viernes, 24 de marzo de 2017

ESO QUE DESIGNAN COMO MEMORIA

En la Argentina, para esta fecha de 24 de marzo, se celebra un sesquipedálico «Día nacional de la memoria por la verdad y la justicia» en conmemoración del último golpe militar, ocurrido hace hoy cuarenta y un años. Día de una memoria sesgada y falsificada; de una verdad invocada para su provecho y con crasa inconsecuencia por aquellos escépticos que, como Pilatos, de sólito se encogen de hombros ante la sola alusión a esa entelequia de «la verdad»; de una justicia concebida según el método dialéctico que, a imitación de los tribunales de Nüremberg, no se detiene ante las peores irregularidades procesales, con inclusión de falsos testimonios, dictámenes apriorísticos y violación del principio de irretroactividad de la ley (lesa humanidad).

Como frutos de una antropología corrompida, la mente no entenebrecida por la propaganda comprueba con horror cómo se invocan estas nociones para significar su exacto contrario: la amnesia histórica, la mentira más desvergonzada y la más odiosa de las injusticias. Se verifica una vez más la parábola funesta cumplida en el largo tránsito que va del nominalismo (que es para nuestra tradición filosófico-cultural lo que la sofística fue para el alma y el mundo de la Hélade) a la Revolución, que del desdén por el contenido conceptual de las palabras y por la aptitud cognoscente del hombre, pasó a la utilización abusiva de unos términos previamente tenidos, uno por uno, como flatus vocis. Pasa con éstos -hecha abstracción de la corrupción del contenido mental de los términos- lo que para los divorcistas con el matrimonio, según la conocida lección de Chesterton: pese a su aparente desprecio creen tanto en él, que no pueden evitar el casarse una y otra vez. Otro tanto ocurre, según es noto, con el «poder», combatido aun en su calidad de garante de la cohesión social por las izquierdas más anarquizantes... hasta que se enseñorean de él.

Así, tenemos hoy que al saldo horroroso de prolongados secuestros en cárceles clandestinas y hediondas, mutilaciones, muertes a tiros por la espalda o por la detonación de bombas, hombres llevados a la rastra con camionetas por caminos rurales y desollados vivos, niños salpicados por la sangre de sus padres ejecutados en su presencia cuando ni siquiera llevaban armas para su defensa, a este saldo multiplicado por miles de casos se añade la exaltación de sus agentes, elevados a la categoría de héroes y copiosamente indemnizados -si sobrevivientes al plomo- por la justa prisión padecida por aquellos años. Y al encarcelamiento compulsivo y sin garantías de todos aquellos que formaron por aquellos años los cuadros medios de las fuerzas armadas y de seguridad, en una biliosísima planificación de la venganza. Vuelve a constatarse lo obvio: la izquierda, a expensas de un programa a reivindicar, puede omitir tranquilamente la moralidad de sus actos. Combatir a la «oligarquía» y a los poderes hegemónicos justifica los crímenes más abominables, y el peor de los psicópatas acaba siendo aclamado como un prócer. Nada de extrañar, por mor del método dialéctico, este desdén hacia la valencia moral de sus acciones: si de lo que se trata, en ese tránsito jamás verificado en la experiencia histórica marxista hacia la sociedad sin clases, es de derrocar a una oligarquía para sustituirla por otra (dictadura del proletariado, o más bien del «politburó»), esto comporta ante todo un choque de voluntades, que no un intento de remitir la herida vida civil a su fundamento racional. La razón está de más.

[Un caso soft pero no menos elocuente de esta aberración crónica padecida en nuestras latitudes es el del "Indio" Solari, cantor de rock anti-sistema que ofrece recitales masivos en ciudades del interior, a razón de uno por año, con saldo a cuál más luctuoso. Hace dos semanas, en Olavarría, ciudad de cien mil habitantes en la provincia de Buenos Aires, logró congregar a un número de espectadores que, aunque arduo de estimar, no bajaba de trescientos mil -y quizás superara el medio millón, según otras estadísticas- en un predio apto para no más de ciento cincuenta mil personas. Para el inane orgullo de organizadores y participantes, parece que se logró conformar el "pogo más grande del mundo", ese entrevero sudoroso y ondulante de carne humana condensada como en racimos de vermes. La bacanal de masas dejó la cifra de dos muertos y una veintena de desaparecidos que fueron reapareciendo en el lapso de una semana o más, perdidos a cientos de kilómetros de sus hogares en algún pueblo de provincia, aún aturdidos y confusos, en la más completa deriva. A la par que se registraban robos entre los mismos asistentes, destrozos en la ciudad hospedera, evacuación del público en camiones de basura y de ganado, etc., el convocante se retiraba en su avión privado con una recaudación de poco más o menos diez millones de dólares, obtenidos por la eficaz ecuación entre el valor suficientemente caro de las entradas y la política de reducción de gastos en concepto de seguridad, médicos, etc. Con los Kirchner pasa algo parecido: a los ojos de sus fanáticos, el oportunismo y la impostura parecen recomendarlos, y se les perdona de grado la desaforada libido possidendi mientras contribuyan a la definitiva liquidación del orden inherente a las cosas. Éste es el principal enemigo a abatir, que no la «oligarquía». El resultado ya denota algo más que una patológica disposición a querer ser engañado, encarnada nada menos que por una multitud -lo que no es poco. El resultado es el culto masivo de la mentira, lo que constituye un fenómeno del orden de lo demoníaco.]

Muy en línea con las perversas premisas de la hora, haciendo profesión pública de pusilanimidad y tomando a sus propios terrores por otros tantos consejeros, nuestros prelados se han especializado a suficiencia en no oponer el debido testimonio cristiano al mundo y sus patrañas. Esto, en lo tocante a la novísima acepción de «memoria» (y muchas otras, según la mitología en boga) resulta tan claro como el agua. Nadie puede argüir inexperiencia de los hechos históricos: ya desde los días de franca irrupción del espíritu católico-liberal, hace casi ciento cincuenta años, dom Guéranger recordaba que «en medio de la disolución general de las ideas, solamente el aserto, un aserto firme, denso, sin mezcla, podrá hacerse aceptar. Como en los primeros días del cristianismo, es necesario que los cristianos impresionen a todas las miradas por la unidad de sus principios y de sus juicios. No tienen nada que recibir de ese caos de negaciones y de ensayos de toda clase que atestiguan bien alto la impotencia de la sociedad presente», lo que no obstó para que en el siguiente siglo se ensayara con la democracia cristiana. Igualmente lejos de la sapiencial admonición del de Solesmes, la asimilación sin condiciones de la jerga y de los postulados del enemigo se prolonga ahora en las directivas más descaminadas, como en el reciente caso del arzobispo de Tucumán, monseñor Zecca, quien para desagraviar a la Virgen y al Niño Jesús, ambos objetos de repugnantes blasfemias a instancias de hordas feministas en aquella ciudad, convocó nada menos que a un «festejo» procesional, en inaudita e increíble réplica a los endemoniados agresores. Esto ya es ir más allá de la cobardía: se diría que el miedo a confrontar les ha tocado los sesos, llenándolos de un contenido totalmente dislocado, más o menos como aquel alquimista que para curar una herida cortante recomendaba ungüentar no la piel sino el arma que había producido el daño. A despecho de monseñor y para defender el honor de Nuestra Señora, no faltaron unos pocos católicos que, atentos al desquicio de ambas orillas, opusieron su milicia a la múltiple malicia.

Es desolador notar cómo, a través del vaciamiento conceptual de las palabras, se alcanza a vaciar de humanidad a los hombres, resueltos con agrado a ser apenas zombis. El del término «memoria» es un caso ejemplificador. Identificado estrecha e indisociablemente por los antiguos con la noción de «inteligencia» (tanto que san Agustín, en su De Trinitate, consigna la clave de una metonimia que hoy nos resultaría casi inescrutable, al afirmar que «mens pro memoria accipitur»), su pérdida o sustitución debía suponer la caída del sujeto en el abismo de la amencia. Hoy la mente, se tome ésta por «intelecto» o por «memoria», resulta más bien el asiento de una emergente voluntad inferior, apetitiva. Y en atención a ésta se configuran la política, los contenidos escolares, la publicidad y la propaganda, la legislación. El piloto que aún se debate en este naufragio universal sabe, a la hora de abordar la conmemoración cívica de la «memoria» y otros fetiches verbales, que cuenta con una única clave hermenéutica: la antífrasis.

9 comentarios:

  1. UNA PANCARTA BIEN GRANDE QUE DIGA:
    Nunca más guerrilleros.

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  2. Además de dólars dentro del panuelito deberían haber dibujado algunas hojitas de coca.

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  3. https://youtu.be/Vb5sI93IdS8
    ahí andan las viejas trolas.....
    lo peor de Bs As, las procaces del pañuelito, el procaz tango, la procaz evita y el procaz falsario, la procaz masonería, que rejunte nauseabundo!
    ¿es que en este país nunca nos podremos liberar de las idolatrías?
    el peor programa de madrileños por el mundo que he visto.

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  4. ¿Porqué no envía esta nota a carta de lectores de clarín o similares?

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    1. Porque creo que correrían a publicarla.

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    2. Considerando que el medio más conservador que tiene la Argentina, La Nación, es vocero del papa, defiende todas sus "reformas", y no hay un día que no esté promoviendo la homosexualidad y las políticas de género (eso sí, cerrando los comentarios, porque las pocas veces que los dejaron abiertos les llovieron críticas), me parece que lo mejor que puede hacer Flavio es seguir publicando en su humilde pero valiente blog.

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  5. http://citizengo.org/hazteoir/sc/42463-no-expropiacion-catedral-zaragoza?m=5&tcid=34234691
    SE INICIA EL PROCESO JUDICIAL PARA INTENTAR QUITARLE A LOS CRISTIANOS OTRA CATEDRAL.

    No a la expropiación de la Catedral de Zaragoza

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  6. Muy bueno el artículo, prosa del más alto nivel, tanto en forma como en contenidos. Enhorabuena y gracias por perpetuar la dura voz reaccionaria.

    Anti-Novus Ordo

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