Nota: publicada originalmente en el sitio oficial de la Santa Sede, esta homilía tuvo brevísima difusión, pronto censurada por el personal encargado de reformular los discursos de Francisco cuando éstos abundan en giros demasiado comprometedores para el sensus fidei.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy nos trae el recuerdo de un hecho luctuoso cuyas sombras se proyectan hasta nuestros tiempos. Recordamos a esos niños muertos por orden de Herodes, y no podemos dejar de pensar en los niños inocentes que, en pleno siglo XXI, siguen muriendo en los conflictos bélicos, o bien a causa del hambre. Vidas descartadas a raudales, cuya dignidad permanece desconocida a los ojos de los poderosos del mundo. Vidas cuyas muertes, en atención a las esperanzas ligadas a la dinámica evolutiva de la historia, nos apremian una consideración impostergable: ¿cómo es posible que todavía haya injusticias como las que sucedían hace dos mil años? Se debe respetar siempre las vidas, y más las de los niños ¡eh!
No es ésta, queridos hermanos y hermanas, la única pregunta que nos inspira la fiesta de los Santos Inocentes. Está también el problema del sufrimiento, esa piedra en la que no dejaremos nunca de tropezar, ¡válganos Dios!, en la misma medida en la que el Cielo nos siga resultando desconocido e indescifrable. Y nos preguntamos, tal vez: ¿por qué las madres de esos tiernos mártires debieron sufrir tan penosa prueba? No hay respuesta, hay un mudo y ofensivo silencio por respuesta: esto ya lo vengo repitiendo en cada oportunidad en que se me interroga por lo mismo. Pero yo os voy a confiar algo, queridos hermanos y hermanas, algo que siempre gravó los pensamientos y las esperanzas de este Papa, y que quizás sirva como aporte personal a estas cuestiones por siempre insolubles del dolor y de la muerte.
Vosotros sabéis que, nacido en Argentina, desciendo de linaje de piemonteses, un grupo étnico que se destacó en mi patria por su operosidad y por su morosa atención a las pequeñas finanzas domésticas, gente espoleada por el mandato implícito del «fare l'America», tan urticante éste que su sello sigue imprimiéndose eficazmente tres o cuatro generaciones después de haber descendido de los barcos. Fui perito químico en mi juventud; pude haber sido contador, dado mi afán congénito por medirlo todo. Pude ser agrimensor -también y por lo mismo- y sastre, pero acabé siendo jesuita. Hay en los de mi raza un cierto exceso de racionalidad, una insobornable atención a lo pequeño y mensurable, el mismo que los estudiosos dicen haber abundado en la antigua aldea palestina de Kerioth, cuna de un hombre memorable. Y nosotros, los que heredamos esa complexión, no podemos pagarnos de misterios porque sí no más. El sufrimiento es suficientemente tangible y empírico; su oposición a la dicha terrenal pertenece al orden de las primeras evidencias, por encima de las cuales no es menester remontarse demasiado. El sufrimiento, pues, debe ser rechazado, anatematizado, arrancado de la tierra de los hombres: eso es todo. Hablar del "misterio del sufrimiento" es una ofensa a los que padecen, es invocar el absurdo. ¡Ah, cuánta tirria me provocan esos aprendices del misterio, esos que suponen la realidad velada y susceptible de explicaciones definitivas, los especialistas del Logos y los que tienen siempre una respuesta para todo!
Pero volvamos a los Santos Inocentes. Vosotros sabéis que algunos toman ocasión de esta matanza para referirla como por anticipación a la práctica del aborto, hoy tan extendida. Cuando se me pone a prueba sobre el particular, a ver qué pienso, los desairo según mi estilo: no podemos seguir insistiendo en temas como el aborto. Punto. Ya llegará ocasión de decir lo contrario o poco menos. Y os digo algo más sobre los Santos Inocentes: Dios ha sido injusto con estos niños. Si, según el parecer de más de uno, bastaba una sola gota de la sangre de su Hijo para alcanzar el rescate de la humanidad caída, ¿por qué no permitió Dios que la Redención se realizara muriendo Jesús en esta sazón, como un héroe anónimo, compartiendo destino con esos desdichados «hijos de Raquel» decapitados por orden del rey? ¿Por qué debía sobrevivir a este atentado en el que murieron otros por él, y llegar así a la edad de predicar una doctrina tan exigente para nuestras facultades, si bastaba que Dios lo tronchara en germen y que, sin pronunciar palabra que pudiera comprometernos, nos diera el pasaporte a la bienaventuranza prescindiendo de nuestra odiosa libertad? ¿Por qué puso tantos requisitos? Dios sería más bueno si no nos pidiera nada a cambio, si nos concediera el honor de ser autómatas o marionetas suyas.
Y no digo nada del pobrecito de Herodes, que al fin de cuentas vio amenazado su poder y esto sembró el pánico en su alma. Sin su colaboración, que fue necesaria como la de Judas en la obra de la Redención, no habría Santos Inocentes a cuya oración encomendarse: esto solo lo hace digno de veneración. Porque convengamos, queridos hermanos y hermanas, que el elenco de los santos canonizados podría ampliarse indefinidamente hasta abarcar la totalidad de la humanidad. Las distinciones, las jerarquías, la dualidad de destinos prevista por Dios, incluso eso que llaman "amor de predilección": todo esto resulta un agravio para nuestra especie. Si todo esto se sigue, como consecuencia ineludible, de la soberanía única del Creador, tendremos que repetir con ese gran teólogo que es el cardenal Kasper que «un Dios entronizado sobre el mundo y la historia como un ser inmutable es una ofensa al hombre. Debemos negarlo por el bien del hombre, porque reclama para sí una dignidad y un honor que pertenecen por derecho propio al hombre». Lo mismo dígase del escándalo de la Cruz, del que mi querido predecesor -el primer papa jubilado- supuso que «representa a un Dios cuya justicia inexorable ha reclamado un sacrificio humano, cual es el de su propio hijo. Ante lo que no cabe sino apartarse con horror de una justicia cuya sombría cólera resta toda credibilidad al mensaje del amor».
Los Santos Inocentes nos recuerdan, al fin, la inanidad de todo sacrificio. Nosotros aspiramos a ese reino custodiado por un ángel y su espada de fuego, ni más ni menos, y hacemos votos para que la técnica humana llegue a doblegar la resistencia angélica y cierre la trayectoria de la historia con la glorificación del hombre. Nadie traiga el ejemplo de Job, tan paciente él ante las penas. Es más religioso el hombre que, abrumado por los infortunios, se hace digno de soltar una blasfemia que aquel duro de corazón que soporta todo, como dicen, "por amor de Dios". El sufrimiento no es para nosotros.
Muchas gracias.
(El pontífice se retira aplaudido. Se oye roznar entre los feligreses)
Espero sinceramente que sea una inocentada de pésimo gusto, porque las consecuencias de lo contrario son nefastas para todos.
ResponderEliminarNo se debe aprovechar la fiesta y el nombre de los Santos Inocentes de Belem, para lanzar una calumnia sobre nadie, y luego decir cuando alguien nos llama la atención, que sólo era una inocentada. Este comportamiento no es de un cristiano que dice defender LA VERDAD. Y sar escándalo y mal ejemplo a los que buscan la LUZ. Lo que está mal está mal. Deberían disculparse, retractarse, y confesarse.
ResponderEliminarNi calumnia ni inocentada: lo primero, porque es evidente a quien lea con los ojos que se está parodiando al extremo el estilo y el "pensamiento" de Bergoglio. Lo segundo, por lo primero: es una denuncia lisa y llana (una más, en el mar de denuncias) de aquel que demuestra querer corregir a Nuestro Señor.
EliminarCon sus "no hay respuesta", con sus "Dios es injusto" o su peregrina tesis de que el pobrecito Judas, arrepentido, se salvó, ¿no le da a Ud. escándalo Bergoglio? ¿No cree que es él en primer término quien debería disculparse, retractarse, confesarse e incluso deponerse de la Cátedra que usurpa?
La bajeza del adversario no es excusa para renunciar al señorío y a la elegancia...
ResponderEliminarActuando así se daña la propia imagen y se da pábulo a las críticas del contrario.
Queda aún por ver dónde está la renuncia al señorío y a elegancia. Si he hablado mal, dime en qué ha consistido...
EliminarLa caricatura exagerada de la persona, al menos a mi, me resulta inapropiada, fuera de lugar e inútil ante el propósito buscado. No es un recurso elegante en absoluto, máxime cuando se trata de un tema tan grave y serio.
EliminarSe muestra señorío debatiendo con argumentos, confrontando el mal con bondad y ejemplo. Ridiculizando al que distinto opina mediante la caricatura y la exageración yo no veo ni bondad, ni ejemplo, ni grandeza. E insisto una vez más que hablamos de temas transcendentes, donde más cuidado y seriedad se exige.
Es mi opinión y forma de verlo, no tiene usted que coincidir ni tenerme en cuenta. Mas si esta es su línea de información y debate no contará ni con mi atención ni mi respeto a tal postura, por mucho que tengamos la misma meta.
¿Quiere que le diga en qué ha hablado mal? Pues precisamente en que ha hablado usted demasiado bien.
EliminarCuando leí el artículo, y antes de darme cuenta de la broma, me pareció redactado en un estilo demasiado elegante. Así que pensé: Es una traducción del italiano hecha por el mismo Flavio Infante, que habrá mejorado el estilo original.
Las herejías, blasfemias e inconsistencias lógicas no me llamaron la atención: eran las habituales del sujeto. Aunque sí eché de ver con agrado que S.S. el Papa andaba algo más calmado y que profería menos insultos (y menos acerbos) que en los últimos días.
A Navegante:
Eliminarel problema es que usted opone arbitrariamente caricatura a señorío, oposición -créame- demasiado subjetiva, que un san Jerónimo -entre otros santos polemistas- no hubiera nunca aprobado, con su ridentem dicere verum. Valga lo mismo para la oposición caricatura-bondad, caricatura-ejemplo, caricatura-grandeza. Bien lo advierte Ud. desde el principio: "la caricatura exagerada de la persona, al menos a mi, etc...". Puesta esa salvedad queda claro que no hay mucho que discutir: al menos a mí, me parece que el recurso a la sátira no puede ser rebatido sin que ello implique la exclusión apriorística de cualquier otro recurso.
Es un servidor del diablo. Una basura abyecta
ResponderEliminarFlavio, no estoy de acuerdo. ¿por qué dice "al extremo"?
ResponderEliminarWhiskerer.
Busqué en vano el giro en el texto, pero veo que está en una respuesta que di a un comentario, más arriba. Quise decir que fue una parodia deliberadamente cargada en sus tintas. Ahora veo, por lo que aducen otros comentaristas, que no es tan así, que Bergoglio podría incluso hablar peor. Lo que no es precisamente reconfortante.
EliminarUn gran abrazo!
EliminarW
En realidad , me alegro que sea una broma .....Pero no era evidente ...que Flavio quiso hacer una broma .....
ResponderEliminarJPB
Lo hubiéramos debido detectar pues era el día de los inocentes, día en el que se gastan bromas.
EliminarSintetiza con perfección meridiana la ausencia de pensamiento del sujeto diabólico.
ResponderEliminarEs una homilía digna del Falso Profeta. Y Bergoglio habla parecido, vamos.
ResponderEliminarDestaco un par de detalles irónicos que pueden haber pasado de largo por su carácter marginal, el saludo al comenzar y terminar la homilía (nada de "Laudetur Iesus Christus" o "Ave Maria Purissima", sino un "Buenos días" y "Muchas gracias") y los aplausos de la feligresía, típico aderezo de las liturgias novus ordo.
Hermano mio, hay algun cambio en esta homilia? Si no, misericordia! Esta cargada de blasfemias!
ResponderEliminarMe pareció poco serio. Máxime que le dio apariencia de veracidad cuando menciona que fue sacado del sitio oficial del Vaticano. Cierto que todo es escandalosamente herético,uno nunca sabe si podría haber estado en boca del susodicho. Pero este parecía un sitio serio, de buena literatura como he visto en otros posts, no una chantada para el día de los inocentes.
EliminarEl problema está en que se trata de una retaíla de herejías puestas en boca del Papa y sin embargo, para nuestra desgracia, perfectamente creíbles. De hecho, lo primero que se me pasó por la cabeza fue "¿Pero qué c...?" Luego me di cuenta de lo hiperbólico del caso y me eché a reir, ¿o debería haber llorado? Ya no lo sé.
ResponderEliminarsupongamos que puede ud hacer esta parodia. Pero veo que insiste en decir que Bergoglio dijo: Dios es injusto... escuchó y vio el vídeo donde dice eso??? La frase continúa y cambia el sentido de la idea. Me parece extraño que no verifiquen las noticias, eso no es honesto.
ResponderEliminarNo supongamos nada: la parodia ya está hecha. Es increíble, con todo, la cortedad con la que Ud. lee. Ya me fue señalado que Bergoglio agregó, al final de esa desafortunada frase, un inciso que lo exculparía de haberla dicho (esto no consta, de cualquier modo, en la transcripción oficial; el vídeo no lo vi). Es la típica maniobra de este falsario: ¿o no recuerda que puso en la boca -o en la mente- de la Virgen la acusación de fraude ante el sacrificio de la Cruz? ¿O no recuerda que en cierta ocasión se excusó porque iba a proferir "una estupidez, o una herejía..., no sé...", pese a lo cual la dijo igual? ¿No nos ha dado en estos casi cuatro años de pesadilla sobradas y cloacales pruebas de cuanto es capaz de afirmar en detrimento de la fe? Por lo demás, vea que la parodia está repleta de frases que Bergoglio de hecho no dijo ("vencer la resistencia angélica para la glorificación del hombre" o "ya habrá tiempo de decir lo contrario", etc.) pero que podría decir, o serían verosímiles en su bable.
EliminarUse la que está sobre los hombros, que no es un elemento decorativo.
Me parece que en el blog quijote siglo xxi lo tomaron como que era una homilía.....
EliminarHenrique de Susson escuchó a los ángeles cantar esta canción...
ResponderEliminarhttps://youtu.be/_zB3S4Hegc4
Thomanerchor Leipzig - In Dulci Jubilo 1989
In dulci jubilo,
Nun singet und seid froh!
Unser Herzens Wonne
Liegt in der Krippe bloss
Und leuchtet als die Sonne
Matris in gremio
Alpha es et O
Alpha es et O.
O Jesu parvule,
Nach Dir ist mir so weh.
Tröst mir mein Gemüte,
O puer optime,
Durch alle Deine Güte,
O princeps gloriae
Trahe me post te
Trahe me post te.
Ubi sunt gaudia?
Nun nirgend mehr denn da,
Da die Engel singen
Nova cantica,
Und da die Schellen klingen
In regis curia.
Eia, wär'n wir da!
Eia, wär'n wir da!
Estimado amigo, el arte de la imitación tiene la capacidad de mover, a quien lo contempla, a la observación sobre algunos detalles, en particular aquellas características del imitado que el imitador ha tratado de acentuar.
ResponderEliminarEsto es útil, es pedagógico, es bueno para hacer reflexionar.
Ahora, si uno lleva ese arte al extremo de que el imitador sustituya al imitado, por una parte constituye indudablemente un reto artístico, un reto intelectual, una enorme exigencia para el artista… pero por otra, exige, también, una gran agudeza del que observa. Y la agudeza del observador es la variable que resuelve el resultado de la operación, entonces puede ser esto una broma pesada, un engaño, una falsificación, una estafa… Porque incluso un agudo observador que se ha dado cuenta más tarde o más temprano de la simulación, puede sentirse burlado en su buena fe.
En particular lo que me ha molestado en forma personal es el título y la nota inicial, como si, sin tener ninguna voluntad de robarme, me hubieran dado un billete falso. De no ser por los comentarios más de uno puede creer redondamente lo que está escrito. Más de uno puede no leer los comentarios.
Otra cosa sería si el título fuese sincero, si el título y la nota inicial no participaran de la puesta en escena. Claro que el chiste no estaría completo… pero por alguna razón viene a mi mente el hecho de que a Gandalf no le pareció buena la broma de Bilbo con el Anillo en el día de su cumpleaños…
En fin, pienso que el artista debe tener en cuenta que no todas las ideas que se le ocurren, por bastante geniales que puedan parecer, son buenas para ser ejecutadas…
De todas las réplicas recibidas, la suya ha sido la más ecuánime y clara, cosa que le agradezco.
EliminarCreo estar prevenido, ¡Dios así lo quiera!, respecto a las dificultades de orden ético inherentes a la ficción que opera el artista. Por eso, creí que el título y la nota preliminar -aparentemente serios- eran tan groseramente contrariados por las espantosas blasfemias sucesivas que no hacía falta explicitar que se trataba de una ficción. Con sorpresa me encontré con que algunos lectores no lo habían tomado así, al punto que hoy me llega un puñado de visitas procedentes del blogue luso-parlante Fratres in unum, donde un comentarista pone el enlace a esta "homilía" dándola por cierta, como ejemplo de la apostasía de Francisco.
Lamento este resultado inesperado. Me parecía que no podía ser creíble que Francisco hiciera explícita su "tirria contra los especialistas del Logos", ni el azar de su destino como jesuita pudiendo haber sido sastre o agrimensor, y muchas otras afirmaciones más (explícito credo evolucionista, la "inanidad de todo sacrificio", etc.). Me parecía demasiado, pero veo con sorpresa que no ha sido así para todos los que lo leyeron.
Quod scriptum, scriptum. Conste esta explicación -que, insisto, nunca creí hubiera sido necesaria- para dar cuenta del ánimo con el que fue ofrecida esta entrada.
Es que los ánimos están caldeados, para decirlo con un eufemismo.
EliminarSe nota que era falso porque el estilo de Francisco es menos ilustrado, o más vulgar, como lo quiera decir. El día que Francisco tenga el estilo que plantea el autor, don Flavio, en este cuento, puede esperarse de él una rectificación de su andar.
ResponderEliminarCon qué claridad y asertividad se expresa el Anónimo 2 de enero de 2017, 11:52. Felicitaciones a él por eso. Me sumo al comentario en todos sus términos.
ResponderEliminarFelicitaciones a Flavio Infante por la respuesta noble.
Gábriel