jueves, 15 de enero de 2015

NACE LA «LIGA CATÓLICA PARA LA ORACIÓN DE REPARACIÓN»

Visto que toda descripción de la crisis de la Iglesia en sus detalles resulta penosamente redundante, y que la extendida prevaricación de clérigos y fieles ha deformado de tal manera el aspecto de la Sponsa Christi que ésta parece haber sido sustituida por otra cosa -y ésta, a su vez, inverecunda y vulgar-; y comprobado también que el mundo, sujeto al demencial desboque de la irascible y la concupiscible, localiza con demoníaco instinto toda traza de cristianismo para atacarlo en sus símbolos o en las personas que aún lo encarnan, un grupo de católicos italianos congregados en un medio digital y en una cofradía se decidieron a recurrir a uno de los pocos instrumentos que aún nos quedan para equilibrar la acción envolvente de las tinieblas: la oración de reparación. Y extendieron su iniciativa a los fines de comprometer a muchos otros a participar de este tan necesario como accesible cometido espiritual, de eficacia conocida sólo por Dios. 

Nos hacemos eco de la invitación a integrar la Liga recientemente formada, para lo que reproducimos el texto originalmente publicado en italiano por Riscossa Cristiana, y luego traducido para los lectores hispanohablantes por Chiesa e postconcilio. Instamos humildemente a aquellos lectores que lo crean conveniente a iniciar esta práctica en comunión de almas, y a notificar su adhesión a la iniciativa al correo electrónico que se indica unos párrafos más abajo. Si está muy bien que a la vista del fragor marino repitamos la jacuatoria «Domine, salva nos, perimus», no menos cumple cubrir el estruendo de las olas con palabras que recuerden y vindiquen el honor del Santo Nombre que éstas ofenden.




“Y entonces, ¿qué hacemos?”, preguntan muchos buenos católicos después de haber palpado con sus manos la crisis en que yace la Iglesia de nuestros días. “Y tú, ¿qué haces?”, preguntan otros, quizá de forma provocativa, insinuando que no sirve de nada palpar la crisis con las manos y quejarse.

De hecho, no sirve. No podemos limitarnos a quejarnos frente al vaciamiento del depósito de la fe, a las atrevidas actualizaciones de la teología y la filosofía, al hundimiento moral, a los abusos litúrgicos, a la devastación de la ascética y de la devoción, a la abjuración de la Tradición.

Frente a semejante escenario, que se puede resumir en el pernicioso concepto de “apertura al mundo”, el católico tiene el deber de actuar, y de actuar como católico.

Por eso, a través de Riscossa Cristiana, tenemos la intención de lanzar una iniciativa que se dirige a muchas personas que preguntan desconsoladas: “y entonces, ¿qué hacemos?”.

Si la Iglesia se está cayendo a pedazos, debemos meter mano y reconstruirla: repararla. Y repararla mientras muchos –demasiados– pastores siguen con su obra demoledora. Con paciencia y tenacidad sostenidas por la virtud de la esperanza, hay que recuperar todo lo bueno, venerable y santo que los demás desechan y colocarlo de nuevo en su lugar. Y hay que hacerlo con el fin de devolverle a la Esposa de Cristo el semblante que ha tenido a lo largo de los siglos, tan repulsivo ya a los muchos enemigos que están fuera de ella como a los tantos que medran en su interior.

Hay que reparar, conscientes de que cualquiera puede hacerlo con fruto y con mérito, sin pergeñar nada extravagante. La teología, la espiritualidad, la ascética y la devoción que han sido desechadas hace tiempo en el basurero de una fe fuera de moda brindan a los católicos de buena voluntad un medio simple y eficaz: la práctica de la oración de reparación, cuya aplicación a las dramáticas condiciones en que yace la Iglesia explicaremos en la parte final de esta invitación.

Aquel que adhiera a esta iniciativa debe ser consciente de que hay que empezar de nuevo desde los cimientos sin contar con el aplauso de la muchedumbre. Serán sólo las pequeñas asociaciones, o incluso los fieles particulares, quienes comiencen esta labor. Después, cuando la Providencia lo disponga, se verán los frutos.

Por eso, a través de Riscossa Cristiana, proponemos a los católicos de buena doctrina y buena voluntad adherir a la iniciativa de la Liga católica para la oración de reparación, que nace en este momento con el fin de restaurar los rasgos de la Iglesia de siempre a través de un medio ascético derivado de la espiritualidad y la devoción al Sagrado Corazón.

Brinda su soporte organizativo otra pequeña asociación llamada Confraternita del Sacro Cuore di Gesù e del Cuore Immacolato di Maria (Cofradía del Sagrado Corazón de Jesús y del Corazón Inmaculado de María) –y también dei Sacri Cuori (de los Sagrados Corazones)–, surgida hace dos años en la Lombardía y el Véneto y de la que forman parte los que firman estas líneas. Se trata de un pequeño grupo de católicos conscientes de que sólo un retorno integral a la Tradición doctrinal y litúrgica marcará el fin de la crisis. Entre las prácticas ascéticas de esta Cofradía tendientes a la restauración de la Tradición, se cuenta la ofrenda de sufrimientos, sacrificios y oraciones como reparación de los daños causados a la Iglesia por los mismos hombres de Iglesia, eclesiásticos y laicos: esto es, substancialmente, lo que se quiere proponer en más amplia escala a través de la Liga católica para la oración de reparación.

Desde un punto de vista práctico, no es nada complicado. Cualquiera, solo o en grupo junto a otros fieles, puede adherir a la iniciativa escribiendo a la dirección de correo electrónico legariparazione@email.it. De esta forma podrá registrar su adhesión y recibirá informaciones sobre eventuales actividades ya comenzadas en su zona; o bien podrá indicar su disponibilidad a constituir un punto de referencia para su propio territorio. Los organizadores tendrán la tarea y el compromiso de anudar y mantener los contactos entre los adherentes.

Esta obra de conexión es importante también porque hace falta que muchos católicos que están decididos a no ceder no se sientan aislados, creyendo ser los últimos sobrevivientes de un naufragio o pensando estar locos en un mundo de cuerdos. Esos católicos son náufragos, si queremos utilizar este símil, pero no están solos: son muchos más de lo que ellos mismos pueden imaginar. Pero, sobre todo, no están locos: sólo en tiempos de locura la salud mental parece cosa de hospital psiquiátrico.

Para fortalecer los vínculos que se irán formando gracias a esta iniciativa, todos los adherentes están invitados el viernes 1 de mayo 2015 a la primera jornada de la Liga católica para la oración de reparación programada en Linarolo, provincia de Pavía.

A través de Riscossa Cristiana, que seguirá teniendo en la portada de su web un espacio dedicado a esta iniciativa, será posible seguir sus desarrollos y encontrar material para la formación.

Paolo Deotto
Alessandro Gnocchi
¡Alabado sea Jesucristo!


NOTA:

Esta invitación ha sido publicada también en:



La oración de reparación


“Oh Dios, que en tu misericordia te dignaste brindar los tesoros infinitos del Corazón de Tu Hijo, traspasado por nuestros pecados, permítenos que, al ofrecerLe el devoto homenaje de nuestra piedad, podamos cumplir también el oficio de una digna reparación”.

Éstas son las palabras de la oración colecta con las que la Liturgia de la Iglesia reza en la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Con un breve resumen de los motivos y los efectos de la muerte en la cruz de Nuestro Señor, ella termina invitando a todos los fieles a unirse al Divino Redentor ejercitando un dignae satisfactionis officium. En este sentido, la oración parece reproducir muy fielmente lo que el Sagrado Corazón de Jesús le dijo a la monja visitandina Santa Margarita María Alacocque ante la Santísima Eucaristía, en junio de 1675:

“He aquí el Corazón que ha amado tanto a los hombres y que no se ha ahorrado nada, hasta el extremo de agotarse y consumirse para testimoniarles su amor. Y que en compensación sólo recibe ingratitudes a causa de las irreverencias y sacrilegios de la mayoría de ellos, así como de las frialdades y menosprecios que tienen para conmigo en este Sacramento de amor […] Eso, me dijo, me resulta más doloroso de todo cuanto sufrí en mi Pasión. Si me correspondiesen con algo de amor, tendría por poco todo lo que sufrí por ellos y querría, de ser posible, sufrir aún un poco más. Pero ellos no responden sino con frialdades y desaires a todo mi afán por procurarles el bien. Al menos dame tú el gusto de suplir su ingratitud, en todo cuanto sea conforme a tus posibilidades”.

Queda aquí claramente expresado el principio meritorio de la reparación que, al asociar a los hombres a la expiación y satisfacción infinitas que Jesucristo ofreció en la cruz, mira a compensar y desagraviar los ultrajes hechos contra la gloria de Dios a causa de los pecados de los hombres. ¡Cuántos son hoy los pecados de los hombres, laicos y eclesiásticos! En particular, resulta muy grande la falta de adoración hacia la Verdad revelada bajo cualquiera de sus formas: traiciones en la exposición de la inmutable doctrina; abusos en las celebraciones litúrgicas; irreverencia; indiferencia hacia la Realeza de Nuestro Señor; omisiones culpables de apostolado y mucho más. La Esposa de Cristo y su Cuerpo Místico, la Iglesia, a menudo se encuentra desfigurada en su dimensión visible precisamente a causa del pecado de sus hijos. No podemos quedarnos indiferentes frente a esto: nuestra Santa Madre Iglesia sufre y nosotros tenemos el deber de curar sus llagas, en la medida en que se nos lo permite, a través de la ofrenda de sacrificios y oraciones que apresuren su sanación.

Si el Hombre-Dios Jesucristo ha venido a reparar el pecado del hombre contra el mismo Dios, cometido por nuestros antiguos progenitores engañados por el demonio (pecado infinito en tanto se dirige directamente contra la inmensa majestad divina), el hombre, redimido por la Preciosísima Sangre del Hijo de Dios, en unión con el mismo Cristo y con su Iglesia, puede también contribuir a la reparación de los pecados que todavía se perpetran contra su Corazón divino. Todo bautizado, al participar de forma limitada en el sacerdocio de Cristo a través de su carácter sacramental (v. S. Th. III pars q. 63 a. 3), es llamado y hecho capaz de ofrecer al Corazón misericordioso de Jesús actos de reparación en estrecha unión con la Pasión de Cristo.

Sin dudas –dado que Gratia supponit naturam– cumplirá que cada uno, según su propio estado, utilice a fondo su propia autoridad y cumpla todos los actos proporcionados y conformes a ella para defender y difundir el reino social de Cristo contra el “príncipe de este mundo”, desencadenado hoy más que nunca como león rugiente (cfr. 1Pe 5, 8). Sin embargo, todo esfuerzo sería inútil sin la unción de la Gracia. Y si ésta se nos confiere eficazmente de forma ordinaria a través de los Sacramentos, los sacrificios ofrecidos a Nuestro Señor con devoción y recta intención obtendrán una renovada infusión de Gracia santificante en el alma, que conferirá una peculiar riqueza de significado a toda buena acción.

Por lo tanto: ¡reparemos! Apresuremos el triunfo de la Iglesia de Cristo: que vuelva cuanto antes a reflejar la luz de su Señor en la palabra y la vida de sus hijos, para que el mundo crea.

Cor Iesu Sacratissimum, adveniat Regnum tuum!


Cómo practicar la oración de reparación: cada viernes (si se puede), después de haber rezado el Acto de Ofrenda “Corazón Divino de Jesús”* y adjuntádole la intención “en reparación de los pecados contra tu Corazón Sacratísimo”, récese el Santo Rosario, al que seguirán las Letanías del Sagrado Corazón de Jesús con su propia oración. Según sea posible, cúmplase esta práctica ante el Santísimo Sacramento o permanézcase al menos un cuarto de hora frente al tabernáculo en adoración y expiación. En caso de particular necesidad, se sugerirán otras formas de reparación y penitencia según el principio del agere contra.

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* Corazón Divino de Jesús, te ofrezco por mediación del Corazón Inmaculado de María, en unión con el Sacrificio Eucarístico, las oraciones, las acciones, las alegrías y los sufrimientos de este día, en reparación de los pecados y para la salvación de todos los hombres y la gloria del Divino Padre. Amén.