jueves, 3 de octubre de 2013

...Y HABLABA COMO SERPIENTE...

No estamos aún en condiciones de saber si aquellas terribles palabras que se leen en el Apocalipsis pueden aplicarse ya sin dilaciones al caso presente, a saber:

«Et vidi aliam bestiam ascendentem de terra, et habebat cornua duo similia agni, et loquebatur sicut draco» (13, 11),

imagen que resulta aclarada un poco más arriba, cuando dice

 «draco ille magnus, serpens antiquus (est)» (12, 9).

El caso -si atendemos a las exégesis más autorizadas- es que el mundo ha de ser azotado, en pago a sus iniquidades, por un poder religioso falsificado cuyo atributo más saliente ha de ser el bilingüismo viperino, como aquel que empleara Satanás contra nuestros primeros padres. Y que las vacilaciones y ambigüedades cada vez más malsonantes en boca de quien ocupa el Trono más alto -única criatura, por otra parte, a quien asiste nada menos que el carisma de infalibilidad-, redobladas éstas y crecientes en punto a confusión, no parece que puedan atribuirse ya a mera "incontinencia verbal", ni al efecto de la desproporción entre el Cargo y la persona, que ésta misma -nolente- se encargara de delatar a los custro vientos.

Que a la «bestia terrestre» del Apocalipsis, semejante al Cordero, puedan aplicársele aquellas palabras que sus contemporáneos dijeron de Jesús: «nunca nadie ha hablado como este hombre» (Io 7,46), no hace sino reforzar la similitud paródica. Nunca nadie, ningún papa, ha dicho lo que éste en su más reciente entrevista:

«El mal más grave que afecta al mundo en estos años es el paro juvenil y la soledad de los ancianos»
«El proselitismo es una solemne tontería, no tiene sentido. Es necesario conocerse, escucharse y hacer crecer el conocimiento del mundo que nos rodea»
«Cada uno tiene su propia idea del Bien y del Mal y debe elegir seguir el Bien y combatir el Mal como él lo concibe»
«- Santidad, se ha dicho que usted no tiene intención de convertirme y creo que no lo conseguiría.
- Esto no se sabe, pero no tengo ninguna intención»
«Este es el inicio de esa Iglesia con una organización no vertical sino horizontal»
«Yo creo en Dios, no en un Dios católico; no existe un Dios católico»

La retahíla de bergoglemas con que se nos asedia ya sin pausa, ¿acabará por hacernos contraer una patología como aquella de los soldados afectados a la guerra, que a menudo no perciben más la metralla y las detonaciones, de tan oídas? Dios no lo permita. En esta sazón, sufrir es un deber.