jueves, 25 de septiembre de 2014

¡COSA 'E MANDINGA!

A esta altura de la noche, diríase que la infalibilidad que asiste aún a Francisco estriba en la del olfato: olfato para reconocer todo resto de vitalidad religiosa para combatirla, olfato para todo lo que huela a santidad y así caerle con garras y colmillos. Hierognosia pero al modo de Caín, esto de los "islotes de cristiandad" parece no convenir a su pontificado, cuyo programa al respecto resulta inmejorablemente ilustrado por la imagen del Dragón que arroja un río de agua por la boca para sumergir a la Mujer (Ap 12,15). Ya lo había reconocido hace unos meses el propio pontífice, en una de sus crisostómicas homilías: «el demonio no puede ver la santidad de la Iglesia o la santidad de una persona sin hacer algo».

Habían acertado el titular
los mercenarios de siniestra 
No fue bastante la devastación de los Franciscanos de la Inmaculada. Ahora, y tal como lo hacía presentir la reciente «visita apostólica» que lastimó a su diócesis, le tocó salir por la ventana (de-fenestrado) a monseñor Livieres, ordinario de Ciudad del Este (Paraguay). Se sabe de la inquina de los restantes obispos paraguayos por monseñor, a quien no le perdonaban que su Seminario concentrara mayor población de aspirantes al sacerdocio que la suma de todos los otros del país. Alguna vez ofrecimos desde aquí el enlace a una página de informaciones de la diócesis de Ciudad del Este: basten algunas cifras de entre las muchas que allí se nos ofrecen para reconocer en éste un caso único en el mundo de la Iglesia conciliar, en el que los guarismos respectivos tienden invariablemente a cero en casi todas las latitudes.
(En todos los casos, la cifra inicial corresponde al año 2004 y la segunda al 2014, correspondientes al inicio y al fin del mandato de Livieres) Total de sacerdotes: 79 - 140; cursos y conferencias pro-vida: 0 -19; miembros de cofradías de adoración perpetua: 0 - 5813; comunidades de retiro: 0 -54; personas que hacen retiros por mes: 0 - 2080; capillas de adoración perpetua: 0 - 8; retiros mensuales para el clero: 0 -10; capellanes para hospitales: 1 -7; matrimonios: 1257 -6277; bautismos: 9543 -21556; internos de las cárceles atendidos espiritualmente: 203 -1400. Y un largo y elocuente etcétera.

Cuando se conoce que el motivo de la remoción de este pastor ha sido el presunto encubrimiento de un sacerdote acusado de pedofilia (acusación presentada ante el fuero penal norteamericano y rechazada in limine no sólo por falta de pruebas, sino incluso por el absurdo de que quien se decía agraviado por el sacerdote era mayor de edad al momento de los supuestos hechos) y que, contemporáneamente, Bergoglio confirma en la Curia romana y en el próximo Sínodo de la Familia a un reconocido cómplice de la depravación de sus clérigos como el belga cardenal Danneels (sigamos con los números: 476 casos imputados al ex-obispo de Brujas, cobijado por Danneels), entonces los niveles de indignación trepan a las nubes.

Más cuando esta jugada le sirve al Obispo de Roma, aparte de saciar un deseo personal de venganza contra uno de aquellos que tiene por sus enemigos desde los años de su primado en la Argentina, para acreditarse ante la prensa sahumadora con la filfa de la "tolerancia cero" con los pretes pederastas. Entonces, pues, y viendo aglutinarse en la figura del pontífice prendas de tanto bulto como oportunismo, rencor, venganza meticulosamente preparada, injuria, devastación, hipocresía (que, a decir verdad, no le van en zaga a las que enumera el Apóstol en II Tim 3,2), ¿qué mucho que, como el protagonista de La femme pauvre, de Léon Bloy, a quien le tocó ver encarnado en otro sujeto un parecido cortejo de vicios, exclamemos, mesándonos los cabellos con horror: «amiga mía, ¡he visto al diablo!».