por Dardo Juan Calderón
LA ANÉCDOTA DISPARADORA
Plantea la figura de Newman un acuciante acertijo ¿Quién fue? desde el punto de vista doctrinario y aun del personal. Defendido y tironeado desde derechas e izquierdas, desde el modernismo que lo tiene por Padre del Concilio Vaticano II y desde el tradicionalismo que, aun sin llegar a la devoción, en su mayoría lo considera “uno de ellos”; y aún desde (y disculpen si son susceptibles) las organizaciones homosexuales que lo consideran el santo patrono de la clerecía homosexual.
Han sido su obra y su personalidad fuente de las más variadas y contradictorias interpretaciones, y todos reclamando su bendición sin que existan casi voces críticas. Todo en un siglo feroz, de combates armados, de persecuciones y mucho más de combates intelectuales, de enormes contrastes, en el que este hombre había declarado su motivación por un encuentro de lo religioso con lo moderno y sin negar el Syllabus, ¿lo había logrado? ¿Daba la clave de la síntesis? ¿Era esta clave La Persona y su Conciencia?
Una primera observación puede ser el preguntarnos ¿por qué cada uno lo quiere en su bando? ¿Por qué es una “figura”?; y una segunda es si uno de estos bandos lo falsifica para llevar agua a su molino, para tener a esta “figura” estelar y mundial de su lado. ¿Quién lo ha traicionado?
Intentemos contestarnos algo de lo planteado comenzando en ¿por qué es una figura tan importante? Asunto que apenas si esbozaré en un intento intuitivo y concluiré al final, pero que parte del hecho de que él mismo reconocía que no era un teólogo, era un literato, y sin embargo es sobre este primer punto que terminó cobrando importancia.
Se daba en aquel tiempo – segunda mitad del XIX hasta principios del XX- un asunto de lo más curioso que hay que saber sopesar: la política era moderna, revolucionaria en toda la línea, anticatólica furiosa. Pero los grandes pensadores, los literatos y los ensayistas eran modernos - antimodernos. ¿Cómo es esto? La forma de ser moderno y de pensar lo moderno era “una crítica a lo moderno”, era un “sufrir” el propio siglo, un “dégoût” por una época que debía ser superada, hacia adelante por izquierda o hacia atrás por derecha; o por lo menos que ameritaba una “reacción” contraria. Pensemos en los primeros, Chateubriand, De Maistre, De Bonald –quizá antes Lacordaire- Nietszche, Balzac, Burke, luego Baudelaire, Proust, Barbey, Renán, Bloy, Péguy, y en muchos otros que sería largo nombrar, pero que son toda la producción valorable de aquellos años. Los grandes modernos vituperadores de lo moderno. Contrarrevolucionarios por asco a la revolución lacaya. Sostenedores de una aristocracia de la Inteligencia. Contrarios a Las Luces (el Fanal Oscuro de Baudelaire). Pesimistas resignados a la decadencia, pero creyentes que la punición del siglo suponía una necesaria regeneración. Creyentes del pecado original contra la baba roussoniana. Buscadores de lo sublime. Dandis cultivadores del “estilo” y con pasión por la lengua.
Una de las reacciones de estos pensadores era la fuga de lo político, un alejamiento de esa acción concreta que estaba ocupada por una plebeya ralea -abajada e inmunda- que de los tres gritos de la revolución había enarbolado solamente la IGUALDAD; ese rencor envidioso que impide toda libertad y toda fraternidad.
El campo de acción de estos pensadores era la literatura (después de ellos no se produjo en ese campo casi nada que fuera digno de llamarse como tal): acostumbraron al público a leer literatura y buscar en ella toda la cultura, todo el saber, aún la reflexión filosófica y teológica, dejando para siempre las grandes obras de trabajo y estudio.
Como dijimos, ser modernos era ser antimodernos, pues ser simplemente moderno era ser un burgués avaro e imbécil o un camandulero de la más baja política. Se podía ser monárquico o republicano, pero siempre había en ello un sentido de aristocracia que les impedía sopar el pan en la misma ensaladera que los inmundos hombres de su tiempo (hoy, todos comiendo en la misma pelela). Ser sólo moderno era una enfermedad del espíritu, era la total ausencia del mismo (esto duró hasta la aparición de los fascismos, en que los contrarrevolucionarios de pronto debían arremangarse y jugarse un bando). Luego de la derrota del eje los literatos se deciden a ser “modernos- modernos” sin más, dicen que con Milán Kundera se inaugura esta toma de conciencia (él entiende hacerle caso en esto a Rimbaud que lo había propuesto, pero ¡como una sátira, como un colmo! y lo tomó en serio) en la que los literatos entran a la letrina hasta los cuellos, se hacen pornógrafos y les venden a la burguesía bocanadas de vómitos verdes eximiéndolos de la culpa, lugar y negocio que ocupará una izquierda llorona y las ONG filantrópicas gerenciadas por profesionales de la conciencia pública. Pero volvamos.
Newman era un moderno antimoderno y era un excelente literato, era un espíritu aristocrático de profusa cultura y a su manera era un dandi. En suma era uno de esos héroes de su tiempo. Su reclamo era –siendo protestante y luego católico- por la enorme superficialidad de lo religioso entre la feligresía burguesa -aún los mejores-, que era la misma queja que otros hacían por lo político, lo cultural y aun lo existencial. Actitud que lejos de quitarles auditorio se los ampliaba, porque el burgués siempre ha sido un gran consumidor de insultos y reproches; siempre le agradó que hablaran mal de su superficialidad, de su conformismo, de su comodidad, de su derrotismo, de su intemperancia, de su lujuria y de su avaricia. Entre sus costumbres consumistas siempre le ha gustado pagar una “conciencia” externa que pueda ser apagada con una perilla una vez vuelto a su vida diaria. Lo ha hecho por derecha en aquellos tiempos, con buenos autores y por izquierda más adelante, con baladistas rezongones; pero siempre enjugó sus lágrimas, puso unos pesos a la revolución y a la contrarrevolución y volvió a sus cojines, a sus oficinas, a sus cuentas y al lecho de su mujercita demi–mondaine; a tratar sus negocios con esos políticos plebeyos llenos de astucias rentadas, pues, después de todo, toda la gente necesitaba de su dinero. En especial los curas que les prodigaban cultísimos sermones llenos de reclamos contra sus modos de vida, por derecha primero, por izquierda después, hasta que estos curas entendieron a Kundera, dejaron de sermonear y saltaron a la pileta orgiástica de la burguesía volviéndose putos.
El burgués necesita para disfrutar de sus bienes una cuota de remordimiento, es la pátina que le da realce a la buena vida como el verdín que avejenta y a la vez decora una buena mansión de reciente construcción (sólo los jacobinos carecen de esa necesidad), hasta consumían a Bloy que les escupía en la cara desde la miseria de “una mujer pobre”.
Bien; Newman estaba de moda en un mundo burgués -en el más burgués de los mundos- y sus encantadores sermones aportaban el necesario autoflagelamiento de una clase que cultivaba la nostalgia culta en los week-ends y lo consumían con fruición. Cosa que no le ocurría a los antipáticos integristas al estilo de un Monseñor Delassus; la inteligencia real estaba encerrada en el Vaticano y en el Magisterio y era pura y dura. Guardando las distancias y los tiempos -para que se entienda- hay burgueses que han leído a Castellani, pero ninguno a Meinvielle. ¡¡Ahhh la literatura!! Nadie quiere un diagnóstico frio, sino un sermón emotivo que lo deje a uno al borde del cambio de vida por unos minutos, que te haga sentir redimible para el cielo o para el mañana revolucionario, y bien culpable y orondo de tener la billetera llena. El frio diagnóstico del teólogo que ni te dora la píldora ni pierde el tiempo en correctivos inútiles, no vende. Este te hace saber que serás la misma mierda el domingo que la que eres de lunes a sábado.
Frente a todos estos señores estaba ocurriendo un hecho histórico enorme, no digo como el advenimiento de Cristo, pero sí como la cristianización del mundo, y era “la descristianización del mundo”. Y esto solo desasosegaba a unos pocos curas, que si lograban inquietar al burgués con el asunto de que no se podía servir a Dios y al Dinero, este corría “hacia su director espiritual, quien apaciblemente le contesta, en base a la opinión de un sinnúmero de casuistas, que dicho consejo está dirigido sólo a los perfectos y que, por consiguiente, no debe perturbar la paz de los propietarios” (Bernanos). De alguna manera Newman vino a ser para varias generaciones este buen director espiritual, como veremos.
Para mejor, estaba en la capital de la burguesía más culta y rica de Europa (ya chafalonía cultural y piratería de buenos modos) y desde cuyas oficinas de Scotland Yard se comandaba el ataque masón más encarnizado de la historia contra el catolicismo, al punto que se creía a éste definitivamente derrotado. En Francia los francmasones en el poder condenaban las órdenes monásticas y las echaban del País. Los Gambetta –“¡el clericalismo es el enemigo!”-, los Waldeck Rousseau y luego los Viviani –“¡el catolicismo es el enemigo!” ya sin vueltas- declaraban abiertamente que era la batalla final contra el catolicismo y la Iglesia.
El político liberal inglés William Gladstone publicó en octubre de 1874 un comentario en el diario Contemporary Review en el que acusaba a los católicos ingleses de no ser buenos ciudadanos británicos, al preferir obedecer al Papa antes que a la Corona británica y, por tanto, eran sospechosos de traicionar a su país. El asunto no era una simple opinión periodística, era el inicio de un golpe fatal. El católico Duque de Norfolk solicitó a John H. Newman, que no había sido todavía nombrado cardenal, que interviniera en el debate. Newman contestó con una carta que lo hizo famoso y en donde encontramos aquella frase que ha hecho correr ríos de tinta “En caso de verme obligado a hacer un brindis después de una comida –cosa muy improbable-, beberé “¡por el Papa!, con mucho gusto”, pero primero “¡por la conciencia!”, después “¡por el Papa!”.
Gladstone había topado con un hombre de pequeña envergadura, pero una de las plumas más brillantes de su tiempo: John H. Newman, quien con ese brindis por la conciencia antes que por el Papa, dejó encantados a los católicos ingleses con la salida, los que a partir de ello podían tener dos Señores. Y también calmó sus conciencias, pues la frase –si bien se entendía- era reversible; brindaba así mismo por su conciencia antes que por la Británica Corona, como lo venían haciendo los ingleses católicos desde Tomás Moro. El asunto es que la conciencia ahora estaba antes que los dos y la fórmula pagó el esfuerzo del Duque que podía ser un buen súbdito de la corona británica y a la vez ser católico, cosa que había puesto en grave duda Santo Tomás Moro y en ello le había ido la cabeza. No crean que no era seria la coyuntura, ya no se usaba cortar cabezas pero el peligro era más que mortal: era la pobreza.
Dejo para otros la consideración de si esta cosa es posible, eso de ser fiel a la Corona –cabeza religiosa y política- y al Papa de Roma a la misma vez. Pero lo que importa es que antes que la Corona y antes que la Iglesia, está la Persona y su Conciencia. Muy inglés y muy oportuno. Otro cantar será saber qué cornos entendía por conciencia.
Newman no quiso, muy probablemente, fundar con esto el “personalismo”, sino salvar la ropa (propiedades, privilegios y prebendas que tenían en el Orden Establecido y a las que una masonería rabiosa y victoriosa querían echar mano) del Duque y otros católicos, pero mal que le pese, lo hizo. Y así lo han entendido muchos; entre ellos el Papa Benedicto XVI que dijo: “La doctrina de Newman sobre la conciencia se volvió para nosotros el fundamento de aquel personalismo teológico, que nos atrajo a todos con su encanto. La imagen del hombre, así como nuestra concepción de la Iglesia fueron marcadas por este punto de partida... por lo cual fue un hecho liberador y esencial saber que “el nosotros” de la iglesia no se fundaba sobre la eliminación de la conciencia si no que podía desarrollarse solamente a partir de la conciencia”.
Es decir que una clave que servía para poder seguir existiendo como “alguien” en una Nación no católica, en la que la Corona los ponía en la encrucijada de apostatar o empobrecerse y ser socialmente relegados, pasaba a ser la forma de “estarse dentro de la Iglesia”. Si Newman hubiera sido más valiente debería haber brindado por la Corona, pero antes por su conciencia (como Moro) diciendo que su conciencia estaba formada por la Iglesia Católica a través de su Magisterio -y la cosa no hubiera tenido derivas fuera de Inglaterra-, pero el Duque le hubiera dado de palos porque sabía el final de esa historia. Y la cuestión fue en cómo armar o conformar esta conciencia “antes” o “previamente” a la Iglesia, que los católicos ingleses ya habían usado el argumento contra la Corona pero ahora debían usarlo frente a la Iglesia.
Tema que de alguna manera no es muy distinto al del Ralliement de León XIII: ¿cómo existir políticamente en las repúblicas laicas, masonas, ateas? (que estaban dando una dura apaleadera al catolicismo). Pero este último no lo llevó a la Iglesia, lo dejó en política y no como principio –que en ello mantuvo la doctrina correcta- sino como estrategia diplomática de supervivencia y hasta de posterior intento de copamiento del poder (que no resultó eficaz en ninguna de las dos maneras). Recuerden el tema “punición y regeneración” en el que se confiaban los contrarrevolucionarios.
La verdad, lo escribí antes y Flavio no lo publicó, es que Newman como buen protestante no se convirtió del todo sino que entró en la iglesia sin desprenderse de la mochila llena que traía del protestantismo. Es que el error es así, es como una mancha de grasa difícil de remover, siempre queda algo. Distinto es el caso de Benson, ese si es un buen caso de conversión.
ResponderEliminarQuiero que el coco analice el libro de Hahn las bodas del cordero, quisiera saber si Hahn se refiere en ese libro al novus o al vetus ordoe. Y quiero -EXIJO- que miren a Marcus Grodi en su programa de ewtn journey home, el regreso a casa en español. Analicen esos programas y luego me cuentan lo que vieron.
EliminarNo.
ResponderEliminarLa Ley Eterna de Dios, aceptada tal cual y sin beneficio de inventario, una vez conocida por el hombre, se deposita, inhabita, en lo que Newman llamó la conciencia.
En definitiva, en Newman la conciencia es el bocho que se encuentra pertrechado de lo que enseña la Iglesia.
Por ello, se hace necesario no confundir cuando de Newman se habla, "conciencia" y "conciencia".
Todos sabemos que con conciencia muchas veces (la mayoría de la veces) se quiso decir otra cosa, pero no fue ese el sentido newmanista o newmastineano.
Sobre el cómo hay que entender el brindis de Newman y sus dos posibilidades es un debate viejísimo. Usted lo interpreta como Ratzinger, solo que a él le gustaba la interpretación y a usted no (usted es ortodoxo, Ratzinger no, pero usted coincide con Ratzinger en no entender a Newman).
La interpretación correcta, la que surge de la lectura de sus muchas obras, es la otra. Leí hace unos meses la interpretación correcta de conciencia en Newman en Adelante la Fe (no recuerdo al autor, pero dice lo mismos que muchos ortodoxos dijeron antes).
"La Ley Divina es la ley suprema que rige las acciones; los pensamientos, deseos, palabras, actos, todo lo que es el hombre, están sujetos a la Ley de Dios. Tal ley es la regla que nos guía por medio de la conciencia" (Newman, Carta al Duke de Norfolk).
Copié textual...qué más debo hacer?
Un saludo.
Estimado amigo: lo que yo digo es que hay dos interpretaciones (espere la segunda parte). ¿Cual es la correcta? La misma cita que usted me pone se presta para ambas interpretaciones, la tradicional y la modernista, ya que puedo entender que entre la ley de Dios y la Conciencia no hay nadie que se entrometa, y acabo de fumarme la Iglesia. Pero aparecerá otra cita, y otra y otra. Hasta ahora lo que digo es que Newman quería enfrentar un problema político, y salió como pudo. Luego diremos más.
EliminarGoogleó sobre Newman sin leerlo.
ResponderEliminarLa postura es ideológica.
No le gusta porque le gusta a Wanderer.
A mi tampoco me gusta Wanderer, ni la línea media, ni la tres cuartos, pero eso no es culpa de Newman.
Que no me gusten no quiere decir que piense que son estúpidos, ni que Ratzinger también lo sea. Ellos ven una cosa, y otros otra. O alguno la entiende mal (hasta puede ser que lo falsifiquen), o Newman dá para ambas interpretaciones. Lo que importa hasta ahora es situarnos en la historia, pues lo que dijo no es un tratado filosófico ni teológico, sino un argumento para salir de un problema político. Es lo mismo que la manifestación de ayer por lo de la ley de educación sexual, se habla de "libertad de culto", ¿Creen que es buena la libertad de culto? Unos sí otros no, de todas maneras lo que quieren es un resultado político: sacarse la ley de los colegios católicos. Luego veremos si esto es bueno o malo.
EliminarEl problema de muchos es que rompen las pelotas con tipos de doctrina confusa como este.
ResponderEliminarPor qué carajo se empecinan con aprobar un autor que a todas luces resulta contradictorio.
Habiendo tantos santos de doctrina segura,¿cuál es la necesidad de agarrarse de estos tipos?
Lo unico que se me ocurre es que hay mucho orgullo de por medio y les gusta jugar con fuego porque se creen muy eruditos.
No por nada al cabeza de rodilla de Wanderer le gusta esa línea.
Está bien esto de Newman.
ResponderEliminarEvidentemente es la conciencia el depósito donde el hombre guarda lo aprendido.
El Decálogo, por ejemplo, es puesto en práctica por nosotros porque lo hemos interiorizado, aprendimos las preguntas del Catecismo de memoria, etc.
Y eso aprendido no ocupa un lugar físico, pero en algún lado está, porque de hecho lo conocemos y modifica nuestro creer, nuestro obrar, nuestro amar, nuestros gustos y todo lo demás.
Newman le llamó "conciencia" a aquel mueble donde se deposita el Catecismo aprendido. Tal vez -habría que ver- mejor hubiese sido llamarle "memoria", "cúmulo de verdades aprendidas", etc.
Porque llamarle "conciencia" se presta a una confusión.
Es claro que no hay inmanentismo en una conciencia como la de Newman, pues abreva del exterior y mucho menos cuando el Dicente exterior es Dios y su Iglesia, pero el hecho que también se le llame "conciencia" a la construcción desde la propia interioridad, esta sí inmanentista, da pie a la confusión de los dos sentidos distintos dados a la palabra conciencia.
Pero también es cierto que, aunque dable a la confusión, es más riguroso y apropiado llamarle "conciencia" que "memoria" o de alguna otra manera, debido a que lo enseñado por la Iglesia "pesa" en la conciencia; mientras el término "memoria" carece de pesar, no tiene gravedad y, sin ésta, no puede haber luego un "examen de conciencia" bien hecho previo a la confesión o un actuar con "recta conciencia" cuando sabemos que no es pecado lo que hacemos de acuerdo a lo que enseña la Iglesia.
De modo tal que, también, hay que concederle a Newman que ha hablado de la "conciencia" como lo hizo siempre la Iglesia, pues, términos como los antes citados ("recta conciencia", "examen de conciencia", "conciencia sucia", etc.) se han llevado siempre bien con la Iglesia y su argot.
Me parece a mí, que no hay que perderse en cuestiones apenas semánticas y, en todo caso, si se presta a confusiones, no ofrecer la lectura siempre ortodoxa de Newman a niños o jóvenes, pero recomendarla vivamente a la gente adulta debidamente preparada que podrá disfrutarla en plena comunión con la Iglesia.
Atte.
Gallo de Esculapio.
Está bien, esa conciencia guarda una serie de conocimientos, pero ¿cómo prenden esos conocimientos que en su mayoría no son "razonables"? Pues a través de la gracia. Entonces la conciencia es algo superior a la conciencia moral, y no es algo solamente mio, sino que es Él mismo que está en mi. Esta conciencia tiene algo de sobrenatural, y como verán, este tema no está nada claro.
EliminarA ambos: Por ahora vean el problema histórico político que suscita la reflexión, y vean que la "forma" en que está planteado es para responder a una cuestión práctica y no teórica. Traten de ponerse en ese tiempo y entender esa coyuntura histórica. Las polémicas tienen este problema (y la frase viene de una polémica concreta), no se está haciendo teología, sino política. ¿Que trae consecuencias? Si, sin dudas. Este problema es muy parecido a lo que vivimos hoy, a la polémica Caponnetto Hernandez por ejemplo.
ResponderEliminarqué mas puede hacer un cocodrilo??? Mientras la barca parece que se hunde, él no piensa en tratar de ayudar ,va en contra de su naturaleza cocodril. Piensa sólo en devorar a los tripulantes pasados , presentes y futuros. Además no le da el coco para tanto al coco...drilo.
ResponderEliminarMe encanta este comentario pues quiere decir que entiende. Newman trataba de "ayudar" a los católicos a subsistir en la Inglaterra protestante y masona, como este Tartufo quiere ayudar y que lo ayuden a vivir en esta democracia masona. Yo no puedo ayudarlos, me falta plata.
Eliminar-"baladas" (o balidos) que se derrapan desde un "imaginario" (no inconciente) tejado.
Eliminar-"gallos" (pollos) bien cebados en ambiguedades abundantes.
-Cuestiones "apenas semanticas" pletoricas de "confusiones" para que un "adulto" disfrute en "plena comunion" con la Usurpacion Conciliar.
-Y para remate el "tradicional" tartufismo de ciertos "trolles" a designio.
¿Que fue lo que dijo el flaco al gordo del burro?
Ladran Sancho...
Cabalgando es lo que sucede.
Eso si:
Hay alzada.
El "telegrafista"
No sé para que cerró su blog si ahora se la pasa publicando aquí.... jaja, se dice krokodil.
EliminarMentira: esa frase "ladran Sancho" no está en el Quijote. Es hora de desasnarse. Como el rucio de Sancho.
Eliminar¿MENTIRA?
EliminarEl flaco es uno de los de Guemes.
Y el gordo monta mula.
¿Quien te chamuyo del "quijote"?
BOBETA.
.... "Tartufo quiere ayudar y que lo ayuden a vivir en esta democracia masona.".....yo entenderé pero ,el que no entiende nada es ud. Yo sólo espero la PARUSÍA y que Cristo restaure todo. Ud en cambio, todavía espera un triunfo temporal y poder hacerles pito catalán a los demás diciendo, ven que yo tenía razón??. En el fondo es un adolescente.
EliminarA Anónimo 29 de octubre de 2018, 19:06
Eliminar¡Epa don gaucho de Huemes! ¡A otro con esa mula! Usté si que se aprendió el consejo de Pedro Bonifacio Palacios (a) Almafuerte: "No te des por vencido ni aun vencido"...
Pero me reconozca aunque sea el mérito de que lo hice gugliar y aprender algo que no sabía. Mire que el orgullo es pecado...
¡Claro que "sabia"!
EliminarUn olvido es un "olvido".
¡Vencido jamas!
Grande su Don Almafuerte.
Ah!...Y corrija: es Guemes.
Mientras este salame del Cocodrilo se hace el “sabio” y propone discusiones bizantinas, en el colegio de la Frate de Mendoza (tierra de Malbec y Cocodrilos) se les coló el examen de matemáticas y lenguas que traía algunas preguntitas sobre educación sexual.
ResponderEliminarSon unos paparulos. Cocodrilo dejese de joder y pongase a laburar en serio, sus nietos se lo van a agradecer.
Las preguntitas las formulo el saurio?
EliminarDejate de joder y averigua entre tus congeneres del colegio.
Paparulo.
El entripao del Cocodrilo con Newman, obviamente que no es por Newman, ni lo conoce. El dolor de zapan es por los descendiente de irlandeses que pululan por estos pagos, que son varios y más malos que la mierda.
ResponderEliminarNo confunda malo con bruto, más brutos que la mierda.
EliminarAh, y había conocido entre ellos buenos policías y bomberos, pero ahora veo que hay buenos bufones.
EliminarComo dijo ya otro comentarista, algo huele raro en este artículo y es que el autor no conoce a Newman. No lo ha leído, o ha leído muy pocas cosas de él y se ha empachado con literatura francesa lefe anti-newman.
ResponderEliminarEl artículo termina siendo un emparchado de traducciones sacadas de Google y de los archivos de "La porte latine", escritos en un estilo complicado y pedante para que parezcan producidos por la pluma de un intelectual. Es decir, para ubicarse como un par de Newman y disputarle en su propio campo de batalla. Y todo con una sola finalidad: ser reconocido por los lectores del mundillo tradí argentino como un intelectual de fuste, digno heredero del maestro.
Ahora con el Motu Propio los irlandeses sigen yendo a la capilla?
ResponderEliminarPor qué no van a la Catedral, si ahí tienen M.P. y es lo que sinceramente prefieren?
No hay nada malo en que te digan Media o Trescuartos, es solo un modo de llamar y clarificar. Por otro lado, odiarían que les digan Lefes (que no lo son, es verdad).
De última en verano, cuando les suspendan el M.P. vuelvan. Siendo que se van de vacaciones, no deberían soportar al lefebvrismo más de unos pocos domingos al año. Y esos domingo salen a la vereda para el sermón (muy adulto y wanderiano) y reivindican de pasada su faceta anticlerical...
Señores: admitamos que esta casilla de comentarios no será escenario de grescas vanas. No se aceptarán mensajes en mayúsculas, ni insultos, ni argumentos puramente ad hominem que no sean proferidos cum grano salis, o con alguna relación con el tema del post, o siquiera con algo de gracejo. Una puteada al cabo de una prolija argumentación puede pasar, digamos, pero no el hacer cloaca de la propia lengua.
ResponderEliminarEntiéndase que es un trabajo extra éste de moderar comentarios, y son unos cuantos los que tuvieron que quedar sin publicar por los motivos arriba expuestos. Se les agradece la colaboración en este punto.
Suele pasar, entre caguettis (suelen ser descendiente de italianos), que enfrentándose para repartir sopapos elijan al más petizo o al más flaquito. Esto es porque me referí a un descendiente de irlandeses, bruto (más es lo que se hace que lo que es), muy buen bebedor de Jameson y devorador de asados. Muy agradable y noble. Asiste a las misas tradis hace más de 30 años, es lefe y lo grita a los cuatro vientos. Canta fuerte como buen irish, tanto en bares como en capillas. Me consta que es más malo que la mierda y, por lo que escuché, le consta a varios. Lo conocí hace unas semanas atrás en Mendoza. Con lo de la Catedral y M.P me hizo descostillar de la risa, sobre la línea fundadora fue desopilante y sobre los conciliábulos anti fellesianos ni les cuento. Solo les pido que si lo apuran y se va al sobre, me avisen.
ResponderEliminarYa lo suyo se llama amor.
Eliminar"Entiéndase que es un trabajo extra éste de moderar comentarios, y son unos cuantos los que tuvieron que quedar sin publicar por los motivos arriba expuestos." Está muy bien. Pero a mí me censuró un comentario en el que me limitaba a indicar que Calderón no sabe inglés y no leyó la "Apología" de Newman. Sólo eso. Y no me lo publicó, no sé por qué...
ResponderEliminarNo llegó nunca ese comentario: acabo de enterarme de su fallido envío.
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