relaciones con el Islam. Lo acusan de ser un relativista teológico.
Y varias otras incriminaciones que harían concebir esperanzas ciertas de resistencia a la agenda progre, si no fueran más falaces que Pinocho. No falta la nota despampanante:
acusan al Papa Francisco de hacer caso omiso a las reglas y normas de la Iglesia Católica Romana, ya que, como Papa, está actuando sin consultar ni pedir permiso a nadie para hacer excepciones sobre la forma en que las reglas eclesiásticas se relacionan con él [sic].
Y luego vienen las increíbles acusaciones: nada menos que contra el correctísimo Opus Dei que, conjuntamente con la Masonería, estaría conspirando para sacarse de encima al pesado de Francisco, a quien deberíamos venerar como al campeón del saneamiento de las finanzas vaticanas, cuyos rapaces beneficiarios se suman al variopinto grupo de sus enemigos. Y es que «el Papa Francisco no está de acuerdo en que delincuentes con sotana vivan en terreno vaticano».

Seguramente estas cortinas de humo encuentran su ocasión en el mismo guiño que les ofrece Bergoglio, quien supo hace poco pedirle confidencialmente a un obispo (para que el correveidile lo voceara luego a los periodistas): «rezá por mí: la derecha eclesial me está despellejando. Me acusan de desacralizar el papado».  Queda claro que se ha montado un cínico aparato de confusión para hacer pasar al más autócrata de los papas en muchos siglos, a aquel que no reconoce condicionamiento alguno a su poder -ni siquiera de parte de la Tradición que debiera guardar, ni siquiera de parte del resto de piedad que cualquier hombre debe saber conceder a sus enemigos derrotados- como a un tímido corderito acorralado por una jauría de rapacísimos lobos. A los que hay que acusar con arreglo a la palabra-talismán de la corrección política: derechas. La promoción del clero pederasta y de los prelados saqueadores de finanzas tiene vía libre como nunca: se ha encontrado la temible fórmula para conjurar toda resistencia.

En tanto, prosigue su vergonzoso y acomodaticio curso la «Iglesia de vanguardias», la que puja con el mundo para dirimir quién se impone en la carrera progresiva de la muda de principios y costumbres. Lo constata Maurizio Blondet en un reciente artículo:
es tristemente cómico el destino del progresismo vaticano: apenas osan una apertura más avanzada hacia el mundo, el mundo los deja atrás. Los modernistas clericales son siempre superados, hagan lo que hagan. Fue ayer no más que monseñor Forte se abrió a las parejas gay, a sus «derechos», que reconoció sus «cualidades». Monseñor Marx, de Munich, se lanzó más hacia adelante: «no todo en la vida de ellos es condenable: si por 35 años permanecieron fieles el unos al otro, si el uno cuida del otro hasta el fin de la vida, como Iglesia, ¿qué debo decir? ¿Que no tiene ningún valor? Esto no es cierto». Qué audaces se habrán sentido: que se entienda, de «pecado que grita venganza a los ojos de Dios» llegar a reconocerlo como un derecho civil, es ya un buen paso para un purpurado. Embriagante, hallarse a la vanguardia.
¡Pero qué! Pronto llega Tim Cook, el millonario líder de Apple, y declara: «considero mi homosexualidad entre los más grandes dones que Dios me ha dado».
¡Caramba! Ahora el ex pecado impuro contra natura ha devenido un don de Dios. No bastaba absolverlo, atenuarlo: el mundo, a través del millonario, ya lo ha santificado y glorificado. Qué desdicha: los cardenales más avanzados han sido nuevamente superados, se quedaron atrás, deben barajar y dar de nuevo.
Sólo pocos días antes la vieja marica ultrapotentada de Elton John había declarado: «¿el papa Francisco? Es mi héroe. Hagámoslo santo súbito, ¿o.k.?» Cierto, o.k. Apenas bendecidos, ahora son los ricos maricones quienes decretan a los santos. Es así que debe ser: es la fuerza irresistible del progreso.
De hecho, es cada vez más clara la estrategia de misión hacia las «periferias existenciales» del papa Bergoglio. Trato de recapitular: la cordial amistad con Scalfari, quien pudo decir (sin ser desmentido) que este Papa «ha abolido el pecado»; la afirmación de la libertad absoluta de la conciencia privada, como lo ha confirmado al mismo tiempo Scalfari: «cada uno de nosotros tiene una visión propia del bien y del mal. Nosotros debemos incitarlo a proceder en función de aquello que cree que es el bien...», etc., etc.
Ahora, por último, Francisco se declara abiertamente contra la pena de muerte, e incluso partidario del abolicionismo penal. Esperemos, pues, una nueva doctrina jurídica consagratoria de los peores delitos. Es más, que promueva explícitamente a los más altos cargos a quien acumule los más aberrantes crímenes: no otra ha de ser la redoblada apuesta de los juristas que obtuvieron la venia papal a sus dislates. Y en lo tocante a las aberraciones sexuales, urgidos los prelados -si quieren seguir en carrera- a reconocer a la homosexualidad como un don, esperemos la exaltación próxima del bestialismo y del coito con cadáveres. Es la espiral frenéticamente descendente del infierno la que llama a gritos. Y la jerarquía modernista, siempre atenta al bon ton, no querrá mostrarse descortés con quienes la cortejan.