martes, 18 de agosto de 2015

AL ROTARIO MÁS ILUSTRE

A poco de su espeluznante elección al Solio de Pedro, no faltó algún escrutador de meteóricas carreras eclesiásticas que recordara la adscripción de Bergoglio al Rotary Club de Buenos Aires, en calidad de miembro honorario, allá por 1999. A pocos inquietó la novedad, en un mundo empeñado hasta el hartazgo en ensamblar organismos inconciliables: un papa rotario, al modo de la hidra de Lerna o de los centauros, ya parece tener pleno derecho a admisión en un bestiario de los híbridos de la tarda modernidad. Últimamente, con ocasión de su reciente viaje por Hispanoamérica, rotarios bolivianos de Santa Cruz de la Sierra regalaron a Francisco una placa celebrativa de su condición de «Rotario más Insigne de la Historia». De modo que, a juzgar por la declaración de los propios homenajeantes y por la condescendencia amistosa del homenajeado, hoy puede sin hipérbole afirmarse que han acabado por identificarse en una sola persona -si tal cosa fuera posible- la máxima autoridad espiritual del orbe y el más ilustre retoño de una institución que cultiva y promueve el indiferentismo religioso. 

Unos breves apuntes de lo que don Curzio Nitoglia expone más por extenso aquí servirá para tener un panorama de lo que es, en verdad, el Rotary. Y de las coincidencias para nada fortuitas entre su neblinoso ideario y algunos de los más selectos apotegmas bergoglianos (ejemplo, aquel «si la educación de un chico se la dan los católicos, los protestantes, los ortodoxos o los judíos, a mí no me interesa...»). A saber:


Surgido el 23 de febrero de 1905 en Chicago, entre los cuatro fundadores del Rotary Club se cuenta Paul Percival Harrys, abogado y masón. La rueda azul con 24 dientes y 6 rayos, representativa de la institución, simboliza la rueda de los carros de los pioneros de la aventura americana, los Pilgrim Fathers venidos desde Inglaterra y Holanda a vivir más libremente su protestantismo puritano y calvinista. Si los dientes representan un engranaje mecánico, figura de la revolución industrial y una visión del mundo o "filosofía" marcadamente tecnológica y tecnocrática, hay también un simbolismo más esotérico de ese emblema: la rueda participa de la perfección sugerida por el círculo, y remite también al movimiento y al devenir, a la tensión hacia elevados estándares (profesionales, éticos, personales). Pero la rueda es también la rota mundi, símbolo del mundo, porque la vocación rotaria implica universalidad y mundialismo planetario. El Rotary aspira a adoptar dentro de su propia circunferencia la universalidad de las naciones, de las razas, de las culturas. El color azul de la rueda significa la tensión cósmica, como el agua del mar, la bóveda del cielo (y la logia masónica) y significa la voluntad de reunificar todas a todas las naciones en un Nuevo Orden Mundial más amplio (véase la bandera de la ONU) mediante un sentimiento de amistad filantrópica. El color azul está rodeado por el amarillo oro, que significa la excelencia, que es el cuarto concepto de la filosofía rotaria (a saber: tecnocracia, mundialismo, filantropía y excelencia), lo que hace que el rotario sea un iniciado, no un hombre cualquiera: es parte una élite tradicional que tiende a una perfección sin fin.

La vitalidad de los diversos clubes rotarios de todo el mundo (27.000, con 1.200.000 miembros en 150 países) se originó en el espíritu "americanista", en coincidencia con el tiempo en que Estados Unidos se estaba convirtiendo en una superpotencia mundial después de la guerra con España (1898), y Cuba, Puerto Rico y Filipinas quedaban bajo su órbita. Este sentimiento americanísimo de atraer la atención de todo el mundo no es ajeno al deseo rotario de expansión total y supranacional. Es menester decir que si la doctrina y la praxis pública del Rotary son muy similares a las de la masonería, carecen, con todo, de esas connotaciones de secreto y esoterismo que distinguen a ésta. Pronto el Rotary aparecerá como una masonería pública y como la antecámara de aquella esotérica y secreta, donde los masones pueden pescar personas fácilmente para hacerlas luego "hermanos tres puntos". En algún sentido es incluso peor que la Masonería angloamericana, que postula como exigencia primaria la creencia en el Gran Arquitecto del Universo, mientras que el Rotary está por encima y por fuera de cualquier concepción religiosa.

La filosofía de los cuatro fundadores del Rotary está llena de racionalismo, influenciado por el pragmatismo americano de William James. Siendo el indiferentismo religioso una de las principales acusaciones que la Iglesia ha levantado contra el Rotary, no extraña que se lo condenara bien pronto como a una forma de para-masonería. El 4 de febrero 1929 el Santo Oficio publicó un decreto que prohíbe a los sacerdotes italianos unirse a la Asociación rotaria, mientras que en España el cardenal primado Pedro Segura y Sáenz, Arzobispo de Toledo, extendía el 23 de enero 1929 la prohibición incluso a los simples laicos bautizados, ya que la Asociación se basaba en una moral autónoma y laicista, una concepción mundialista, una idea de fraternidad filantrópica en oposición a la virtud teologal de la caridad y una filosofía subjetivista y relativista.

Todavía en 1951 un decreto del Santo Oficio negaba todo permiso a los sacerdotes para inscribirse en las sociedades secretas, con referencia implícita al Rotary. Los vientos cambiaron cuando el cardenal Angelo Roncalli, durante su patriarcado en Venecia (1953 a 1958) y pese a las prohibiciones en pleno vigor mantuvo numerosos contactos con los rotarios. Ya Papa, el 20 de abril 1959 recibió por primera vez a los rotarios de Italia, a lo que siguió una segunda acogida el 20 de marzo 1963. No menos debe decirse del cardenal Giovanni Battista Montini, arzobispo de Milán, que el 13 de noviembre 1957 había asistido a la reunión del club rotario milanés, recibiendo luego, ya como Paulo VI, una representación rotaria el 28 de setiembre de 1963, y luego otra el 20 de marzo de 1965, y otra, y otra más, para que finalmente Juan Pablo II dirigiera un mensaje de viva simpatía a los rotarios de la LXX Convention el 14 junio de 1979, y luego otro el 13 de febrero de 1984 y aun el 25 de febrero 1989.


Como puede comprobarse, el progreso de la rueda dentada no se detuvo, y hoy tenemos un papa rotario festejado por los suyos como el sujeto más insigne de la secta.