miércoles, 18 de febrero de 2015

LA NUEVA MISA COMO MASACRE DE LAS ALMAS

Nos resultó conveniente adjuntar este notable testimonio al que publicamos hace unos días acerca de la degradación del culto litúrgico, escritos ambos en primera persona y de un paralelismo que salta a la vista. Lo ofrece un canadiense residente en China quien, al paso que describe las aberraciones a las que asiste regularmente con cada Misa, nos ofrece un panorama de la Iglesia en Asia tal como para cerciorarnos de que la "esperanza" frecuentemente invocada en relación al destino del catolicismo en aquellas tierras consuena con las expectativas "primaveriles" del post-concilio en Occidente. 

Las coincidencias en los abusos contra el decoro de la Misa son tantas y tales, a tantas leguas de distancia, que se diría incurso todo el rebaño y sus pastores en un nuevo concepto de "catolicidad": la universalidad de la memez. Tanto que quien lea estas líneas podrá referirlas sin fatigas a cuanto ocurre en la parroquia de su barrio, con los mismos actores e idéntica escena. Por lo devastador y extensivo de sus efectos, a sólo cuarenta y cinco años de su promulgación, habrá que concluir que el Novus Ordo Missae llevaba en sí los gérmenes de su propia ruina. Pues «si la sal pierde su sabor, ¿con qué será salada?»

El incidente que finalmente me llevó a escribir este artículo, la gota que colmó el vaso, ocurrió en la parroquia local en la isla de Hainan, China, durante la Misa del domingo. Este domingo empezó como siempre; hice la cola para confesarme antes de la Misa, y me resultó bastante molesto tener a una pareja delante, que no paró de charlar y reírse alegremente, hasta el mismo momento en que le tocó a uno de ellos ir al confesionario. Bueno, eso no fue nada nuevo. Gente que habla vanamente en el templo es corriente aquí, hasta el punto de que sería extraño entrar a una iglesia antes de Misa y encontrarte en silencio. Respiré profundamente e intenté concentrarme, pero fui inmediatamente distraído otra vez por una gran caja de color naranja en una estantería a mi lado, que había contenido paquetes de pasta deshidratada. En los laterales de la caja un actor con gafas de sol, subido a una moto, me saludaba, y había una imagen gigante de un bol de la pasta susodicha. Por lo visto ahora se utilizaba para guardar trastos del vestíbulo. No ayudaba precisamente a prepararse para la confesión, pero en términos relativos, no era una cosa tan grave.
Traté de olvidarlo y me confesé. Al regresar a mi sitio tras recibir la absolución, pasé al lado de una chica adolescente que llevaba un alba, evidentemente una de las lectoras en la Misa de hoy. Aunque sabía que debería centrarme en orar, no pude dejar de pensar para mis adentros qué era más ridículo: el simple hecho de que una chica llevara un alba, o la pinta que traía, con sus zapatos deportivos Vans y sus Levis de imitación, con el alba que llegaba tan sólo hasta un poco por debajo de la cintura. Pasé delante de otra chica, mandando mensajes de texto con su móvil. Y delante de un crucifijo moderno horripilante de Cristo glorificado, con los brazos abiertos en aparente gloria sobre la Cruz (los que han visto el estilo sabrán de lo que hablo), hice la genuflexión ante el tabernáculo, que si hubiera estado en cualquier otro lugar del mundo, hubiera creído que se trataba de una caja fuerte, o quizás algo que una persona sin sentido estético alguno había comprado impulsivamente en un mercadillo, sin pararse a pensar en para qué podía servir esta caja amorfa de color chillón.
Mientras me arrodillaba, eché un vistazo a una de las pantallas gigantes que habían colgado en los pilares. Así que hoy era el quinto domingo del Tiempo Ordinario. Pero no hubiera tenido que mirar, ya que enseguida la voz ensordecedora de otra joven hembra llevando un alba me lo anunció por los altavoces (y a todos los que se encontraban a 100 metros del templo). No le bastó decirme qué domingo era; a continuación, me agradeció profusamente el haber acudido a la Misa, me contó lo feliz que era de que todos pudiéramos estar aquí reunidos, me explicó el mensaje de la Misa de hoy, y pidió que la gente apagara sus teléfonos móviles, porque la Misa estaba a punto de comenzar. Me levanté cuando dio la orden “en pie”, y luego ocurrió lo que ocurrió.
Una madre con su hija entraron a la Misa. En todos los sentidos parecían perfectamente normales. Habían llegado tan sólo un minuto tarde, con lo cual llegaron antes que el 25% de los asistentes que luego comulgarían. No llevaban velo. Llevaban vaqueros y jersey, nada especial. Nada particularmente ofensivo. La madre hizo una media genuflexión de mala gana, que consistía en pararse un breve momento delante del banco y bajar la rodilla derecha unos centímetros hacía el suelo. Por desgracia esto es muy común en China, dado que la mayoría no tiene ni idea de lo que es una genuflexión, de porqué hay que hacerlo, o a quién se hace. La gente que entra, ve a otros hacer este gesto raro, lo imita, y así continúa… La hija, que claramente no captaba el sentido de la genuflexión, se acomodó en el banco mientras charlaba con su madre. El himno de introducción había terminado y el Padre hizo el signo de la Cruz. Luego la madre sacó algo de su bolso. Me pregunté si la hija había sido bautizada, ya que muchos católicos chinos quieren que sus hijos “elijan por sí mismos”. De todos modos, la mera presencia de esta niña en una congregación de unas 200 personas, con no más de 10 niños por debajo de doce años, ya valía algo.
Cuando la madre encontró lo que buscaba de su bolso, lo puso sobre el banco, delante de su hija. Un enorme trozo de tarta de chocolate. Como era una buena madre y se preocupaba por su hija, le dijo que se lo comiera rápidamente, y así hizo, procurando no dejar caer nada al suelo. La Misa prosiguió a su alrededor mientras ella se comía la tarta con las manos.
Yo me quedé ahí sentado, boquiabierto, en estado de shock. Mientras tanto, cantó el coro, compuesto casi exclusivamente por hembras llevando albas (increíblemente había dos hombres dispuestos a vestirse y cantar canciones “felices” un domingo por la mañana). Mi estupor se transformó en dolor al escuchar a la “DJ de la Misa” mencionada anteriormente, anunciarnos con su micrófono las lecturas (además de su contenido, y cómo estas lecturas nos enseñan que Jesús nos ama tanto, tanto, tanto). Escuché a las lectoras, y en el Salmo la Señorita Micrófono naturalmente se unió, ahogando las respuestas de todo el mundo. Mi dolor se transformó en frustración al tener que escuchar otra homilía de media hora, completa y absolutamente carente de cualquier contenido.
[...] Afortunadamente, cuando empezó la homilía la niña ya se había comido su trozo de tarta de chocolate, así que pude centrarme en un abuso a la vez. Después de aguantar la homilía OTRA hembra llevando un alba salió a leer las peticiones de los fieles. “Por favor, bendice a todo el mundo, para que podamos vivir en paz y armonía”, etc. Creo que no hace falta que me explaye más. Luego vino la consagración.
Como reflexión aparte, siempre me pareció que la consagración llega sin avisar en la Misa Nueva. Un segundo estoy oyendo las plegarias a favor de la unidad de cada ser en la Tierra, al siguiente estoy echando mi dinero en la cesta, intentando ignorar el guitarreo… y de pronto el Padre está diciendo el canon. Unas cuantas oraciones precipitadas y a los dos minutos ya estamos de rodillas y estamos en la consagración. Otro minuto (parece que nos acabáramos de arrodillar) y nos levantamos. A los tres minutos todo el mundo se abraza en el signo de la paz. Es como si nunca hubiera ocurrido la consagración.
[...] Por fin es el momento de la comunión. Todo el mundo sube a recibir o la Eucaristía o una bendición. Estoy indeciso si subir. Bueno, más vale. “Aún es Jesucristo”, me consuelo. Me duele que sea necesario consolarme en cada Misa con la idea de que “al menos la Misa es válida”. ¿Pero qué alternativa tengo? Ésta es la única iglesia para una ciudad de casi un millón de personas. Antes había otras, pero se cerraron. No fue por los comunistas, sino porque con la falta de sacerdotes y fieles no se podía justificar su mantenimiento. Mientras el Padre pronuncia la bendición final salgo del templo. El último himno es Amazing Grace [Nota del traductor: un himno protestante muy conocido en EEUU]. Después de Misa hay Adoración Eucarística durante una hora. Me encantaría quedarme, si no fuera por la omnipresente señorita del micrófono, que continuamente me “ayuda” en mi meditación, diciendo cosas por el estilo: Ahora vamos a cerrar los ojos… observen a Jesús en su mente… le ama tanto… imaginen Su cara, Sus ojos… Aún peor es cuando el Padre saca a Jesús y le coloca en la custodia, porque esto lo hace justo después de la Misa, cuando todavía hay gente charlando en el pasillo. Da lugar a un espectáculo espantoso: Nuestro Señor puesto en la custodia, el sacerdote que se larga (sin arrodillarse, por supuesto), todo delante de al menos 50 personas conversando despreocupados, con Jesús literalmente a 10 metros de ellos. Naturalmente estas personas se dispersan, dejando a unas 20 mujeres, que de alguna forma son capaces de soportar el ruido del micrófono y adorar a Nuestro Señor. Evidentemente, ningún hombre querría quedarse a reflexionar sobre cómo Jesús les hace sentir con la chiquilla del micrófono.
Lo anterior, siento decirlo (excepto el incidente horroroso de la tarta de chocolate y el espectáculo de la Adoración Eucarística), es típico de iglesias en China y la mayor parte de Asia [...] En cuanto a la Misa Tradicional, hay un sacerdote de la Hermandad Sacerdotal San Pío X (en adelante HSSPX) que va a Seúl un domingo al mes, en un edificio de oficinas donde hay una pequeña capilla. La HSSPX también tiene centros de Misa en algunas ciudades de Filipinas y la India, aparte de misiones en Tailandia y algún otro sitio. Hay una Misa Tradicional diocesana en Hong Kong. En total, hay menos de 10 lugares donde se ofrece la Misa Tradicional en un área que contiene más de tres mil millones de almas, y prácticamente ninguna parroquia tradicional del Novus Ordo. Aquí la fe tradicional no está en las catacumbas… ha sido erradicada. Esto es una masacre, una masacre de almas.
El área de Shangai solía tener 120 iglesias que ofrecían Misa diaria. Ahora quedan menos de 50. La mayoría no tienen Misa diaria, y muchas ni siquiera todos los domingos. No fueron los comunistas quienes cerraron estas iglesias. Bueno, técnicamente sí lo hicieron durante un tiempo, pero lo que digo es que antes estas iglesias se usaban, y ahora se podrían reabrir perfectamente, si no fuera por la falta acuciante de sacerdotes y fieles. En realidad las iglesias se cerraron por sí mismas durante los últimos 50 años. Es la misma historia, pero atenuada, en Japón y Corea. Hay muchos templos bellísimos en Asia. Por desgracia, todos fueron construidos antes de 1960. Cualquier cosa posterior es un desastre; tan sólo hay que fijarse en la catedral de Tokio para darse cuenta de esto.
Yo enseñé en un seminario en Beijing durante un año. Su capilla principal tiene una vidriera de arco iris en forma de cruz en su centro. Los seminaristas reciben la comunión bajo ambas especies, por “auto-servicio”: un sacerdote sostiene el Copón con las Hostias, los seminaristas meten la mano, cogen una Hostia, se pasean hasta donde está el otro sacerdote concelebrante con la Preciosísima Sangre, mojan la Hostia en la Sangre y comulgan. En privado mostré a los seminaristas donde la Ley Canónica prohíbe esto. Estuvieron de acuerdo conmigo, pero tenían demasiado miedo de decírselo a los sacerdotes. Me apena confesar que yo tampoco dije nada cuando tenía la oportunidad. Un seminarista me dijo que un sacerdote les estaba enseñando que la confesión ya no era necesaria, porque nuestros pecados son perdonados en la Misa. En mi último día ahí, les mostré un extracto de una Misa Tridentina. Ni uno había visto algo semejante, ni sabían siquiera de su existencia. Pueden imaginar qué tipo de educación recibieron.
En una ocasión fui también a un convento en China. Había más de 200 monjas. Ni una llevaba hábito. Misa diaria era en un aula, con una mesa de madera que colocaban al frente como altar. Como decoración, una pancarta con “Jesús es la paz” en la pared detrás del “altar”. En lugar de bancos, sillas de plástico. Su convento está literalmente a 100 metros de una bella iglesia antigua. Al menos los domingos tienen la Misa ahí. Las hermanas eran muy simpáticas, pero profesaban una ignorancia supina en cuanto a la fe. De ellas casi nada era “católico”. Vamos, el sueño de un modernista, la “Iglesia ONG” hecha realidad.
He conocido a muchos tailandeses, filipinos, y gente de otros países del sureste asiático. Hay una tendencia peculiar: cada uno de ellos que fue a la escuela católica ya no es católico. Permítanme que repita eso. Nunca, en más de seis años en Asia, he conocido a una sola persona que fue a la escuela católica y sigue siendo católica practicante. Subestimamos la influencia que antaño tenía el catolicismo en Asia, antes de los años ´50 del pasado siglo. En muchos países del sureste asiático, entre un 10 y un 15% de la población eran católicos, y enviaban a sus hijos a buenos colegios parroquiales. En algunos casos, era más bien entre 20 y 30% de la población, o incluso más alto. Hablo de católicos de verdad. Imaginémonos lo que pasaría si un 20% de la población asistiera cada semana, o incluso a diario, a la Misa Tradicional. Imaginémonos si un 20% de la población tuviera crucifijos y agua bendita en sus casas, rezara el Angelus fielmente al mediodía. Imaginémonos si un 20% fuera a colegios auténticamente católicos. Sin embargo, aquella gente ya no existe. Su escuelas o han desaparecido, o son católicas en nombre sólo.
El llanto de Nuestra Señora de Akita
La diferencia es que en Occidente hemos tenido, y tenemos, focos de resistencia. Tenemos la HSSPX, la FSSP. Nada de eso existe aquí. En Asia la Misa Tradicional ha sido sustituida por ceremonias que desdeñarían hasta los anglicanos. Los hogares han sido secularizados, la mayoría ya no reza, y por tanto no transmitirán la fe a sus hijos. Los sacerdotes no ayudan. Las escuelas fundadas por misioneros han sido secularizadas. Ya no hay lugar seguro en toda Asia. No hay focos de resistencia de la Tradición. Es una masacre, una masacre de almas.
Aquí llegamos al meollo de la cuestión, lo que me atormenta diariamente. No hay escapatoria de esta situación. No hay Misas de “indulto”, ya no hay capillas de la HSSPX en Asia donde refugiarse, como había en los años ´80. No existe aquí la FSSP. Aquí ya no hay NADA. Es un desierto litúrgico y espiritual. No puedo invitar a mis amigos a Misa, porque me da vergüenza lo que tendrán que presenciar, pero no tengo ningún otro sitio a donde ir. Permítanme que insista en este punto.
Antes estaba lleno de celo por convertir a todos los seres humanos, dado que yo mismo soy un converso y fui bautizado en Beijing. Sin embargo, la mía fue una conversión intelectual. Antes de pisar una iglesia católica ya estaba convencido en un 90% de la verdad del catolicismo. Me convertí a pesar de la Misa. Miré con horror a un hombre vestido con una camiseta tecnicolor de Jesús que tocaba la guitarra y cantaba “Shine Jesus Shine” durante una Misa internacional en inglés. Estaba con mis padres, de visita en Asia. Les había contado cosas sobre la Eucaristía y lo que creían los católicos. Naturalmente se rieron. A fin de cuentas, ¿quién se imaginaría que los católicos se comportarían así, si realmente creían en lo que decían sobre la Santa Comunión? Mis padres no habían tenido una conversión intelectual. Vieron la Misa y dijeron: “cómo me podría interesar esto?”
Cometí el segundo error al llevarles a la primera parroquia que encontré en internet, cuando buscaba la Misa más cercana, mientras yo estaba en casa de visita. Quería mostrarles la Misa Tradicional, pero no había en nuestra zona. Así que, en lugar de eso, fuimos a la iglesia más cerca de nuestra casa. Nos pasamos de largo y tuvimos que retroceder; era muy difícil saber que se trataba de una iglesia. Recuerdo a mi padre decir: ¡Vamos, eso no puede ser una iglesia católica! Hay que reconocer que los católicos tienen un sentido de la belleza. Pero sí, era una iglesia católica, a pesar de parecer un gimnasio. Les ahorraré más detalles. Creo que se hacen una idea de como fue la Misa ahí.
Llevé a un amigo chino a Misa, tras estudiar la Biblia con él durante semanas, tratando de convencerlo de que la Iglesia Católica estaba en la Biblia. Estaba medio convencido antes de ir a Misa. Después de Misa, su comentario fue: ¡qué … ruidoso! Como me lo habías descrito yo me imaginaba que sería más sagrado. Sigamos con la lectura de la Biblia. Así es como veo a Dios, cuando leo contigo. Ahí no vi a Dios. Casi se me rompe el corazón. ¿Pero cómo rebatirle? Yo tampoco veo a Dios en esa Misa, aunque sé que está. Cada vez que veo un abuso, tengo que repetirme a mí mismo: “aún es Tu Cuerpo, Señor.” No tengo alternativa. Esto es lo único que hay.
[...] Se habla del crecimiento de la Iglesia en Asia. Déjenme que les hable de la Iglesia en Asia. Sí crece. Crece como crece la Iglesia en Europa; manipulando las estadísticas. Daré sólo un ejemplo. La nación más católica de Asia es Filipinas, donde dos tercios de los católicos disienten del Magisterio de la Iglesia acerca de los anticonceptivos, donde la mitad rechazan la enseñanza sobre el matrimonio, y donde recientemente se cometió sacrilegio en la distribución de la Santa Comunión, en una Misa del Papa. Éste es el país más católico de Asia. ¿Cómo creen que van los demás?
En la medida de que Asia está algo mejor que Occidente, creo que se debe a dos factores primarios.
1) Los occidentales todavía se perciben como misioneros y los líderes del catolicismo. De esta manera, cualquier cosa que hagamos nosotros, luego se copia en Asia. Gracias a que las cosas tardan su tiempo, el modernismo que infectó la Iglesia en los años ´60 y ´70, no llegó a afectar la Iglesia aquí hasta una década o dos más tarde que en Occidente. Esto quiere decir que el colapso de la fe va también con una década o dos de retraso.
2) La cultura asiática aún es más conservadora que la occidental. Un ejemplo perfecto de ello es la Misa en Japón; muy silenciosa, bastante reverente en muchos casos. Muchas mujeres todavía llevan el velo. ¿Por qué? Porque la sociedad japonesa es educada y respetuosa, lo cual influye en cierta medida en como asisten a Misa. Tenemos el extraño y ridículo caso de cómo la cultura de una sociedad secular mejora a la Iglesia, en lugar de ser al revés.
Hay una cosa que es verdad: la mayoría de las personas en Asia son almas maduras para la cosecha. La mayoría quiere creer, y agradecen oír hablar de Jesucristo. Se palpa que la gente busca algún sentido en su vida. Sin embargo, en la Iglesia de hoy no lo encuentran, y no hay ningún sitio donde pueden ir. Por eso la mayor parte de los que entran a una iglesia católica en China no se convierten. Hay algunos conversos, pero no saben realmente lo que creen. Por ejemplo, un converso chino que cuando le dije que no comía carne los viernes, me dijo: Ah, es cierto, se supone que hay que ayunar alguna vez. ¿Decidiste hacerlo? ¡Qué guay, eres muy devoto! Unos pocos se convierten y llegan a asistir a Misa todos los domingos. Quizás incluso saben lo que los católicos estamos obligados a creer. Una minoría muy pequeña hace sus propias investigaciones, y se puede considerar católica en todos los sentidos de la palabra. Conozco a un seminarista así; se me acercó un día para preguntarme, sin venir a cuento: ¿por qué el Papa Francisco está siempre sonriendo? ¿Acaso no sabe que la Iglesia se está muriendo? ¿No sabe que está todo en ruinas? ¿Por qué motivo sonríe?



Traducción de Cristopher Fleming. 
Texto completo en castellano publicado por Adelante la fe. Original en inglés aquí