martes, 13 de marzo de 2018

CINCO AÑOS CON FRANCISCO

Talla de Bergoglio, lista para ser emplazada
entre los moais de la isla de Pascua
Si los cómputos heliocéntricos no fallan, la Tierra estará cumpliendo hoy, martes 13, cinco ciclos completos desde que Francisco salió al balcón de la Plaza San Pedro para saludar a la multitud con un campechano buona sera y para inclinarse ante la misma solicitando su democrática bendición. La efemérides, con dar cuenta del nudo dato de las revoluciones cósmicas, sirve en este caso para recordar la fecha de ingreso de aquella otra revolución intraeclesial en su fase más desembozada y brutal -entonces cuando, libre de tediosas rémoras y de vetustas exigencias de decoro, la peste modernista pudo al fin poner un esperpento de tomo y lomo en el vértice de la Iglesia ocupada. No es menester remembrar lo que vino a continuación: la prédica (sea de viva voz que a través de gestos. O por escrito, en documentos oficiales) del ecologismo, del pauperismo, de la moral situacional, del supuesto profetismo de Martín Lutero y del evolucionismo teilhardiano, entre mil otros timos que competían por obtener plaza de ciudadanía en esa «iglesia extraña y al revés de todas las reglas» que la beata Emmerich reconoció en sus visiones, debajo de la cual había «una sombría bodega llena de humo» pues «nada venía de lo alto en esta iglesia, todo venía de la tierra y de la región tenebrosa».

El zafarrancho que armó Francisco fue tal, que no le falta adlátere dispuesto a encomiarlo con palabras tan comprometedoras como que su «estilo [de Bergoglio] está produciendo una irreversible desmitologización del papado» (entrevista a Víctor Manuel "Tucho" Fernández, por Andrea Tornelli, visible aquí). Parece difícil ser más explícito (es decir, más cínico): el primado conferido al sucesor del Príncipe de los Apóstoles, su jurisdicción universal y la asistencia especial del Espíritu Santo para garantizar la inerrancia de sus definiciones ex cathedra serían, según Tucho, meros mitos -y mitos a desmontar. Lo cierto es que esa iconoclasia referida a su peculiarísima función es ejecutada por Francisco con una eficacia que todo un vasto ejército enemigo munido de las armas mas mortíferas no alcanzaría a igualar. Tiene razón, a la postre, el gran Tucho: ni la cachetada de Anagni, ni la cautividad de Pío VII bajo Napoleón, ni el intento fallido de las huestes masónicas por arrojar al Tíber el cadáver del apenas fallecido papa Pío IX: ninguno de estos precedentes alcanzó tal vis profanatoria.

Lo que consta acabadamente en un volumen de reciente aparición a cargo de Alejandro Sosa Laprida, que viene a continuar la reseña de bergogliadas acometida en otros dos trabajos anteriores (que hemos reseñado aquí y aquí). Se trata de Cinco años con Francisco, soberano blasfemador del Vaticano, cuyo archivo en pdf es accesible en este enlace y cuya consulta recomendamos a todos los que entiendan imperioso mirar cara a cara este abismo, cifra y culmen de la apostasía ya prevista en las Escrituras.