Se nos perdonará el delito de adobar este espacio con un relato personal que involucra, en todo caso, a seres irracionales, y no a lo que habitualmente acá tratamos. Sirva al menos como recreo, en la convicción de que las realidades naturales suelen subordinarse a modo de símbolos eficaces a las sobrenaturales, reflejando por una lejana analogía su fisonomía y sus recíprocas relaciones. San Buenaventura y fray Luis de Granada, entre otros, supieron señalar ese tránsito del nivel sensible y patente a una ulterior instancia de significación latente, lo que los hizo advertir en cada criatura -y en sus hábitos, y en sus intercambios- una como propedéutica a las realidades supremas. Auxíliennos ellos, pues, en este cometido de contar un caso en el que los protagonistas son animales, no menos que en la tarea de suscitar una correspondencia admisible en ámbito no ya humano, sino incluso sacro.
No es tan raro que alguien vea su sueño interrumpido por algún ruido, o bien por un dolor que lo asalta: cualquiera conoce de esto. Quien suscribe estas líneas -que, como algunos lectores saben, vive en un medio rural, en la dilatada pampa- se despertó sobresaltado hace una noche, a instancias de un desagradable y fuerte olor que intentó vanamente reconocer. Los insistentes ladridos le dieron la pista: un zorrino (en otras latitudes llamado mofeta, y por los cronistas de Indias «zorrilla hedionda») había sido acorralado por los perros, justo en la galería exterior de la casa. La bestia se había defendido usando de su proverbial recurso, del que nuestro olfato tenía suficiente y desagradable experiencia mediando una distancia de ciento o más metros, pero que no había percibido aún tan de cerca, con todo su apremiante rigor, digno de tenerse (en su penetrante, flamígera acritud) por una de las penas de sentido que aquejarán a los réprobos después de la resurrección.
Esto ocurrió una larga hora antes de amanecer, tiempo columpiado entre laudes y mates, con el telón sonoro de los ladridos, la agitación perruna. Habiendo ya clareado bastante y contando entonces con mejor vista, la decisión de retirar una a una las tablas de madera que ocultaban al intruso agazapado dio lugar (después de mover la última y de haber soportado el olfato varios sucesivos latigazos, suficientes a replegarlo a uno una y otra vez en busca de mejores aires) al intento de fuga de éste, detenido por los atentos canes que fueron otros tantos rayos.
El resto lo hizo el hombre y la vara de su diestra mano. No deja de ser admirable en esta historia la fidelidad y la perseverancia de los perros, que aun corriendo momentáneamente enloquecidos con cada fétido saetazo recibido en pleno rostro, volvían a la carga, convencidos de su misión.
¿Hace falta señalar que el símil no se ajusta a lo que vemos hoy en la Iglesia, a la que más bien le cabe la irónica invitación de Isaías (56, 9ss): «¡Bestias del campo, fieras de la selva, venid todas a devorar! / Sus guardianes son todos ciegos, ninguno de ellos sabe nada. Todos ellos son perros mudos, incapaces de ladrar»? ¿Hace falta recurrir a ejemplos, indecorosamente prolíficos en todas las católicas modernas latitudes? ¿En qué lejana edad geológica quedaron calificaciones como la de «pestilencial», tan atinadas para los errores que afectan a la fe y tan felizmente recurrentes en el Magisterio cuando éste todavía hablaba claro? ¿Acaso los centinelas pretenden hibernar todas las cuatro estaciones? ¿Quién ladrará, el zorrino?
A decir verdad, la Iglesia ya no puede cumplir el mandato de «amar a los enemigos y orar por los perseguidores»: el irenismo (doblado en sincretismo) y la infiltración cada vez más desembozada de fieras cerriles en sus propias filas se encargaron de anular la noción misma de «enemigo». Ahí está el caso del dizque obispo anglicano, a quien el entonces cardenal Bergoglio disuadió de entrar a la Iglesia, y que hoy recibe sepultura junto a obispos católicos. Para no hablar del obispo canario que bendijo el matrimonio sodomítico de un profesor de religión.
Christi bonus odor sumus Deo, podía decir el Apóstol (II Cor 2,15). A instancias de tantísimos clérigos que han hecho de su ministerio un mero metiére, una renta segura, se prefiere hoy incensar el altar con el hedor del más plácido cretinismo, de los vicios más viles, de la cobardía de quienes debieran ladrar. La "retroalimentación" obra eficazmente, y la lex credendi ya se ha hecho una con la lex orandi de Caín.
Aquí se podría decir que el que hace las veces de zorrino es el hediondo bergoglio, jajajaja....., con perdón de los pobres zorrinitos que lo único que hacen es defenderse.
ResponderEliminarpues que pronto habrá que pedir la ordenación sacerdotal de los perros, que seguramente harán mejor papel en la defensa de la fe que nuestros sacerdotes...
ResponderEliminarBuscando sobre Robert H. Benson, que usted citó en su anterior entrada y del cual nunca había escuchado, encontré el siguiente artículo:
ResponderEliminarhttp://www.catholicculture.org/news/headlines/index.cfm?storyid=19721
Los que se oponen a Francisco por lo general pasan por alto ese tipo de declaración que él también hace. Algo que me llama la atención es la ambiguedad (aparentemente intencional) de Francisco, que juega tanto entre ortodoxos y modernistas. Encuentro muchos artículos que justifican a los dichos polémicos de Francisco frente a la ortodoxia, como el famoso "quién soy yo para juzgar?" o su diatriba en contra del proselitismo. En mi opinión, creo que Francisco es un papa de transición: es el primero que ya abiertamente coquetea con el modernismo, y el último razonablemente "ortodoxo". El próximo va a estar completamente del lado del mundo y las ideas modernas, los ataques en contra de la "iglesia"(pues ya no será más la verdadera Iglesia divina) cesarán por completo, y los (pocos) verdaderos fieles ya sabrán lo que estará por venir.
La cita que hizo Francisco de Benson es un guiño destinado a captarse la benevolencia de algunos entre los católicos que lo aborrecerían por mil otros motivos. La similitud entre su mensaje y el de Felsenburgh (humanitarismo dulzón, naturalismo de comediante) es demasiado claro como para creer que pueda en serio proponer la lectura de ese libro, que sólo sirve a desnudarlo.
ResponderEliminarCon respecto a la transición, lamento objetarle que ésta ya comenzó hace varias décadas. Benedicto representó una desaceleración del proceso, que con Francisco retoma bríos y ritmo demencial. Sí es muy posible que el próximo papa -si lo hubiera- ya no se cuide de recordar ni pizca de doctrina cristiana, ni siquiera para fingir la fe que no tiene. En este proceso de apostasía siempre se puede estar peor.
Cierto Flavio. me extraño cuando Francisco habló de Robert H.Benson y el "Señor del mundo". Diría que casi lo recomendó y sí no fué comedia, poco le faltó.
EliminarY Carlo, por favor... ¿Como va a ser Francisco "un papa" de transición?. En todo caso de continuación, pero a peor.
Los coqueteos con el modernismo no son exclusiva de Francisco. Digamos que se lo dejaron a punto de caramelo para hacer lo que está haciendo: Destruir lo poco bueno que queda en la Iglesia.
Es bien posible que usted tenga razón. Sin embargo, aunque les doy la razón a los conservadores en varios temas, su posición me genera varias dudas. Considerando la situación actual, qué validez tienen los sacramentos administrados por los sacerdotes? Si el Vaticano se hunde cada vez más en la herejía y la apostasía, si en el trono de Pedro no hay más una autoridad que conserve la Tradición y las enseñanzas de Cristo, sirve de algo ir a misa, confesarse y recibir la eucaristía? Los sacerdotes y obispos consagrados después del Concilio Vaticano II (que los conservadores por lo general consideran como el gran divisor de águas), son sucesores de los Apóstoles, o se cortó la sucesión?
ResponderEliminarOtra duda que tengo es respecto a los orientales separados. Más allá de que no aceptan la supremacía de Roma hace ya casi un milenio, las diferencias teológicas son bastante pequeñas y, desde un punto de vista doctrinal y litúrgico por lo menos, parecen haber conservado mejor la Tradición, ya que nunca hubo un Vaticano II entre ellos. Si creemos que el papa es un apóstata, no nos conviene hacernos ortodoxos?
Muchas gracias por las aclaraciones, Flavio. Soy un neófito y hay mucho que desconozco, pero también me preocupa el camino que va tomando la iglesia y creo que son signos de los tiempos. Una pregunta más: sabe si en Buenos Aires hay algún templo donde se celebre la misa Tridentina?
EliminarTotalmente de acuerdo con tu respuesta. Ni quito ni pongo.
EliminarSi bien estoy lejos de Bs. As., sé de la iglesia que tiene la FSSPX en el barrio de Montserrat, por calle Venezuela. La dirección exacta debe ser fácil de rastrear por la internete. Si consulta en el blogue The Wanderer le deben poder señalar otras opciones.
EliminarLa direccion de la Capilla "María Medianera de todas las gracias" de la FSSPX es Venezuela 1318. A tres cuadras de la 9 de Julio. En Capital Federal no conozco más.
EliminarPara Carlo: la dirección exacta de la Iglesia de la Fraternidad San Pío X es Venezuela 1.320, Capital Federal.
ResponderEliminarMuchas gracias por la indicación.
Eliminarmiren esto
ResponderEliminardogma
Pregunta hecha por AB el día 8/15/2014:
¿que pasó con el dogma de extra ecclesia nulla salus luego del vaticano segundo donde se afirma que hay tres religiones verdaderas, siendo que antes se afirmaba que solo la iglesia católica era la verdadera?
Respuesta por Frank Morera el día 8/15/2014:
Hola AB.No creo que eso nunca halla sido proclamado Dogma, de todas formas el Catecismo lo explica magnificamente bien ( http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p123a9p3_sp.html) , ademas la Dominus Iesus bien lo afirmo. Que Maria Asunta al cielo se lleve nuestro corazon con ella+
http://www.ewtn.com/vexperts/showmessage.asp?Pgnu=1&Pg=Forum24&recnu=8&number=638204
Como alguien que responde preguntas no sabe que ese es un dogma, que alguien le avise.
Eliminar