martes, 8 de noviembre de 2016

OTRO REVÉS ELECTORAL PARA FRANCISCO

Uno que podría vestir el manto y la muceta
que Bergoglio rechaza por humildad
No somos nadie para presagiar cómo serán las cosas bajo Trump, pero nos place ver vindicada la justicia más elemental al paso que el progre-clericalismo de Bergoglio experimenta su enésimo traspié, el de resonancias las más orbitales. Un papocesarismo redivivo en tan impropia hora, y en figura tan anodina, merecía ser desmentido en todas sus insolentes injerencias por aquel que el propio pontífice llamó, con rusoniano ditirambo, «el soberano» -supuesto el caso de que perviva ese sujeto colectivo que por inercia aún llamamos "pueblo" en este hacinamiento de átomos humanos. Se recordará que Bergoglio, fiel a su estratagema de zaherir sin nombrar, se había entreverado meses atrás en la puja electoral estadounidense fustigando a quienes -como Trump- proponen construir muros, que no puentes, y aquel que retiñe el consabido estribillo del "no juzgar" no dudó en descalificar como "no cristiano" al candidato que se oponía sin complejos a la invasión migratoria patrocinada por las élites financieras.

Mejor trato recibió de Francisco la candidata derrotada, maguer ésta se declarara a favor del aborto y la ideología de género, a más de amenazar con intervenir a "las religiones" para des-dogmatizarlas y a pesar de que recientemente se ventilara, con ocasión del llamado Wikileaks, la participación de su jefe de campaña en repugnantes happenings regados con efluvios humanos (sangre, esperma, leche materna), no menos que las incursiones de Hilaria con Bill su consorte en el escabroso mundo de la pedofilia a bordo de jets privados. Todo esto sin contar las decenas de muertes accidentales de allegados que sabían más de lo conveniente, y las evidencias bastante avanzadas de la práctica del satanismo. Diríase un menú que, revirtiendo sobre la figura de un complaciente Francisco, exhibe en éste -a falta del carisma de infalibilidad, que los papas "pastoralistas" del Vaticano II no han querido comprometer- la indefectibilidad de sus preferencias personales, siempre adscritas a lo peor de la marea gnóstica que está llevando al mundo a la irremontable locura y al suicidio.

De este hombre que gusta de hablar con su rostro, podemos imaginar aquel que compondrá, con arte y primor inigualables, con ocasión de la foto con el flamante presidente norteamericano cuando éste lo visite, apenas traspuestas las murallas vaticanas.