lunes, 5 de enero de 2015

¿MÁS CARDENALES? ¿PARA QUÉ?

Aun sabiendo que ni el feroz otomano vencido en Lepanto debió ser tan peligroso para la suerte del nombre cristiano como lo son las últimas generaciones de prelados, aun en la convicción de que el detalle ominoso que espiguemos en la trayectoria de uno u otro cardenal no hará más que sumarle un trazo a la cebra, no deja el horror de renovarse al comprobar lo obvio y esperado: los frutos podridos de la prolongada infición modernista de la Iglesia. Nihil novum sub sole, pues, cuando hablamos de la apostasía pública y notoria de tal o cual miembro del Colegio. Ni que la púrpura que hoy se concede ya no simboliza la sangre de los mártires sino el rubor, la vergüenza que debiera cubrir por entero a muchos de los portadores de tanta dignidad.

Nos lo hacíamos a Ricca, el querendón, de púrpura

Los medios católicos de internete titularon hoy cosas como «Francisco, imprevisible» o «El Papa de las sorpresas», al comprobar que muchos de los "nombres puestos" para vestir la birreta roja resultaron felizmente desahuciados, tales el impresentable de Tucho Fernández, o los monseñores Bruno Forte, Piero Marini y Enzo Bianchi, entre otros demoledores. E incluso algunos se apresuraron a reconocer con alivio que dos o tres nombres de la lista corresponden a prelados proclives a la celebración de la ahora llamada forma extraordinaria del Rito Romano, como el mexicano Alberto Suárez Inda o el italiano Edoardo Menichelli. Una mayor indagación, en todo caso, y para no alentar mayores expectativas de coherencia en estos perfectos hijos de nuestro tiempo, comprueba rápidamente cómo el propio Menichelli supo manifestarse favorable a la concesión de la comunión a los re-casados y al reconocimiento de las coyundas sodomíticas, pese a no estorbarle a ningún de sus subordinados la celebración coram Deo. Se trata, parece, de un caso de pluralismo tan extremo como para hacer saltar por aire toda afirmación conclusiva. Misma preferencia manifestó el pontífice por otro de los prelados promovidos en la ocasión, como el neozelandés Dew, contra el natural candidato australiano y arzobispo de Sydney, mons. Anthony Colin Fisher, reacio éste a las novedades que pretenden introducirse en la disciplina de los sacramentos, según lo informa Sandro Magister. «Todo como Francisco lo manda, él solo», titula el vaticanista, que entiende que estas nóminas señalan «en qué dirección corren sus simpatías en lo tocante a la pastoral de la familia».

Otrosí se diga de las fobias bergoglianas: en condiciones normales se hubiese dado por descontado, por razón del prestigio de la Sede, el cardenalato del patriarca de Venecia, a la sazón monseñor Francesco Moraglia. Pero éste cuenta en su contra el pertenecer a la escuela del cardenal Siri, afección para la que no se entiende prescribir el fármaco conocido como misericordina ®.

No pudiendo, con todo, abarcar la amplitud de las nóminas -que Francisco se guardó representasen a los cinco continentes y a la entera rosa de los vientos-, como rioplatenses que somos queremos solamente aludir, al pasar, a los dos neo-purpurados de nuestras latitudes. Para muestra basta un botón: ahí lo tenemos al arzobispo de Montevideo, monseñor Sturla, que hace unos pocos meses, según lo comentáramos aquí, «se reunió con dirigentes de los colectivos gays y transexuales del país para pedirles disculpas en nombre de la Iglesia Católica por las continuas agresiones verbales recibidas desde la Iglesia», contándose al parecer entre estas agresiones el pasaje paulino que dice que «ni los afeminados ni los sodomitas heredarán el Reino de Dios» (I Cor 6,10). El otro es el actual arzobispo emérito de Tucumán, monseñor Villalba, partícipe junto con el entonces cardenal Bergoglio de una vergonzosa declaración episcopal acerca del juicio al que fuera sometido el padre Christian Von Wernich, juicio preñado de toda suerte de irregularidades en el que triunfó una vez más la venganza bolchevique, y con el que sus respectivas eminencias se esforzaron en exhibir su más pleno asentimiento. Recomendamos la lectura de una carta a los obispos sobre el inicuo juicio en cuestión, que fuera oportunamente difundida y que sirve a retratar a sujetos como monseñor Villalba.

Los monseñores Bergoglio y Villalba, ambos con la cruz escondida,
y monseñor Arancedo, posando con miembros de la Corte Suprema
de Justicia, consumados y notorios enemigos de Cristo 
Ateniéndonos a las abrumadoras evidencias de rigor en estos casos, es más que presumible que esta gente haya acabado por perder la cuenta de sus traiciones contra Cristo y su Iglesia. Encaramados precisamente a causa de las mismas, que no por sus méritos, más que la recepción de los atributos cardenalicios debieran presentarse a suscribir en masa el Actus formalis defectionis ab Ecclesia Catholica, y veríamos acaso un período de gloriosa restauración. Pero esto es soñar despierto. Cumplirá a los ángeles el día menos pensado, el día que estos cretinos crean celebrar victoria, cumplirá a  los ángeles separar la cizaña del trigo.