lunes, 9 de noviembre de 2015

BERGOGLIO BIFRONTE

Nos limitamos a traducir y ofrecer este texto, de lo mejor y más sintético que hayamos leído sobre el actual pontificado. A despecho de que -como con acierto lo dice un amigo de este blogue- a Bergoglio no se lo analiza: se lo cita, acá se analiza oportunamente una medida de gobierno de las más resonantes de Francisco (la vandálica intervención de la orden de los Franciscanos de la Inmaculada) al par que la ulterior explicación que da el propio pontífice de la misma, en términos que arrojan una luz inquietante, incontrastable, sobre la calidad de los sufrimientos que se ciernen en esta hora sobre la Iglesia de Cristo.

[Fuente: http://opportuneimportune.blogspot.com.ar/2015/11/bergoglio-bifronte.html]


Me quedé desconcertado y escandalizado por lo que escribió Maurizio Blondet en un reciente artículo suyo, a propósito de las palabras que Bergoglio dirigió a los frailes Franciscanos de la Inmaculada el pasado 10 de junio.

Blondet recuerda que el discurso que hizo quedó registrado, por lo que me siento llevado a considerar, conociendo la honestidad intelectual de este periodista católico, que no tiene motivo para mentir.

Dice Bergoglio:
a mí se me explicó la [vuestra] situación tranquilamente, quedamente; oré con benevolencia por vosotros y concluí que debía tomar esas decisiones [del comisariamiento] después de haber recibido consejo [...] El principio que me guió fue el de la obediencia, porque es justamente ése el principio de la catolicidad. Cuando pensamos en la reforma protestante decimos que ésta comenzó con la revuelta: el separarse del obispo, el separarse de Roma no es la catolicidad.
Y acá ya no podemos no advertir una disonancia: la invocación a la obediencia (pero sobre esto volveré más tarde) y aquella a la Pseudorreforma protestante, que comenzó con la revuelta, el separarse de Roma. Pero, ¿cómo? ¿Y dónde va a parar el diálogo ecuménico, con el cual se enjuaga la boca el Obispo de Roma a cada paso? Entonces, ¿los protestantes son rebeldes? Con los Franciscanos de la Inmaculada Bergoglio emplea términos que están en neta contraposición con aquellos melifluos de sus numerosos encuentros con los herejes, antes y después de la farsa del Cónclave.

Y sigue nuestro sujeto:
San Ignacio nos dice que la regla "para sentir con la Iglesia" es que si yo veo una cosa negra que es negra y la Iglesia dice que es blanca, tengo que decir que es blanca.
¡En las barbas de la libertad de los hijos de Dios tan decantada por el Conciliábulo! San Pablo nos dice rationabile sit obsequium vestrum. La paradoja de san Ignacio suena por lo menos inapropiada en la boca de un hijo de la revolución conciliar que no tiene escrúpulos en contrariar la doctrina católica cada vez que tiene la ocasión. Puesto que la Iglesia no puede decir que lo blanco es negro, que la verdad es error o viceversa: de lo contrario menoscabaría el mandato divino recibido de parte de su Fundador. Y aun cuando se quisiera aceptar la advertencia ignaciana, nos gustaría entender por qué razón, cuando la Iglesia dice que el matrimonio es indisoluble y que los adúlteros están fuera de la comunión, Bergoglio toma el teléfono y llama a su portavoz Scalfari para tranquilizarlo con que los divorciados podrán recibir los Sacramentos. Por qué cuando la Iglesia manda predicar el Evangelio a todas las gentes, él sostiene que el proselitismo es una solemne tontería.

Con el estilo diamantino que lo caracteriza, agrega:
Y sin el Papa, ¿a ti quién te garantiza tu ortodoxia, lejos del Papa?
En verdad, esta proposición también chirría, especialmente respecto a las ya proferidas acerca de la conversión del papado hechas a los cismáticos de Oriente. Sin abundar que los cismáticos, los herejes y los idólatras de los que se acompaña parecen prescindir tranquilamente del Papa, y esto no parece constituir un problema para la iglesia conciliar.

Luego retoma:
Pero cuando hay una hermenéutica ideológica, yo tengo miedo, tengo miedo.
¿Pero cómo? ¿No acababa de decir que es menester obedecer ciegamente a la Iglesia, incluso si lo que ella afirma estuviera en contradicción con la realidad, o al menos con aquello que a nosotros se nos aparece como tal? ¿Qué hay de más ideológico que una obediencia irracional a cualquier orden del Papa? Y sin embargo Bergoglio tiene miedo: es para preguntarse en esta sazón si él se teme a sí mismo.

Y luego la habitual estocada genérica, sin nombres, blandida para deslegitimar una cosa de suyo buena en nombre de un caso límite. El típico estratagema capcioso: legitimar el divorcio porque un marido alcoholizado le pega a la pobre esposa; autorizar el aborto porque un delincuente violó a una jovencita dejándola embarazada, etc. O, descendiendo a los discursos de bar: mejor un buen laico que un mal cura. En fin, el derrotismo y el engaño ideológico erigidos en pastoral.
Yo recuerdo... es cierto que todos debemos ser ortodoxos, pero tantas veces se usa [la palabra "ortodoxia", NdR.] para justificar procedimientos que finalmente no resultan tan claros. Yo recuerdo a un obispo de América latina, nos apaleaba a todos: "¡la ortodoxia! ¡La ortodoxia!", pero era un especulador, hacía negocios con dinero... De este modo se acusan los unos a los otros de no ser ortodoxos para encubrir otro intereses.
Luego sigue el elogio hipócrita de la Orden:
Vuestro carisma es un carisma singular: está el espíritu de san Maximiliano Kolbe, un mártir, y está el espíritu de san Francisco, el amor a la pobreza, a Jesús despojado...
Notemos que fue precisamente por estos días que Bergoglio ordenó a los franciscanos, a través de sus emisarios de púrpura, que no llevaran la Medalla milagrosa, que borrasen el voto mariano, que no mencionaran más a san Maximiliano Kolbe.

Pero, como justamente afirma Blondet, hay luego una frase que suena -por decir lo menos- aterrorizante:
Hay otra cosa que a mí me hace entender porqué el demonio está tan enojado con todos vosotros: la Virgen. Hay algo que el demonio no tolera... no tolera la Virgen, no tolera y no tolera más esa palabra de vuestro nombre: Inmaculada, porque ha sido la única persona solamente humana en la cual él encontró siempre la puerta cerrada, desde el primer momento; él no [la] tolera.
El nexo de consecuencia que se deduce de las palabras del Obispo de Roma se nos escapa. O mejor: la única interpretación posible de estas palabras, a la luz de la disposiciones tomadas por él contra los Franciscanos de la Inmaculada, se encuentra sólo en la casuística de los exorcismos. No es raro, en efecto, que Satanás sea forzado por Dios a obedecer al exorcista, afirmando verdades que le repugnan y que revelan sus engaños.

No pensaba llegar a teorizar una enormidad semejante, pero me parece que puedan hipotetizarse sólo dos casos que justifiquen estas palabras: la posesión diabólica o una forma de bipolarismo, de patológico desdoblamiento de la personalidad.
Pensad el momento que ahora vivís como una persecución diabólica, pensadlo así...
Una persecución diabólica, sin dudas, pero de la que se confesó responsable y único mandante nada menos que el Pontífice Romano, el Vicario de Cristo, el Príncipe de los Apóstoles.

O acaso, con implicaciones menos desastrosas pero no por ello menos horripilantes, un usurpador elegido con la estafa de un Cónclave piloteado. Un usurpador que pretende obediencia ciega, pronta, absoluta, más allá de la razón y pisoteando la misma Fe. Un tirano que persigue a los buenos explotando su sentido de fidelidad a la Iglesia y que al mismo tiempo prostituye a la Iglesia con el mundo, adultera la enseñanza, pervierte la moral, conculca la espiritualidad y el impulso apostólico, humilla al Fundador.

Un tirano que pretende con arrogancia una obediencia delirante, incluso si tuviera que afirmar algo contra la evidencia. ¡Otra que parresía! Por otra parte, incluso la farsa del Sínodo sirvió a demostrar que la verdadera Relatio Synodi fue publicada por Scalfari después de la enésima llamada telefónica de Bergoglio.

Que sigan, pues, los mediadores buscando justificaciones a la obra de este personaje vestido de blanco. Yo encuentro extremadamente difícil, con toda la buena voluntad, no extraer las lógicas consecuencias de los actos infames de los que él cada día se hace responsable.

Que la Virgen Inmaculada, terribilis ut castrorum acies ordinata, ilumine las mentes entenebrecidas de los Prelados y les dé el coraje de oponerse a este Anticristo.