miércoles, 29 de agosto de 2018

UN NUEVO LEMA EPISCOPAL PARA FRANCISCO

por Matteo Donadoni
(traducción: F.I. Fuente aquí)


El método de Francisco I de Buenos Aires frente a las dificultades dialécticas me recuerda mucho al de mi viejo párroco sesentayochesco. No responder. Cuando aparece una dificultad de cualquier tipo, aun cuando se refiera al propio apostolado, no se debe responder. A lo sumo sonreír, encogerse de hombros o improvisar una expresión mansamente desolada. ¿Pides publicar un artículo para confirmar la doctrina católica? No tendrás respuesta. ¿Lo envías igual? No será publicado. ¿Te quejas de que no es cierto que Jesús se ha hecho pecador, como se explica en la homilía? Obtienes sonrisas. ¿Buscas consuelo por el suicidio de un familiar? Monseñor no sabe qué decir, la entrevista se concluye en el arco de unos 2 minutos, en todo caso menos que en la imprevista llamada telefónica del arquitecto idiota que anuncia el aumento del 25% sobre el presupuesto de los retretes del oratorio.

La misma táctica de Bergoglio. ¿Dubia? Encogimiento de hombros. ¿Acusaciones de monseñor Viganò? Silencio. Peor aún: además de no responder, su Misericordiedad eleva a tribunal supremo acerca de las verdades de la Iglesia al séquito agnóstico de periodistas que lo siguen en el avión, delegando un evento capaz de hacer época a la "capacidad periodística de sacar sus propias conclusiones". «Cuando haya pasado algún tiempo y hayáis obtenido vuestras conclusiones, podré hablar. Pero me gustaría que vuestra madurez profesional haga el trabajo por vosotros»: entregó así, a la madurez profesional de los miembros de la prensa, con un acto de confianza totalmente desconsiderado, la epistemología de la suprema autoridad católica. O de aquella que parece serlo. Con la misma expresión desolada de mi viejo párroco y con la circunstancia agravante de que quien tendría que confirmar en la fe al mundo católico, en cambio lo confunde, incluso cuando finge una expresión que, más que desolada, parece "desalada". ¿No hay más sal en la tierra?

Sin embargo, del enésimo pastiche vaticano en salsa chimichurri podemos sacar una conclusión lógica, útil y veraz. Si en su larga carta, Viganò afirma que cuando expuso el informe McCarrick, respondiendo a la llamada "pregunta con trampa", Francisco no dijo nada cambiando pronto de discurso y, como era de esperar, ahora los periodistas le piden justamente una aclaración a este respecto y Francisco persevera en no responder nada, esto significa que las afirmaciones de Viganò sobre la actitud del obispo de Santa Marta son más que fiables: reflejan un método constante, el verdadero y propio modus operandi -que luego no refleja sino su modus cogendi- científico de Bergoglio frente a las complicaciones (probablemente de todo tipo).

Ciertamente eficaz a corto plazo, pero a la larga revelador de verdades silenciadas. Si la observación parece trivial, el hecho real es incontestable. Mientras tanto el tiempo pasa. Nadie puede decir con certeza si la arena de esta clepsidra corre hacia un redde rationem final o hacia el final perverso de todas las cosas.

Mientras tanto, ofrecemos humildemente a Su Misericordiedad un lema episcopal adaptado al estilo de su pontificado: «Me ne frega». Que en latín podría sonar «Non curamus», al paso que en castellano «No me importa».

6 comentarios:

  1. “LA OBSTRUCCIÓN A LA DIFUSIÓN DE LA VERDAD ES UNO DE LOS CRÍMENES MAS GRANDES QUE SE PUEDEN COMETER: ES UNO DE LOS PECADOS CONTRA EL ESPÍRITU SANTO”



    eso fue el vaticano dos y sus genocidas de almas roncalli montini wxtila ratz y cia.

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  2. No supo qué contestar en el momento y pateó la pelota al corner como el mejor, así de simple. Mientras tanto va ganando tiempo y ya puso a sus obsecuentes a defenestrar a Viganó, así los supuestos comunicadores-investigadores sacarán conclusiones erradas y tendenciosas.

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    1. No contestó de la misma manera que no dijo palabra cuando destrozó a los franciscanos de la Inmaculada, o cuando destituyó a monseñor Livieres y abortó su obra. Este malvado sabe combinar silencios y palabrería como nadie.

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    2. Igualito a sus antecesores desde la momia formaldehído roncalli.

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  3. Otro lema que le quedaría pintado, con el plural de majestad correspondiente a su cargo:

    "TACUIMUS ATQUE DESTRUXIMUS" (callamos y destruimos)

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