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Talla de Bergoglio, lista para ser emplazada entre los moais de la isla de Pascua |
El zafarrancho que armó Francisco fue tal, que no le falta adlátere dispuesto a encomiarlo con palabras tan comprometedoras como que su «estilo [de Bergoglio] está produciendo una irreversible desmitologización del papado» (entrevista a Víctor Manuel "Tucho" Fernández, por Andrea Tornelli, visible aquí). Parece difícil ser más explícito (es decir, más cínico): el primado conferido al sucesor del Príncipe de los Apóstoles, su jurisdicción universal y la asistencia especial del Espíritu Santo para garantizar la inerrancia de sus definiciones ex cathedra serían, según Tucho, meros mitos -y mitos a desmontar. Lo cierto es que esa iconoclasia referida a su peculiarísima función es ejecutada por Francisco con una eficacia que todo un vasto ejército enemigo munido de las armas mas mortíferas no alcanzaría a igualar. Tiene razón, a la postre, el gran Tucho: ni la cachetada de Anagni, ni la cautividad de Pío VII bajo Napoleón, ni el intento fallido de las huestes masónicas por arrojar al Tíber el cadáver del apenas fallecido papa Pío IX: ninguno de estos precedentes alcanzó tal vis profanatoria.
Lo que consta acabadamente en un volumen de reciente aparición a cargo de Alejandro Sosa Laprida, que viene a continuar la reseña de bergogliadas acometida en otros dos trabajos anteriores (que hemos reseñado aquí y aquí). Se trata de Cinco años con Francisco, soberano blasfemador del Vaticano, cuyo archivo en pdf es accesible en este enlace y cuya consulta recomendamos a todos los que entiendan imperioso mirar cara a cara este abismo, cifra y culmen de la apostasía ya prevista en las Escrituras.